El apoyo permanente de Pedro Aguirre Cerda y de la Masonería a Gabriela Mistral
En el último tiempo se han sucedido los festejos y las manifestaciones que rememoran a la educadora y poetisa chilena nacida en el remoto Vicuña, en la provincia de Elqui de la actual Región de Coquimbo, un 7 de abril de 1889, mismo año en que se conmemoraba en Francia la exposición internacional de París, con la inauguración de la torre Eiffel, dentro del marco del primer centenario de la revolución francesa y en nuestro país, el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile iniciaba sus clases estrenando el modelo concéntrico de enseñanza que haría historia en la formación docente con profesores alemanes traídos por el presidente José Manuel Balmaceda.
Gabriela Mistral, seudónimo literario de Lucila Godoy Alcayaga, quien comenzó a cimentar su nombre en el mundo de la literatura, posiblemente, desde su participación en los juegos florales de Santiago a fines de 1914, con sus “Sonetos de la muerte”, expresó a través de su voz y su palabra, la preocupación por el destino de los pueblos originarios, denunciando la pobreza en que vivían muchos niños en las comunidades rurales de la mayoría de los países latinoamericanos y luchando por la igualdad de oportunidades para las mujeres de todo el mundo.
Los ochenta años de la entrega del Premio Nobel de Literatura a Mistral, han sido programados desde hace tiempo como una actividad especial del Estado de Chile. Los ministerios de Educación y de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, han realizado en todo el país, eventos, seminarios, y financiando total o parcialmente, distintos trabajos artísticos, históricos y literarios sobre la poetisa, galardonada por la Academia Sueca un 10 de diciembre de 1945.
Este año se agregaron en las celebraciones, varias importantes instituciones de educación superior chilenas, entre ellas, la Universidad de Chile con una valiosa exposición que reúne documentos, objetos personales, fotografías, libros, material audiovisual, instalaciones sensoriales y otras obras de arte contemporáneo, y la Corporación “Letras Laicas”, organización que agrupa a escritores librepensadores, que colaboró en la publicación de al menos dos importantes obras sobre la Premio Nobel: “Gabriela secreta. Más allá del mito”, de Roberto Berríos y “Gabriela Mistral entre masones. Su religiosidad y los ritos nacionales” selección de siete ensayos preparados por integrantes de “Letras Laicas”.
Lo anterior, coloca en evidencia un hecho que por distintos motivos se ha ignorado u ocultado, -aunque no es propósito de esta semblanza escudriñar en los motivos que han generado esta situación-, y que es, el vínculo de Gabriela Mistral con la Masonería y de cómo, altos dignatarios de la augusta orden fueron determinantes en diversos periodos vividos por la escritora, que permitieron, entre otras cosas, levantar su postulación al Premio Nobel de Literatura.
La logia, desde el comienzo
Además de los libros citados previamente, incorporamos para hacer posible esta reseña, el texto publicado en 2021, “Gobernar es educar. Historias de Pedro Aguirre Cerda” de los periodistas Enrique Corvetto y Gonzalo Valero.
De acuerdo con la investigación planteada, Aguirre Cerda conoció a Mistral alrededor de 1916, cuando ella vivía en Los Andes. Por aquel entonces, la poetisa mostraba una gran inclinación por la forma de transmitir conocimientos de quien fuera mentor del propio Aguirre Cerda, el profesor de castellano y filosofía, Maximiliano Salas Marchant, quien en ese momento era director de la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez en Santiago. Mistral parecía tener especial interés por conocer la casa que habitó el político y educador argentino Domingo Faustino Sarmiento ubicada a escasos metros de la de Aguirre Cerda.
Dos de las preguntas que se hace la gente común, y por cierto, los docentes de aquella época, son las siguientes: ¿Cómo llegó Mistral a tener tanto conocimiento, lecturas de filósofos, historiadores y literatos de renombre universal, si ella provenía de un ambiente rural, donde casi no se conocían los libros? Si su educación superior incluso, fue incompleta, ¿Cómo estaba al tanto de casi todas las más avanzadas y modernas teorías pedagógicas?
La respuesta hay que encontrarla en la relación de Mistral con la Masonería. A estas alturas, es sabido que la poetisa participó de una logia de origen belga en La Serena. La amistad que sostuvo en esos años con el educador y político del partido Radical y masón, Bernardo Ossandón fue fundamental para comprender y asimilar las ideas que este librepensador tenía sobre la extensión de la educación pública hacia los sectores más modestos de la sociedad, que incluía, a los artesanos, los niños y las madres de éstos. Al respecto, la doctora en lenguas hispánicas de la Universidad de Berkeley, Soledad Falabella Luco, asegura que Mistral accedió a la biblioteca personal de Ossandón donde se empapó de las lecturas de los más importantes autores franceses, todos masones.
