“Mi pobre tercer deseo” (Parte 2)
“Al mirar a través de los vidrios, pensé por primera vez que mi relación con Ladislao no se formó solamente por nuestra reverenciada afinidad, sino por un triángulo cuyo tercer vértice era la figura de mi padre”. Esta fue la reflexión que abrió los recuerdos en la memoria de Karla. Vino entonces la evocación de los ancestros: su padre croata, un desertor de la guerra del catorce que llegó a Tierra del Fuego, donde la guerra siguió presente en el recuerdo. Su madre era hija de una joven viuda fueguina que contrajo matrimonio con un extranjero, con el que luego tendría a Leonora, quien sería su media hermana y tía de Karla.
Por su parte, Ladislao era un joven abogado que llegó a Porvenir en calidad de juez, tarea que abandonó tras el paso de algunos años. Alternaba su oficio judicial con la escritura; había publicado el primer tomo de su Historia de los yugos con gran éxito en el resto de Chile e incluso en el extranjero.
Tras la muerte del padre, Karla se traslada a Santiago acompañada de su madre, hecho coincidente con su ingreso a la universidad. Ladislao viajaba frecuentemente y, en una de esas visitas, surge el romance con Karla, hilo central de la historia.
El texto es el recorrido por la vida de la protagonista: cambio de carrera universitaria que no termina, matrimonio fracasado con un marido que la traiciona con una de sus mejores amigas, el golpe de Estado de 1973 y el amor cada vez más distante con Ladislao, con encuentros menos frecuentes; ilusiones sin concretar, al igual que el segundo tomo del libro de su tío. Karla nunca volvió a vivir a Tierra del Fuego, pero la evocación es permanente: “el misterio de esa estepa vacía que siempre llevé conmigo”, donde el viento “viniera de donde viniera, siempre soplaba en contra”.
Hay continuas alusiones a las leyendas selknam y, en su relato, dedica todo un capítulo al triste devenir de esta etnia: “no fue una guerra, fue una matanza”, aclara, aludiendo al impacto de la colonización ganadera.
Una adivina le pidió que formulara tres deseos: el primero, enamorarse; un buen trabajo fue el segundo, y el tercero no pudo pronunciarlo. “Se paga igual”, le dijo la adivina. Era el “pobre tercer deseo”: “volver a hablar alguna vez con Ladislao sin límite de tiempo”. Y vendrían las preguntas: “¿Por qué se alejó de mí de esa manera? ¿No comprendió la seriedad de nuestro juego? ¿Tuvo miedo de que la sobrina de su mujer lo arrastrara a hacer el amor con las luces encendidas?”.
Ese pobre tercer deseo no pudo ser: “un hombre y una mujer aislados en una casa vacía, y de ahí va saliendo un ‘racconto’ que llega quizás hasta dónde”, le había anticipado su amiga Mara como tema de novela. Pero el anochecer trajo consigo el agotamiento y el sueño de Ladislao.
“Temo que Ladislao quiera empezar a morir y deseo abandonarlo, huir de esta casa y de esta isla… por mucho que yo esté junto a Ladislao, mi tiempo no modificará su tiempo, comprendo por fin. Y siempre he querido intercambiar mi tiempo con su tiempo, inyectándole la tensión de mis deseos”. Ya le había advertido Ladislao que no viajara en invierno; también lamentaba que no hubiera ido con Leonora y Elena al pueblo, y no la acompañó a la galería de la casa, el lugar por donde entraban los recuerdos.
Ágata Gligo hace gala de una técnica literaria excepcional, con una trama muy bien hilada y con elementos como el abandono, la distancia o los proyectos inconclusos, propios del paisaje infinito de la Tierra del Fuego, que corren en paralelo a la historia narrada.
En el texto, pleno de pistas, claves y símbolos, hay un muy buen manejo de los distintos momentos de la historia. Son frecuentes los saltos en el tiempo y en los lugares, sin que se pierda el hilo del relato. Su estructura es novedosa, con cierta complejidad, pero “apta para todo público” (no es una obra “experimental”).
La narración es en primera y tercera persona, con diálogos intercalados. Los personajes, muy bien descritos por la autora, son en general seres desesperanzados, entregados a lo que la vida les depare, como Karla, que aguardó inútilmente que se cumpliera ese “pobre tercer deseo”.
Mi pobre tercer deseo es una obra capital del Chile de los noventa; supera con creces a otras publicaciones de la época, aquellas de la gran maquinaria publicitaria, abundante crítica y ventas exitosas. Al mismo tiempo, es una obra señera en la literatura regional; es, hasta la fecha, la gran novela de amor y pasión en la Tierra del Fuego que rompe los cánones de la narrativa ambientada en dicha zona.
Ágata Gligo nació en 1936 en Punta Arenas. Abogada de profesión, fue una gran escritora y crítica literaria, con solo tres libros publicados: María Luisa, Mi pobre tercer deseo y Diario de una pasajera. Murió en Santiago en 1997.
Mi pobre tercer deseo, Ágata Gligo. 1ª edición, Editorial Planeta – Biblioteca del Sur. Santiago, Chile, 1990, 204 págs.




