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Laura Rodig y Gabriela Mistral en la Patagonia: la historia que una investigación devolvió al sur

Domingo 16 de Noviembre del 2025

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  • – Yocelyn Valdebenito es la autora del libro “Paisajes Culturales: Laura Rodig Pizarro, 1918-1951”, que entrega antecedentes importantes del vínculo entre la Premio Nobel y la escultora.

Elia Simeone R.

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Cuando la investigadora y archivera Yocelyn Valdebenito Carrasco comenzó a rastrear la presencia de la escultora Laura Rodig en Magallanes, no imaginaba que estaba abriendo una grieta en la narrativa oficial del arte chileno. Lo que en un comienzo fue una revisión de archivos dispersos terminó por transformarse en uno de los estudios más profundos sobre la artista y su vínculo con Gabriela Mistral, especialmente durante los años en que ambas coincidieron en Punta Arenas, entre 1918 y 1920.

Ese material -cuadernos, cartas, prensa, fotografías y documentos estatales- derivó, entre otros escritos, en “Paisajes culturales: Laura Rodig Pizarro”. Su impulso inicial, explica, fue la necesidad de descentralizar la historia del arte chileno y demostrar que muchas escenas relevantes del siglo XX ocurrieron fuera de Santiago, aunque el relato dominante las haya relegado a la periferia.

“La documentación estaba ahí, pero nadie la había mirado desde Magallanes. Y eso abría la posibilidad de contar otra historia del arte”, señala.

El sur como punto
de partida

Rodig llegó a Punta Arenas en un viaje que marcaría su vida intelectual. Acá trabajó junto a Gabriela Mistral en el Liceo de Niñas, compartió espacios creativos, colaboró en revistas locales e incluso realizó un busto de la poeta. Magallanes fue, para ambas, laboratorio emocional y estético.

La investigación de Valdebenito rescata ese vínculo, pero también lo inserta en un marco más amplio: el de dos mujeres que no solo irrumpieron en la escena artística latinoamericana, sino que lo hicieron desde una mirada política, pedagógica y feminista que las llevó a activar territorios “lejano del centro”, como solían decir.

– ¿Qué te motivó a centrar tu investigación en la figura de Laura Rodig, particularmente su paso por Magallanes, en un periodo poco documentado de su trayectoria artística?

-“Mi motivación surgió tras años de investigación sobre los múltiples ámbitos en que se desenvolvió Rodig -educación, feminismo, activismo político y arte- y al constatar que existía abundante material inédito sobre sus viajes al sur. Ese cúmulo de fuentes documentales me llevó a separar temas y convertir el periodo magallánico en el eje de un primer libro, publicado en 2020 con apoyo regional.

“Además, me interesaba cuestionar la mirada centralista que domina la historia del arte chileno. Rodig permite reconstruir una narrativa donde las regiones, y en particular Magallanes, son parte activa del desarrollo cultural del país, con escenas locales vigorosas y mal conocidas”.

En su libro, se destaca la importancia de visibilizar el rol de las mujeres en el patrimonio cultural. Consultada cómo contribuyen las historias de Laura Rodig y Gabriela Mistral a repensar esa narrativa masculina, Yocelyn responde que los archivos permiten revelar que las mujeres han estado siempre presentes en la creación cultural, aunque su aporte se haya invisibilizado por prejuicios o por la legitimación automática del trabajo masculino. La historia -acota- está llena de ejemplos -desde editoras y promotoras artísticas hasta intelectuales como Gertrude Stein- cuyo rol fue decisivo, pero relegado.

En ese contexto, reivindicar a Rodig y a Mistral es -según Yocelyn- mostrar que ambas fueron creadoras autónomas, con redes y talentos propios. Sus trayectorias invitan a ampliar el imaginario para que nuevas generaciones vean que no existen límites de género, clase o procedencia para desarrollar una vocación artística o intelectual.

Destaca que la relación de Gabriela Mistral y Laura Rodig entre 1918 y 1920 en Punta Arenas fue creativa, afectiva y de profunda admiración mutua. Agrega que, revisando revistas como Mireya, se aprecia una colaboración estrecha donde Mistral editaba y Rodig ilustraba, además de intercambios críticos y gestos de legitimación profesional, como el busto que Rodig hizo de Gabriela y la reseña elogiosa que ella escribió sobre la escultora.

Igualmente, ambas se influyeron en lo intelectual, pues compartieron lecturas, reflexiones y un entorno que estimuló su producción. Rodig accedió a la amplia biblioteca de Mistral, lo que influyó en su formación visual, mientras que las experiencias vitales en Magallanes dejaron huellas decisivas en las primeras obras literarias de Gabriela.

Sobre la trayectoria nacional e internacional de ambas y sus aportes vanguardistas y transformadores, Yocelyn explica que un factor clave fue el interés de Mistral y Rodig por vincularse con la intelectualidad latinoamericana y europea mediante cartas y publicaciones en revistas, que funcionaban como la “internet” de la época. Esa red epistolar abrió puertas, generó alianzas y situó a ambas en circuitos de vanguardia.