La atracción de Mistral por la Masonería no es casual, como tampoco lo fue el apoyo brindado por respetables miembros de la logia quienes valoraban su esfuerzo y su trabajo literario. Es lo que ocurrió en el verano de 1918, cuando Pedro Aguirre Cerda, ministro de Justicia e Instrucción Pública del Gobierno de Juan Luis Sanfuentes, al enterarse de la difícil situación que afectaba al Liceo de Niñas de Punta Arenas, sabiendo que su hermano Luis, también masón, era un médico de prestigio en la ciudad, no dudó en promover su traslado al austro como directora del establecimiento fiscal, acompañada de un plantel de jóvenes maestras.
En Punta Arenas, los masones se agrupaban en torno a la logia Estrella de Magallanes N°25, una de las más antiguas constituidas en el país. Aunque su fecha de fundación oficial databa de mayo de 1909, Lautaro Navarro Avaria registraba en su famoso Censo General del Territorio de Magallanes de 1908 la existencia de la logia “Luz Austral” conformada en 1906, si bien, se recogían también, antecedentes en el vespertino El Magallanes de actividades masónicas en la casa almacén de Lionel Louis Jacobs -donde hoy se halla el edificio Victoria- , desde febrero de 1896, lo que demostraba que las ideas de muchos europeos librepensadores llegados al austro, estaban en boga ya a fines del siglo XIX.
Aguirre Cerda sabía obviamente todo esto, además de la existencia de la Sociedad de Instrucción Popular, el sobrio e imponente recinto masónico ubicado en Avenida Colón en pleno centro de Punta Arenas, donde funcionaba desde 1910 la Escuela Nocturna Popular. Por eso, junto con recomendar a Mistral, solicitó a la educadora una misión especial, en un territorio manejado por colonos en su mayoría europeos, con la prevalencia de la actividad privada en que el Estado no tenía mayor incidencia: ir a “chilenizar” el austro, donde el extranjero superabundaba.
Era una decisión en extremo arriesgada, toda vez, que los habitantes del territorio de Magallanes, pese a la serie de leyes de excepción que se habían dictado para incentivar la inmigración extranjera principalmente europea y para fomentar el desarrollo económico, -Punta Arenas tuvo puerto libre entre 1868 y 1912- , carecían de derechos esenciales para escoger a sus propias autoridades comunales, para elegir a representantes al Parlamento o a la Presidencia de la República. Recordemos que recién, en la década del 1930, cuando el territorio fue elevado a categoría de provincia, los magallánicos pudieron participar a través del voto popular, en elecciones democráticas.
El trabajo desempeñado por Mistral en la Sociedad de Instrucción Popular fue conocido en Magallanes, debido a las publicaciones que la prensa regional hacía de sus conferencias. En el Liceo de Niñas, además de una serie de medidas estructurales que mejoraron sustancialmente los índices de calidad del establecimiento, Mistral produjo, con varios profesionales masones, la más importante revista literaria de su época: “Mireya”, editada desde mayo a noviembre de 1919 la cual, alcanzó a seis números.
El mensuario, dirigido por Oscar Munizaga Ossandón, estaba dividido en algunas secciones como Páginas de Educación Popular, en que destacaban artículos de escritores nacionales y extranjeros, como asimismo, de colaboraciones firmadas por Pedro Aguirre Cerda y de la propia Mistral, que se referían a las necesidades que aquejaban al Magisterio local como asimismo, a los logros obtenidos en la instrucción primaria y secundaria de Magallanes. Un ejemplo de lo que aseveramos, lo hallamos en el N°2 de la revista en que, luego de incorporar algunas lecturas de autores nacionales, del poema “Piececitos” de Mistral, de una circular sobre Educación moral de Aguirre Cerda, se revelan significativas noticias de actualidad acerca del funcionamiento del Centro Pedagógico de Magallanes que dirige Luis Enrique Zelada; del restablecimiento del desayuno escolar y de la traída desde Estados Unidos de implementos para fundar en Punta Arenas, la primera clínica dental para niños. En cuanto a la escuela nocturna se dice: “La Sociedad de Instrucción Popular ensaya, sin regularidad de tiempo todavía, el establecimiento de la Extensión Universitaria”.
Del austro a México
Los motivos que originaron la salida de Mistral de Magallanes, no están, del todo claros. Se ha dicho que el clima y el frío afectaron la salud de la poetisa, si bien, Corvetto y Valero aseguran que en el norte del país, comenzaron a circular comentarios negativos por no ser profesora titulada, lo que impedía que desarrollara un proyecto educacional a largo plazo.
Mistral recurrió nuevamente a Aguirre Cerda quien “arregló” su traslado para dirigir el Liceo de Temuco, donde permaneció sólo unos meses. La verdad es que la poetisa aspiraba la dirección de un liceo de la capital, como lo demuestra el historiador Matías Tagle Domínguez en la recopilación, “Gabriela Mistral y Pedro Aguirre Cerda a través de su correspondencia privada (1919-1941)”. El futuro presidente de Chile se la jugó para que Mistral dirigiera el Liceo de Niñas N°6 Teresa Prats, lo que causó una agria polémica con la líder feminista y doctora en educación Amanda Labarca y con muchos directivos docentes agremiados en la entonces Sociedad Nacional de Profesores.
