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Tres obras poco conocidas de Carlos Vega Delgado (1951-2025)

Domingo 7 de Diciembre del 2025

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En la despedida que se le brindó en el Cementerio Municipal Sara Braun al amigo Carlos Vega Delgado, fallecido después de una larga y penosa enfermedad, el lunes 24 de noviembre pasado, varias personalidades que intervinieron en el emotivo acto, rememoraron la importancia del trabajo de investigación realizado por el periodista, en el estudio sistemático del patrimonio y de la cultura de nuestros pueblos originarios y en el rescate del movimiento obrero en la Patagonia.

Se recordó principalmente, el papel desempeñado por la imprenta Atelí en la década del 90 en la publicación de los primeros libros de los nuevos valores de la literatura regional, y por la reedición de obras de autores consagrados en el ámbito de la historia y de las ciencias sociales, muchos de ellos, desconocidos en estas latitudes. Se valoró de manera especial, el aporte de los ciento veinte números de la Revista Impactos en la difusión y defensa del patrimonio histórico cultural regional, producidos entre octubre de 1989 y julio de 2003.

Algunos de los asistentes se refirieron especialmente, a los textos escritos por Vega Delgado, “Cuando el cielo se oscurece”, o la historia de vida de Alberto Achacaz Walakial uno de los últimos miembros de la comunidad kawésqar, y “La masacre de la Federación Obrera en Magallanes”, obra señera en el intento de establecer una interpretación con rigurosidad histórica, de los principales acontecimientos vividos por los trabajadores magallánicos desde la formación de las primeras mutuales en el territorio, en mayo de 1893 hasta los hechos de sangre del 27 de julio de 1920. 

Por su amistad con Carlos y por las publicaciones sostenidas en Impactos, y en ediciones de sus obras realizadas con Atelí, otros mencionaron a los investigadores Oscar Domingo Gutiérrez, -fallecido también hace sólo unas semanas-, por su trabajo en la recuperación de la identidad y la cultura selknam en la Tierra del Fuego argentina y al historiador Luis Vitale, gran conocedor de la historia política y social de los pueblos latinoamericanos.

Lo cierto es que el trabajo de Carlos comprende además, el rescate de historias urbanas, como es el llamado crimen del Cerro de la Cruz; la recreación de personajes míticos del acontecer regional, en el caso de Pascualini;  la reinterpretación de controvertidos sucesos ocurridos en Magallanes como los vejámenes inferidos a los indígenas en Tierra del Fuego; el redescubrimiento del expediente  al proceso de los brujos de Chiloé, y las crónicas publicadas por literatos y periodistas nacionales y extranjeros sobre Magallanes, en la desaparecida Revista En Viaje de la empresa de Ferrocarriles del Estado.

A nuestro entender, hay otros trabajos de investigación de sumo interés y de alta significación, producidos por Carlos que no han tenido la difusión que merecen. Son obras de gran magnitud que requirieron para su materialización, de la colaboración de otros investigadores. Nos referimos a los títulos, “José Domingo Gómez Rojas. Vida y obra”, realizado en coautoría con Fabio Moraga Valle; “El juicio de Cambiazo”, escrito con la participación de los hijos de Carlos, el profesor de historia Carlos Vega Cacabelos y el periodista Alejandro Vega Cacabelos; y la serie de documentos que dieron vida al libro, “Develando el misterio de la ciudad de los Césares”, publicado junto con Carlos Vega Cacabelos.

José Domingo Gómez Rojas (1896-1920)

Editado en septiembre de 1997, este libro de 281 páginas, demandó mucho esfuerzo, porque buena parte de la documentación sobre el poeta capitalino había desaparecido. Varios factores jugaban en contra de la investigación. José Domingo Gómez Rojas fue un autor perseguido por sus ideas anarquistas y nihilistas durante 1920 en medio de la convulsionada elección presidencial entre Luis Barros Borgoño y Arturo Alessandri Palma. Detenido en su hogar fue enviado a la cárcel pública y de ahí a la penitenciaría de Santiago. Víctima de las torturas enloqueció, falleciendo en la casa de orates, el 29 de septiembre de 1920.

