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“Selena y Los Dinos”:  Ayayay aunque me duela

Domingo 23 de Noviembre del 2025

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Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista

 

2025, México

Directora: Isabel Castro

En Netflix

Cuando se cumplen 30 años de su trágica muerte, este documental recuerda la figura de Selena Quintanilla, la cantante de origen tejano que contribuyó a difuminar las fronteras culturales entre México y Estados Unidos a punta del ritmo “cumbianchero” y “romanticón”.

Este documental, dirigido por la mexicana Isabel Castro, se suma al material audiovisual que existe sobre la artista y que se distribuye entre sus videoclips; la película Selena (1997), que abrió los ojos del mundo —y del negocio musical— hacia una entonces desconocida Jennifer López; la serie Selena Quintanilla, también disponible en Netflix; y diversos reportajes sobre su vida, pero también sobre la crónica policial, pues su muerte a manos de la presidenta de su propio fanclub puede compararse, desde la perspectiva latina, con el asesinato de John Lennon.

El documental decide narrar y reconstruir cronológicamente la vida de Selena Quintanilla, principalmente a través de testimonios actuales de sus familiares: sus padres, hermanos, esposo y algunos productores cercanos a su carrera, quienes dan cuenta de la dureza de una trayectoria forjada para alcanzar el éxito.

Esta cronología se combina con lo más interesante del documental: las imágenes de archivo registradas con una cámara de video casera, donde aparece Selena en distintas etapas de su vida, desde la niñez hasta su consolidación como artista. Allí se vislumbra su destino ligado al escenario musical, pero también una evolución que —entre ensayos y errores— va encontrando su rumbo definitivo.

El documental sigue cierto “manual Netflix” al que ya estamos acostumbrados, pero que marca tendencia en los documentales actuales exhibidos en plataformas: una voz en off reemplazada por testimonios actualizados de los protagonistas, e imágenes de archivo que aportan un extraño aire de realismo.

El montaje —realizado por Carolina Siraqyan, colaboradora habitual de la documentalista chilena Maite Alberdi— es ordenado y políticamente correcto. Lo más transgresor es que, en ciertos momentos, busca rendir tributo a la estética ochentera del video, con cortes que simulan un desajuste entre una imagen y otra, como si se tratara de una edición artesanal y manual.

“Selena y Los Dinos” es un título que alude a la banda que la acompañó en su carrera, integrada mayoritariamente por sus familiares y que tiene como origen un grupo previo que formó su padre en su juventud, proyecto que nunca alcanzó la tierra prometida que sí logró su hija.

En general, se puede señalar que el documental cumple tranquilamente con ser una voz oficial para contar la vida de Selena Quintanilla, donde se habla más de las luces que de las sombras. Y si estas existieron, todo “ha quedado en familia”. Lo único que quizá aparece más sombrío es que la consagración no se logra de la noche a la mañana. Y en ese mensaje no hay nada nuevo.

Esta es la excusa para reconstruir el camino hacia el éxito, donde, si bien hay una épica de empresa familiar —como se define en algún pasaje—, también está la ruta de “una elegida” por el destino y la tragedia. Un camino donde lo único que importa son sus imágenes y un nombre que, aunque duela, no se olvida: Selena.

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