Mistral no se quedó atrás y acusó a Labarca de ejercer influencia en el ámbito educativo, por intermedio de su marido que era un distinguido masón. Los profesores retrucaron a Mistral aduciendo que los cargos directivos que había obtenido, se debían a su amistad con Aguirre Cerda, incluso, se ventilaron rumores que la escritora desmintió de inmediato, sobre una posible relación amorosa entre ella y el abogado de Pocuro.
En Santiago, mientras dirigió el Liceo N°6, Mistral frecuentó la logia “Luz y Esperanza”. En la biblioteca de aquel taller leyó a escritores rusos y autores tan diversos como Schiller, Goethe, o Hegel, que para sorpresa de ella eran masones. En tanto, surgía la posibilidad de que viajara a México donde el gobierno del laborista Alvaro Obregón, buscaba hacer efectiva la gran reforma educacional propuesta por el ministro del ramo José Vasconcelos, después de diez años de guerra civil.
En definitiva, el respaldo de miembros de la orden masónica resultó esencial para que Mistral llegara a México en junio de 1922, un año clave en la producción de la poetisa y educadora. No es de extrañar que un reconocido masón como José Vasconcelos viera en ella a la persona idónea que podría interpretar los principales aspectos de un proceso transformador en la educación mexicana, con la fundación de escuelas rurales y bibliotecas públicas que integrara a campesinos e indígenas al concepto de nación. Así las cosas, con Mistral internándose en pueblos y aldeas cimentando la idea de Vasconcelos, en la Universidad de Columbia en Nueva York, otro destacado masón, el filólogo hispano Federico de Onís, convencía a los catedráticos del Instituto de las Españas, para publicar en octubre de ese año, la primera edición de un poemario escrito en gran parte en Magallanes. Y como no podía ser de otra forma, Mistral agregó desde México, la siguiente dedicatoria a su libro “Desolación”: “A don Pedro Aguirre Cerda y a la señora doña Juana A. de Aguirre, a quienes debo las horas de paz que vivo”.
Camino al Premio Nobel
El impacto causado por la publicación de “Desolación” entre lectores latinos y del ámbito académico en Estados Unidos y en México, convirtió a Mistral en una especie de celebridad. En Chile, la editorial Nascimento inició la publicación de escritores nacionales con una cuidada reedición de “Desolación” en 1924, en los instantes en que el gobierno de Arturo Alessandri Palma -otro masón- la proponía como delegada chilena del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones, lo que en la práctica significó el ingreso de Mistral a la diplomacia, lo que permitió su designación a los consulados de varias ciudades del mundo, donde sirvió por casi treinta años. Al respecto, debemos recordar que en su segunda administración de gobierno, Alessandri creó para Mistral en 1935, el cargo de “Cónsul particular de profesión”.
Desde su primer arribo a México en 1922, Mistral fue generando una extensa red de contactos en el extranjero, lo cual facilitó la difusión de sus obras, lo que llevó a que dos personas naturales propusieran a la poetisa en 1926 y 1933 como candidata al Premio Nobel de Literatura, iniciativas que lamentablemente, no prosperaron.
Los intentos fallidos no disminuyeron el interés de la Universidad de Chile que desde el rectorado de Juvenal Hernández Jaque “ilustre masón- comenzó a diseñar una carpeta con documentos, luego que Mistral publicara el poemario “Tala” en 1938, fecha que coincidió con el ascenso a la primera magistratura del país de Pedro Aguirre Cerda, y de la misiva enviada por la escritora ecuatoriana Adelaida Velasco, quien recomendó a Mistral como candidata al Nobel, al nuevo presidente chileno.
Aguirre Cerda realizó un intenso “lobby” por su amiga que incluyó traducciones al francés de las obras de la autora. El ministro de educación Rudecindo Ortega encargó a la Facultad de filosofía y educación de la U. de Chile, por intermedio del decano Luis Galdames y del secretario académico Yolando Pino Saavedra, la elaboración de un dossier con la traducción al sueco de los libros de Mistral, mientras la escritora Magdalena Petit redactaba una biografía en francés de la poetisa chilena, distribuida en las principales academias y centros culturales de Europa.
La postulación oficial cursada el 14 de noviembre de 1939 quedó inconclusa por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Varios acontecimientos sucedieron en los seis años siguientes, entre ellos, el fallecimiento de Aguirre Cerda el 25 de noviembre de 1941. El lingüista y filólogo Rodolfo Oroz, -por cierto masón también- propuso a Mistral como candidata al recién creado Premio Nacional de Literatura en 1942, distinción que recayó en Augusto D”Halmar.
La espera fue la mejor aliada de la poetisa chilena. En 1945, la Academia en Estocolmo la convirtió en la primera y hasta ahora en la única mujer iberoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura. Como aseguran Corvetto y Valero, “Los astros se confabularon para que Pedro Aguirre Cerda y Gabriela Mistral pudieran coincidir en ese espacio del tiempo y así construyeran historia”.
Mistral destinó la plata del Premio Nacional de Literatura 1951 a los niños pobres del Elqui.