Moraga y Vega reconstruyeron los principales momentos de la breve e intensa vida de Gómez Rojas revisando archivos en la Biblioteca Nacional, en la Universidad de Chile y en el Archivo Nacional en Santiago. Consultaron numerosos libros que tratan sobre la época en que ocurrieron los acontecimientos, especialmente los títulos, “Un movimiento ideológico en Chile”, de Eliodoro Domínguez (1920); “Los amores del poeta”, de Oscar Videla (1920); “La tiranía en Chile. Libro escrito en el exilio”, de Carlos Vicuña Fuentes (1928); la novela “El año veinte”, de Luis Enrique Délano (1973); “José Domingo Gómez Rojas. Elegías” (1935), y “Memorias de un autor teatral” (1982), estudios de Antonio Acevedo Hernández; “Gómez Rojas, realidad y símbolo” (1937), “Popularización de Gómez Rojas” (1939), “Gómez Rojas, José Domingo. Rebeldías Líricas”, (1940), ensayos de Andrés Sabella.

Se revisaron también, diarios y periódicos de ese entonces, como “El Chileno” de 1915; “Última Hora” y “El Mercurio”, de 1920; “La Región Minera” de Coronel de 1922; “La Opinión”, de Santiago de 1935; y las revistas “Juventud”, de 1910-1921”; “Ideas y figuras” de 1910-1912; “Claridad”, ediciones de 1920 y 1921; “Pacífico-Magazine” de 1913-1921; “El heraldo cristiano” de Santiago, de 1912-1920; “Memoria de los médicos de la casa de orates de Santiago”, de 1921; “Sucesos” de 1914-1920 y 1933; y “Babel” de 1945.

La investigación determinó que la mayoría de los trabajos escritos y publicados en su momento por Gómez Rojas, se encontraban olvidados y perdidos. Los autores diseñaron un marco teórico en función de los recuerdos plasmados acerca del poeta por autores de la misma generación, que compartieron las dramáticas jornadas de 1920, entre éstos, Manuel Rojas, José Santos González Vera y Antonio Acevedo Hernández. La lectura de los apuntes efectuados por Andrés Sabella a la segunda edición del poemario “Rebeldías líricas”, permitió hallar varias pistas que conectaban con diarios, periódicos y revistas antiguas, que contenían reseñas de la figura de Gómez Rojas.

Se estableció una cronología fundamental con los hitos principales de la vida y obra del poeta, dividido en dos bloques; uno de ellos brinda información sobre sus publicaciones. Sus primeros poemas fueron recogidos en el periódico “El heraldo cristiano” de 1912. Al año siguiente, editó el libro de versos “Rebeldías líricas”. Después de trabajar y publicar en el periódico El chileno, fue incluido con dos poemas en “La antología de los Diez” y en la revista “Selva Lírica”. En 1918 ingresó a estudiar leyes y pedagogía en castellano en la Universidad de Chile. Publicó el artículo “El artista pintor Alfredo Lobos” en la revista “Pacífico Magazine” y el poema “Corazón” en la revista “Juventud”, de la Federación de Estudiantes. En 1919 publicó el artículo “Don Federico Hanssen”, mientras que su obra dramática, inédita y extraviada, “La Gioconda”, obtuvo el primer lugar en el concurso literario del club de señoras de Santiago.

En prisión escribió los “Poemas de la Cárcel” publicados el 12 de octubre de 1920 en la revista “Claridad”. A continuación, se ordenan los hechos posteriores a la muerte de Gómez Rojas. La revista “Alba” de San Carlos en su edición de junio de 1921 publicó el poema “Miserere”, en tanto, en la “Memoria de los médicos de la casa de orates de Santiago” se consigna la muerte del poeta como la de un estudiante afectado de meningitis.

