¿El capítulo final?
Tenía prohibición de salir de Venezuela desde 2014. Hace unas semanas, el fiscal general, Tarek William Saab, le advirtió que sería considerada como “fugitiva”. Pese a todos los impedimentos, María Corina Machado logró viajar a Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz. Fue una odisea en la que enfrentó “extremo peligro” según el comité del Nobel.
Situaciones parecidas ha habido antes. Nunca, sin embargo, con tanto dramatismo. Ello explica los centenares -tal vez, millones- de mensajes de venezolanos que atiborraron las redes sociales. Sencillas felicitaciones, deseos de “volver a una patria libre” y mucha emoción, reflejaron el entusiasmo desde dentro y fuera de Venezuela.
Como era inevitable, también hubo expresiones de rechazo.
La vicepresidenta, Delcy Rodríguez, optó por la ironía: “Lo que pasó hoy en Noruega fue un velorio, un fracaso total, el show fracasó… En Noruega el pueblo salió a las calles por lo que es un premio manchado en sangre”. En realidad, el gobierno de Nicolás Maduro tenía problemas más graves, como el abordaje de un buque petrolero y lo que parecían ser los últimos preparativos para una acción armada de Estados Unidos. O, por lo menos, para lograr la salida del poder del dictador venezolano.
El discurso de Corina Machado, leídas por su hija, fue una voz de ánimo a los venezolanos cuya voluntad fue violentada por el régimen de Maduro en las elecciones de 2024: “Permítanme rendir homenaje a los héroes de este camino. A nuestros presos políticos, a los perseguidos, a sus familias y a todos los que defienden los derechos humanos”,
Sostuvo que Venezuela había llegado a ser la democracia “más estable” de América Latina, hasta que fue “desmantelada” por el “régimen”, al que acusó de falsificar la historia, corromper a las Fuerzas Armadas, manipular elecciones y perseguir a la disidencia.
No mencionó al fallecido presidente Hugo Chávez ni a su sucesor, Nicolás Maduro. Admitió, eso sí, que la decisión de no permitirle presentarse a los comicios fue “un golpe duro”, aunque, agregó, el movimiento siguió adelante con Edmundo González Urrutia, quien al parecer no era visto como una “amenaza” por el régimen.
Destacó la labor de miles de voluntarios en esa jornada electoral, usando la tecnología como “herramienta para la libertad”. Ello permitió digitalizar y publicar las actas, que, recordó, le dieron la victoria a González con el 67 por ciento de los votos.
El casi año y medio que lleva en la clandestinidad ha servido para construir nuevas redes de presión cívica y para preparar “una transición ordenada hacia la democracia”. Millones de venezolanos “ya sienten cercana su libertad… Venezuela volverá a respirar. Abriremos las puertas de las cárceles y veremos salir el sol a miles de inocentes que fueron encarcelados injustamente, abrazados al fin por quienes nunca dejaron de luchar por ellos”.
El futuro no se ve fácil.
Corina Machado reconoció que tuvo ayuda de Estados Unidos para salir de su país. Pero negó cualquier conocimiento de los planes de Washington o las maniobras en curso. Sintomáticamente, sin embargo, el fin de semana se estaba hablando, cada vez con más fuerza, de un arreglo para sacar al chavismo del poder. El eje de la discusión es, por supuesto, la gigantesca reserva petrolera de Venezuela.