“Al mismo tiempo, esa exposición internacional las llevó a pensar críticamente la cultura local y a querer transformarla. Los viajes, el intercambio de ideas y la circulación en espacios cosmopolitas reforzaron su vocación de modernizar las prácticas artísticas y educativas en Chile”, apunta.

También se le consultó por la forma en que el paisaje patagónico marcó las obras de ambas. Indica que, en el caso de Gabriela Mistral, el escenario austral fue determinante para Desolación, obra atravesada por experiencias íntimas dolorosas y por la espiritualidad del entorno: la horizontalidad de la pampa, la luz sin cordillera y el estrecho como horizonte simbólico. Sus manuscritos, muchas veces conservados por Rodig, muestran ese proceso creativo.

“Para Rodig, el paisaje fue un desafío técnico -el frío dificultaba la escultura-, lo que la llevó a privilegiar el dibujo y el croquis. En ellos capturó la flora, la fauna y la atmósfera indómita del sur, trasladando luego esas impresiones a volumen o pintura. Sus escritos y bocetos revelan una profunda fascinación por la naturaleza magallánica”, señala.

– ¿Qué ocurrió con los murales que Rodig realizó para el centenario de Punta Arenas y qué revelan sobre su visión de historia regional?

-“El paradero de esos murales sigue siendo un misterio. Las fotografías del Fondo Fotográfico Esteban Scarpa muestran que estaban adheridos a muros, lo que sugiere que pudieron haberse guardado, extraviado o incluso destruido, como tantas obras de mujeres que no recibieron valoración patrimonial. No se descarta que estén en depósitos municipales o en manos privadas.

“Los registros disponibles evidencian una propuesta didáctica, con fuerte presencia del mundo indígena y referencias a la poesía mistraliana. Rodig articula así una historia regional donde conviven la mirada del colonizador y la de los pueblos originarios, especialmente de las mujeres indígenas”.

Acto seguido, indica que el Fondo Scarpa del Museo Regional de Magallanes es fundamental porque ofrece un registro fechado y detallado de la vida social, cultural y étnica de Magallanes en la época. Añade que, en el caso de su libro, su valor radica en permitir ubicar temporalmente eventos, personas y escenarios que dialogan con la presencia de Rodig.

“Además, funciona como documento etnográfico: retrata habitantes, vecinos, vestuarios y actividades que enriquecen la interpretación del trabajo de la artista y de otros actores culturales de la región. Es, en sí mismo, un patrimonio de enorme relevancia”, remarca.

Hablando de la obra de Laura Rodig, Yocelyn apunta que la museología social, desarrollada más tarde en Portugal y Brasil, plantea que los museos deben trabajar en sintonía con las comunidades, especialmente aquellas históricamente excluidas. Es una perspectiva que valora los acervos, la participación ciudadana y la educación como herramienta transformadora.

“Aunque el término es contemporáneo, Rodig ya practicaba ese enfoque: promovía exposiciones infantiles, impulsaba becas para talentos regionales y concebía la educación como una militancia permanente. Su labor activista, dentro y fuera de los museos, buscaba democratizar el acceso al patrimonio”, hace ver.

Ciertamente, no es fácil reconstruir la presencia de una artista mujer en este territorio y época donde las huellas femeninas suelen estar invisibilizadas. Yocelyn plantea que el principal obstáculo fue la fragilidad de los archivos y la desvalorización social del patrimonio documental, especialmente cuando pertenece a mujeres. Muchos escritos y registros quedan en el ámbito doméstico y rara vez son donados a instituciones, por lo que se pierden o fragmentan.

Aun así, la existencia de expedientes públicos -como los del Ministerio de Educación-, junto con la prensa de la época y archivos municipales, permitió reconstruir los viajes y actividades de Rodig. Fue un trabajo lento y minucioso, revisando años completos de periódicos y documentos oficiales.

Sobre el activismo de Rodig en Magallanes, indica que la escultora se vinculó con figuras feministas de la región, participó en organizaciones que impulsaban derechos civiles y se integró a redes de intelectuales de izquierda comprometidos con la transformación social. Su activismo se expresó tanto en su labor docente como en su acción cultural.

Rodig -señala- concibió los territorios desde una perspectiva de equidad: buscó descentralizar la cultura y trabajar directamente con las comunidades. Lo hizo en Magallanes, pero también en Juan Fernández y Vicuña, llevando talleres, exposiciones y proyectos que democratizaban el acceso al arte.

A lo largo de todo su trabajo de investigación, Yocelyn Valdebenito expone que uno de los hallazgos más conmovedores fue una fotografía encontrada en el Ministerio del Interior, donde Rodig aparece en el contexto de una detención. La imagen revela el costo personal de su activismo y la dureza de las consecuencias que enfrentó.

“Ese documento permitió dimensionar su valentía y su compromiso político de una manera más profunda. No era solo una artista o educadora destacada: también asumió riesgos concretos por las causas en las que creía”, valora.

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