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¿Adiós a las armas?

Por Abraham Santibáñez Lunes 20 de Octubre del 2025

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Pese al apoyo internacional, el plan de paz para Gaza de Donald Trump se mantiene en un equilibrio precario. “Si Hamás continúa matando gente en Gaza, lo que no estaba previsto en el acuerdo (para un cese del fuego con Israel), no tendremos otra opción que ir a matarlos”, escribió el presidente estadounidense en su red Truth Social.

Las bárbaras ejecuciones públicas de Hamas, que causaron esta dura reacción, no justifican los pasados excesos de las fuerzas armadas de Israel, pero dejan en claro las dificultades que plantea el conflicto. Aparte de la contraposición de dos muy distintas visiones sociales, políticas y culturales, el gran problema es cómo acomodar dos pueblos (tan cercanos y a la vez tan diferentes) en un pequeño territorio.

En un mundo ideal, como lo creyó el propio Trump, aquí se podría trasplantar un trozo de la Costa Azul. De hecho, existe un atractivo ejemplo: en Sharm el Sheikh, el balneario egipcio donde se efectuó la reunión que selló la paz, se ofrecen alojamientos por una semana, para dos personas, por 2.500 dólares más impuestos. Según se muestra en internet, es un lugar de ensueño: sol, mar, palmeras y buen clima. 

En la otra esquina del “Mare Nostrum”, en la Franja de Gaza, la situación podría ser parecida. Pero no lo es. Es difícil que pueda serlo. Es un territorio devastado. Centenares de edificios, incluyendo hospitales, escuelas, oficinas y viviendas, están en ruinas. Es como si estos lugares, llenos de una rica historia, hubieran sufrido una maldición bíblica.

Antes del conflicto, vivían aquí 2,3 millones de habitantes. Los últimos cálculos de las autoridades de salud de Gaza señalan que las operaciones militares israelíes causaron la muerte de 67.173 palestinos, entre ellos 20.179 niños, 10.427 mujeres y 4.813 ancianos. Cada día murieron 28 niños.

Las vidas perdidas no se recuperarán y la reconstrucción representa un costo imposible de determinar por ahora.

Una aproximación no muy exacta se puede hacer mediante el Plan Marshall aplicado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. En junio de 1947, en un discurso en la Universidad de Harvard, el general George Marshall dio el inicio oficial del programa. Su énfasis, que no se puede dejar de lado en esta coyuntura, fue que la recuperación era responsabilidad de todos y que sin cooperación, Europa enfrentaría “hambre, pobreza, desesperación y caos”.

El Plan significó una inversión de unos 13.000 millones de dólares (equivalentes a más de 150 mil millones de hoy) y proporcionó ayuda para la reconstrucción “siempre y cuando los países asumieran las condiciones impuestas por el ocupante”. En esta perspectiva resultaba esencial que los países, especialmente los derrotados, contaran con una organización interna que les permitiera recuperarse.

Este es el punto crítico del plan del que tanto se ufana Trump: en Gaza el único poder, durante años, ha sido Hamás. Hasta ahora sólo ha aceptado parte de las exigencias. El acuerdo dejó para más adelante algunas de las cuestiones más complejas, como el futuro de las armas de Hamás y cómo se gobernará Gaza.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha dicho insistentemente que Hamás debe desarmarse antes de que la guerra termine definitivamente.

Esta incertidumbre ya la planteó en una entrevista con The New York Times, el primer ministro de Qatar, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, uno de los principales mediadores en las negociaciones.

Tal vez haya que esperar un poco más antes de celebrar.

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