En 1922 la editorial “Lux” con prólogo de Roberto Meza Fuentes reeditó el poemario “Rebeldías líricas”. Diez años más tarde, El Ateneo de Iquique, bautizó su grupo teatral con el nombre del poeta. El 29 de septiembre de 1940, la Federación de Estudiantes de Chile y la Municipalidad de Santiago inauguraron un monolito y designaron con el nombre de José Domingo Gómez Rojas, un parque ubicado frente a la escuela de Derecho de la Universidad de Chile. En 1941, la Alianza de Intelectuales de Chile instaló una placa conmemorativa en la celda de la penitenciaría de Santiago, donde el poeta estuvo preso.

Por la tendencia anarcosindicalista del movimiento obrero en la Patagonia, la figura de Gómez Rojas caló hondo en la vida cultural de Magallanes. En 1933 la Revista Germinal del Liceo de Hombres de Punta Arenas, dedicó una biografía del poeta a su número de abril. En Puerto Natales, en 1937, el grupo artístico del Sindicato de Campo y Frigoríficos fue denominado con el nombre del escritor y una calle de la ciudad fue designada como Domingo Gómez Rojas, nombre que fue cambiado por Camilo Henríquez, luego del golpe de estado de 1973.

Por último, además de hallar el libro inédito Opera Omnia en el legado de la colección Neruda del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile, se concluyó que la novela “De mar a mar” se encuentra perdida, al igual que la comedia escrita en verso y prosa ¿Ha muerto el amor?, el drama estrenado por Acevedo Hernández en el teatro Arturo Prat de Santiago en 1922, “El vino triste” y el drama en tres actos, cedido en primera instancia a Santos González Vera, “Los emigrantes”.

Cambiazo

Cuatrocientas veintidós páginas respaldan esta investigación, publicada en abril de 2004, que relaciona los hechos de sangre que afectaron al naciente poblado de Punta Arenas, producto de un motín perpetrado por un militar al que la mayoría de los historiadores de todas las tendencias ideológicas, lo han considerado como un loco, un sádico, incluso como ‘un engendro diabólico’.

En el libro, se incorpora la transcripción completa de la “Copia de la causa criminal seguida en Valparaíso contra el teniente don José Miguel Cambiazo y sus cómplices, por la revolución que hicieron en Magallanes el día 21 de noviembre de 1851”, doce anexos, nueve cartas, un índice de grabados en colores y otro en blanco y negro distribuidos entre páginas, junto con documentos, hojas de vida militar de los insubordinados y un plano de la colonia de Punta Arenas al momento de los acontecimientos.

Tal vez, el mérito principal de la obra es la demostración que a nuestro juicio logran los autores, Vega Delgado y los hermanos Vega Cacabelos, de relevar a Cambiazo como un ‘sujeto de su tiempo’, y no, como lo han descrito invariablemente, historiadores, literatos y periodistas; es decir, como un hombre que motivado por la venganza, se rebeló contra las autoridades de la colonia, provocando un sangriento motín, que implicó la destrucción casi total de la colonia en Punta Arenas.

En “El juicio de Cambiazo” en cambio, se nos revela un personaje comprometido, como la mayoría de los insurrectos que actuaron el 21 de noviembre de 1851 y en los días que siguieron, en el proceso y en las luchas revolucionarias de 1850 y 51 que coincidió con el término del gobierno de Manuel Bulnes y el problema de su sucesión. Mientras el oficialismo confiaba en la elección de Manuel Montt, la oposición levantó la candidatura presidencial del general José María de la Cruz, antiguo defensor de las prerrogativas de las provincias, por sobre el predominio de Santiago.

Las diferencias políticas se acentuaron en 1851. El 20 de abril, se produjo en la capital el motín de Urriola con participación de miembros de la Sociedad de la Igualdad, intelectuales liberales y el batallón Valdivia, el que después de rodear La Moneda, atacó al cuartel de artillería en el cerro Santa Lucía, con centenares de muertos y heridos. El gobierno logró sofocar el motín. A última hora, condonó por la pena de relegación, las condenas a muerte de los vencidos.

