Baños públicos, mejor transporte y más centros de día: el desafío de adaptar la ciudad al envejecimiento
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Las caídas, la falta de transporte adecuado y la escasez de médicos geriatras afectan la autonomía de miles de personas mayores en una región que registra una de las poblaciones más envejecidas del país.
Nos estamos transformando en un país viejo. Esa es la conclusión que deja en evidencia el Censo 2024, cuyos resultados revelaron que Chile alcanzó un índice de envejecimiento de 79,0: hoy existen 79 personas de 65 años o más por cada 100 menores de 15. Una cifra que confirma un cambio profundo y sostenido en la estructura demográfica del país.
En Magallanes, el panorama es aún más crítico. La región es la cuarta más envejecida de Chile, con un índice de 87,1, muy por sobre el promedio nacional. Además, su edad promedio llega a los 38,9 años, una señal de que el envejecimiento ya no es un escenario futuro, sino un desafío presente y urgente. Ante este escenario surge una pregunta inevitable: ¿cómo deben adaptarse las ciudades para acompañar este proceso?
Para la abogada Consuelo Moreno, de Fundación Grandes, la respuesta comienza en los detalles más simples, pero también más determinantes: veredas parejas, rampas adecuadas y cruces peatonales pensados para ritmos más lentos. “Una caída puede significar una fractura, pérdida de independencia o incluso institucionalización”, advierte. El temor a tropezar, dice, encierra a las personas mayores en sus casas, y ese encierro deriva en soledad, depresión y deterioro cognitivo. “Si no aseguramos algo tan básico como caminar, todo lo demás se vuelve secundario”, enfatiza.
El transporte público es otro pilar clave. No se trata sólo de infraestructura, sino también de trato. “A veces no es que el bus sea inaccesible; es que el conductor no para, grita o hace sentir torpe a la persona mayor”, señala Moreno. Para una ciudad verdaderamente amigable se requieren paraderos accesibles y protegidos, capacitación obligatoria en trato digno para los conductores y buses que se detengan a nivel de la acera, sin obligar a los pasajeros mayores a realizar maniobras riesgosas.
Mayor cantidad
de baños públicos
Si una ciudad quiere ser amigable con los adultos mayores, debe aumentar la cantidad de baños públicos, ya que su ausencia representa una barrera para aquellas personas con incontinencia urinaria. En el centro de Punta Arenas existe un baño público ubicado en la intersección de Colón con Bories, el cual en varias ocasiones está inoperativo; y otro en la Galería Palace.
Moreno ejemplifica que esto obliga a los adultos mayores a ingresar a locales de comida y pagar un consumo a cambio de usar el baño. “Esto actúa como un desincentivo a participar en la vida urbana”, enfatiza. Según la representante de Fundación Grandes, se deben incentivar comercios “amigables con las personas mayores” que permitan el uso de sus baños sin consumo.
Más centros de día
“Ojalá la mayoría envejeciera y muriera en su casa, no en residencias”, enfatiza Consuelo Moreno, quien estima necesario aumentar la oferta de centros de día para los adultos mayores, los cuales tengan programas de rehabilitación, talleres y acompañamiento. También es importante fomentar la creación de clubes sociales y culturales. Moreno destaca que otro pilar importante es potenciar la formación digital de las personas mayores, ya que esto hoy es necesario a la hora de hacer trámites y comunicarse.
Si en Punta Arenas ya es difícil envejecer con autonomía, en las zonas rurales el desafío se multiplica. Las distancias, el aislamiento, la falta de transporte y la baja densidad poblacional dejan a muchas personas mayores literalmente fuera del radar. Según Moreno, la ruralidad requiere mapear y registrar a las personas mayores de localidades pequeñas; fortalecer el transporte comunitario; llevar programas móviles de salud, rehabilitación y apoyo psicosocial; y crear redes vecinales coordinadas con municipios.
Más geriatras
La disponibilidad de médicos geriatras sigue siendo uno de los principales cuellos de botella frente al envejecimiento acelerado de la población. Aunque la recomendación internacional sugiere un geriatra por cada 5.000 personas mayores, la región -que hasta hace poco contaba sólo con uno- hoy dispone de tres especialistas. En Magallanes se necesitarían seis.
La falta de profesionales responde en parte al desconocimiento y a la baja valoración histórica de la geriatría, aunque su importancia crece a medida que el país envejece.
El desafío, sin embargo, no se limita a la medicina: universidades y centros formativos deben incorporar el envejecimiento en carreras tan diversas como derecho, enfermería, kinesiología, arquitectura e ingeniería, entendiendo que diseñar servicios, ciudades y políticas para una población mayor requiere un cambio de mirada profundo.
Ley Integral para las Personas Mayores
La iniciativa establecerá un marco de derechos -trabajo, salud, participación, privacidad, autonomía y conectividad digital- junto con obligaciones concretas para el Estado. En lo laboral, por ejemplo, tipifica como discriminación el rechazo por edad, permitiendo que una persona pueda denunciar a una empresa si demuestra que fue descartada solo por cumplir más años. En otros ámbitos, crea la figura del abandono social, inexistente hoy, que permitirá a los tribunales actuar frente a casos de maltrato, desprotección o aislamiento extremo.
Uno de los puntos más relevantes es la obligatoriedad de elaborar una política nacional de envejecimiento, intersectorial y permanente, que involucre a ministerios como Salud, Trabajo y Transporte. La idea es simple: no llegar tarde, prevenir antes que reparar.
Con esta legislación, Senama pasará de tener coordinaciones regionales a contar con direcciones regionales, con más atribuciones, personal y recursos -aún limitados- para abordar las necesidades específicas de un territorio vasto y diverso.




