La soledad de los chilenos no entra en las elecciones
La semana pasada quedé sorprendido al enterarme de que casi la mitad de los chilenos, el 48%, para ser exactos, declara haberse sentido solo durante la última semana, ya sea algunas veces, la mayor parte del tiempo o siempre. La cifra de quienes se sienten solos llega al 62% entre los jóvenes de 18 a 24 años. También, el 62% de los chilenos declara no participar activamente en ninguna asociación, grupo organizado o club, y entre los jóvenes de 18 a 24 años ese porcentaje sube al 76%. ¡Sorprendente y preocupante!, ¿no le parece?
En estos tiempos en que han proliferado las encuestas electorales, las cifras que señalé son de la Encuesta Bicentenario UC 2025, que no es una encuesta electoral, sino un estudio que la Pontificia Universidad Católica de Chile realiza desde el año 2006 acerca de las grandes tendencias sociales, culturales y económicas de la sociedad chilena.
Cuando el país vive la inminencia de las elecciones, los resultados señalados nos muestran un país con mucha gente que se siente sola, especialmente los jóvenes, y donde la mayoría no participa en nada, desconfía unos de otros, se siente aburrida y muchos viven buscando “cosas entretenidas” para llenar ese vacío, y otros, la evasión del consumo de drogas. Un país donde tanta gente se siente sola es un país de gente triste, desmotivada, deprimida, sin empuje… Con la soledad ya no hay “nosotros”, sino individuos que comparten un espacio vacío. Como dice una canción de Pablo Milanés: “la soledad es un pájaro grande multicolor que ya no tiene alas para volar, y cada nuevo intento da más dolor”.
En algún momento de la vida todos nos hemos sentido solos, por diversas circunstancias, propias o ajenas. La soledad puede ser voluntaria o involuntaria; cuando no la elegimos, nos llena de tristeza y nos aísla en un pequeño mundo de egoísmo o depresión. Por otro lado, todos sabemos que la soledad elegida y su silencio pueden permitirnos reencontrarnos con nosotros mismos y tomar nuevas fuerzas para vivir; pero aquí se trata del problema de la soledad no elegida y dañina, que termina destruyendo personas y sociedades.
Vivimos la época de la hiperconectividad, que es también la época de la soledad. Vivimos el vacío de “la sociedad líquida”, siempre pegada a las pantallas y su tecnología, y, conectados con todo el mundo, nos sentimos solos, ignorando el nombre de los vecinos, sin participar en nada, sin ser parte de ningún “nosotros”.
Lamentablemente, la soledad de los chilenos no entra en los programas electorales, menos aún en los ofertones populistas que “solucionarían” todos los problemas. ¿Con qué se llena el vacío que siente tanta gente?, ¿quién se preocupa de eso?, ¿qué futuro nos espera?
Por cierto, creo que nadie espera que quien sea elegido o elegida como presidente, o los parlamentarios, sean los psicólogos de los chilenos; pero… ¿habrá algún candidato o candidata que tome en serio a las personas y la epidemia de soledad que padece nuestro país? No necesitamos ser psicólogos para percibir los estragos personales y sociales que genera esta epidemia de soledad, así como el individualismo que nos está empobreciendo como país. La Madre Teresa de Calcuta decía: “no hay mayor pobreza que la soledad y no sentirse amado”.
Frente a esta epidemia de soledad, los que somos creyentes en el Señor no es que, a veces, no nos sintamos solos, sino que esos momentos los vivimos en la confiada certeza de que Dios nos creó para el encuentro, para la comunicación y el diálogo con Él y con los demás; en una palabra, nos creó por amor y para el amor, no para la soledad. Y desde la confiada certeza de la fe enfrentamos nuestra soledad en el diálogo con Dios, porque quien ora nunca está solo.
Así, para los que creemos en el Señor Jesús, la comunidad ocupa un lugar central, el bien común es más importante que el bienestar individual, y la solidaridad es un valor esencial que expresa la caridad para con todos, sin excepciones, porque el amor de Dios no hace acepción de personas.
Desde nuestra experiencia de fe procuramos ir al encuentro de los que están solos y tristes, desalentados y aislados, para vivir el “nosotros” de todos los hijos e hijas de Dios. Pero la soledad de los chilenos también requiere de políticas públicas que apunten a la renovación del conjunto de valores que hacen un país sano, con gente con fuerzas para vivir, con capacidad creativa, con sentido de pertenencia al “nosotros” y con entrega al bien común, incluso con sacrificio si es necesario. Pero… lamentablemente, la soledad de los chilenos no entra en las elecciones.