Las elecciones celebradas en junio, acrecentaron la percepción de fraude en perjuicio de José María de la Cruz, quien marchó sobre Santiago el 7 de septiembre, iniciando la guerra civil. Pronto se levantaron contra el gobierno de Montt, La Serena y otras provincias; sin embargo, en noviembre, los rebeldes fueron derrotados en Petorca y posteriormente, en Loncomilla. El 14 de diciembre se firmaba el acta de rendición.

En tanto, Cambiazo quien llegó el 9 de octubre relegado a Punta Arenas con otros integrantes del batallón Valdivia involucrados en el motín de Urriola, en momentos en que el país se encontraba en plena guerra civil, confiere más valor a la investigación de los Vega: el intento por demostrar que el motín ejecutado en Punta Arenas el 21 de noviembre no fue posiblemente, un hecho aislado, sino que respondía a la situación bélica global que experimentaba Chile en 1851.

La Ciudad de los Césares

Este libro de doscientas páginas, publicado en julio de 2006 comprende una revisión completa de los principales documentos, mitos y leyendas elaborados en torno a la veracidad de la Ciudad de los Césares y de las expediciones que se realizaron, financiadas en muchos casos, por la misma corona española. Carlos Vega Delgado y Carlos Vega Cacabelos, reunieron en una especie de ensayo de interpretación histórica, las ideas que llevaron a formular desde hace más de cuatro siglos, la creencia de una ciudad encantada, repleta de oro y riquezas, donde españoles e indígenas vivían juntos en armonía y en paz.

Los autores se preguntan, si acaso ‘los césares’ podría ser la primera ciudad de Chile, donde se hallaba la eterna juventud y la piedra filosofal. Los españoles habían buscado en una isla que los incas llamaban Ma Noa (Dorada) en el centro de un gran lago salado al norte del río Orinoco, la ciudad encantada llena de oro y de plata. Por otra parte, la geografía de la Patagonia y Tierra del Fuego con su millón ciento noventa mil kilómetros cuadrados de superficie, extensión superior a la que ocupan, en conjunto, Alemania, Bélgica, Francia, Holanda y Suiza, habría generado en los europeos la noción de una ciudad perdida o encantada.

Las leyendas contadas por los españoles, trasladaron la ciudad encantada o de los césares, desde el estrecho de Magallanes a las pampas al sur de Buenos Aires, luego a los sectores aledaños a Osorno y Valdivia y a la Patagonia septentrional e incluso, a la Tierra del Fuego. Los naufragios de las expediciones de Simón de Alcazaba y del obispo de Plasencia en el siglo XVI en el estrecho de Magallanes, con la desaparición inexplicable de las tripulaciones que no habían perecido ahogadas, cimentó el mito. Diego de Rojas y Juan Ramírez de Velasco se cuentan, entre los primeros en conseguir recursos del virreinato de Lima para indagar en la existencia de esta posible ciudad encantada en que se hallarían viviendo los náufragos.

El drama de las poblaciones “Nombre de Jesús” y Rey Felipe” en el estrecho de Magallanes ratificó la creencia de que los posibles sobrevivientes y sus familias se habían internado en el continente fundando una ciudad oculta en la Patagonia, leyenda que se extendió alrededor de 1600 después del desastre de Curalaba y la destrucción de los pueblos levantados al sur del Biobío. Los indígenas utilizaron el miedo para defender su identidad cultural, como fue el caso de los brujos de Chiloé y su organización conocida como la Recta Provincia. Los españoles temían a los buques fantasmas, a los seres fenomenales y a los maleficios.

Al cabo de 150 años, desde Chiloé se organizaron grandes expediciones en busca de la Ciudad de los Césares. El sacerdote jesuita Nicolás Mascardi y el franciscano Francisco de Menéndez, se encuentran vinculados con proyectos de evangelización al lago Nahuelhuapi en la Patagonia, entre 1669 a 1673 el primero, y desde 1791 a 1794,  el segundo.

Los autores agregaron trece cédulas reales que prueban el interés de España por hallar la Ciudad de los Césares.

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