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Wicked por siempre: Es un tipo de magia

Domingo 30 de Noviembre del 2025

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Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista

 

Estados Unidos, 2025

Director: John M. Chu

Protagonistas: Ariana Grande, Cynthia Erivo, Jeff Goldblum

En salas de cine de Punta Arenas y Natales

Esta película es la segunda parte de Wicked (2024), la adaptación de una obra musical de Broadway que, a su vez, adapta una novela de 1995 que reinterpreta El mago de Oz, obra que ha sido llevada al cine en diversas ocasiones. La versión más famosa y clásica es la de 1939, dirigida por Víctor Fleming —el mismo de Lo que el viento se llevó (1939)—, protagonizada por Judy Garland, quien encarna a una Dorothy que pasa del sepia al color en un viaje hacia un mundo mágico y lúdico que, además, reflexiona sobre la evolución del cine.

La novela en que se basan la obra musical y las dos partes de la película fue publicada en 1995 y revisa la obra original para explicar el origen del mal y por qué los personajes son como son, especialmente Elphaba: una joven de piel verde, tipo Hulk, el hombre increíble, quien, por esas ironías del destino, se convertirá en la Bruja Mala del Oeste. Ella es la villana de la novela y de las películas de El mago de Oz, donde nunca se explica por qué es tan “mala leche”. En el cine —antes y ahora— explicar el origen del mal requiere tiempo y dinero; por eso los villanos suelen serlo “porque sí”.

Esta segunda parte retoma su tragedia donde finaliza Wicked. Su nombre ya es verdad y mito en Oz, y tan solo pronunciarlo equivale a invocar lo peor de lo peor: una especie de Freddy Krueger de Pesadilla en Elm Street (1985). Pero el espectador —o sea, nosotros— conoce la verdad, la cual se aproxima más a la tragedia de Anakin Skywalker en la saga Star Wars, quien terminará convertido en el villano más temido de la galaxia: Darth Vader.

Elphaba, de algún modo, es un personaje torturado: su pasado no justifica su destino. Ambas partes de la historia plantean que ciertas creencias pueden ser falsas, que los malos quizás son los buenos y los buenos quizás no tanto. Esta película —adaptación del segundo acto de la obra de Broadway— busca cerrar el relato conectándolo con la historia original de El mago de Oz, especialmente la versión de 1939, cuando Dorothy llega a Oz arrastrada por un ciclón, con casa incluida.

Visualmente, Wicked y Wicked por siempre se nutren de esa estética: un tono que recuerda a Willy Wonka y la fábrica de chocolate (1971), con algo del barroquismo histriónico de Tim Burton y, también, del universo de Harry Potter. A pesar del drama, su público objetivo es más infantil y adolescente que adulto.

Wicked por siempre busca conectar con esas audiencias. Aunque la interpretación musical evidencia vocación de “hit” y las actuaciones de sus protagonistas son parejas y correctas, su verdadera intención es contar una historia sobre una historia ya conocida. Y al hacerlo desde un punto de vista distinto, amplía las posibilidades del relato y alcanza nuevos públicos. Ya ocurrió con Oz, el poderoso (2013), donde James Franco interpretó a un charlatán que terminaría convertido en el Mago de Oz. Ahora, Wicked y Wicked por siempre continúan expandiendo ese universo.

Por eso Ariana Grande, al igual que en la cultura pop actual, es figura central de ambas películas como Glinda la Buena. Su mirada —gran logro de la actriz— transmite ingenuidad, pero también un dejo de sospecha. Para la magia, como se dice, tiene “pocos dedos para el piano”.

Y esto, que pudo haber sido disruptivo, finalmente no lo es. La película no busca asustar ni dar vuelta el tablero, sino contar una historia amable, hacer disfrutar de sus números musicales y, quizá, aspirar a alguna nominación al Oscar: tal vez por efectos visuales o, más probablemente, por Mejor Canción en 2026. Si existe esa posibilidad, vale la pena ver la versión subtitulada, exhibida en horarios más nocturnos, donde se escuchan las voces originales. En la versión doblada, una voz latina intenta emular la de Ariana Grande.

Entre una alternativa y otra, no hay por dónde perderse: siempre será mejor la voz original. Porque, si la película no gusta, al menos quedará la sensación de que valió la pena pagar la entrada.

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