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Reforma al sistema político: crisis de los partidos tradicionales y su desconexión con la ciudadanía

Por Alejandro Kusanovic Domingo 14 de Diciembre del 2025

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En el contexto político actual, los partidos tradicionales arrastran una profunda crisis de legitimidad que los ha llevado a intentar adaptar —y modificar— leyes y reglamentos con el único propósito de sobrevivir. Esto se ha evidenciado con claridad en las últimas semanas, cuando tanto el oficialismo como la oposición tradicional, de manera llamativamente coordinada, han impulsado reformas urgentes al denominado “sistema político”, las que resultan altamente favorables para los propios partidos tradicionales.

Este fenómeno no es aislado, sino que constituye una respuesta reactiva frente a la creciente insatisfacción y desconfianza de la ciudadanía. Sin embargo, la raíz más profunda de esta crisis radica en la desconexión palpable entre los partidos y la sociedad, lo que plantea serias interrogantes sobre la salud de nuestra democracia.

Es innegable que los partidos políticos —elementos fundamentales de cualquier sistema democrático— deben adaptarse a realidades cambiantes y a las necesidades de sus ciudadanos. No obstante, la obsesión por modificar leyes y reglamentos sin un genuino ejercicio de autocrítica resulta problemática. Esta estrategia no solo es superficial, sino que también puede ser percibida como un intento de mantener el control a toda costa, incluso de manera arbitraria. Al concentrarse en la adecuación de sus normas internas, los partidos olvidan lo más importante: escuchar y comprender las preocupaciones reales de la ciudadanía.

Esta desconexión se traduce en políticas y decisiones que no responden a las demandas concretas de la población, lo que, a su vez, alimenta el desencanto social.

La falta de diálogo y la incapacidad para canalizar las disidencias terminan transformándose en un terreno fértil para el surgimiento de actitudes autoritarias dentro del sistema político. Cuando los partidos ignoran las voces críticas, se abre la puerta a la posibilidad de que se instale una “dictadura de los partidos”. Este concepto alude a un escenario en el que el poder deja de emanar del pueblo y pasa a ser monopolizado por una élite partidaria temerosa de perder su hegemonía. De este modo, se erosiona uno de los pilares esenciales de la democracia: la libertad.

Resulta alarmante constatar cómo, en este intento por preservar su existencia, los partidos tradicionales están dispuestos a sacrificar principios democráticos fundamentales. La evasión de un debate profundo y de una reflexión honesta sobre su propio rol en la sociedad no solo deslegitima su función representativa, sino que también puede derivar en una crisis aún mayor de gobernabilidad y de confianza pública.

En conclusión, si los partidos tradicionales aspiran realmente a revitalizarse y reconectar con la ciudadanía, deben ir mucho más allá de simples modificaciones legales. Se requiere un compromiso auténtico con una reflexión profunda y sincera sobre su vínculo con el electorado, adoptando un enfoque inclusivo que fomente la diversidad de opiniones y resguarde la libertad como principio esencial de la democracia. Sin este cambio, el riesgo de una dictadura de los partidos deja de ser una advertencia teórica para convertirse en una amenaza concreta, y la democracia misma queda reducida a un ideal en peligro.

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