Una decisión clara en las urnas y un desafío mayor para la democracia
Más de 13 millones de ciudadanas y ciudadanos concurrieron este domingo a las urnas para definir, en segunda vuelta, quién conducirá los destinos de Chile durante los próximos cuatro años. La magnitud de la participación -apoyada por el voto obligatorio- reafirma que, pese al desgaste, las tensiones y la desafección que muchas veces se atribuyen al sistema político, la democracia sigue siendo el principal cauce de expresión colectiva del país.
A nivel nacional, los resultados fueron claros: José Antonio Kast se impuso con el 58,17% de los votos válidamente emitidos, frente al 41,83% alcanzado por Jeannette Jara. Con el 99,69% de las mesas escrutadas al cierre de esta edición, el veredicto ciudadano no dejó espacio a dudas respecto de quién fue el candidato que logró articular una mayoría suficiente para llegar a La Moneda.
En la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, el escenario fue más estrecho, pero igualmente concluyente. De un total de 121.975 personas que acudieron a votar, 112.397 emitieron sufragios válidos. Kast obtuvo el 55,29% de las preferencias, equivalente a 62.144 votos, mientras que Jara alcanzó el 44,71%, con 50.253 apoyos. Son cifras que reflejan una región políticamente diversa, con posiciones claras, pero también con una ciudadanía que participa y define.
Más allá de los porcentajes, hay gestos que merecen ser subrayados. Con un sistema electoral que funciona y da certezas, el rápido reconocimiento de la derrota por parte de Jeannette Jara debe ser valorado como una conducta ciudadana esperable según los estándares chilenos.
En tiempos donde la negación de los resultados y la deslegitimación de los procesos electorales se han vuelto prácticas frecuentes en otras latitudes, ese acto tuvo un valor político y democrático indiscutible.
En la misma línea se inscribe la llamada del Presidente Gabriel Boric al mandatario electo, José Antonio Kast, felicitándolo por su triunfo y comprometiendo una transición ordenada, respetuosa e institucional. Ambos gestos, desde veredas ideológicas opuestas, refuerzan una idea central: el poder se ejerce de manera transitoria, pero las instituciones y la democracia deben permanecer.
El resultado de esta segunda vuelta abre ahora una etapa distinta, donde el énfasis ya no está en la competencia, sino en la responsabilidad. Gobernar Chile -y hacerlo desde regiones como Magallanes, con sus particularidades, brechas y desafíos- exige altura de miras, respeto por las políticas de Estado y un compromiso efectivo con el bien común.
Las urnas hablaron con claridad. Corresponde ahora que quienes resultaron vencedores honren ese mandato con criterio republicano, conscientes de que Chile es más grande que cualquier proyecto personal o sectorial, y que la fortaleza democrática del país depende, en buena medida, de cómo se ejerce el poder una vez terminado el conteo de votos.




