“Miss Carbón”: la mina de Río Turbio
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
Argentina / España, 2025
Dirección: Agustina Macri
Protagonistas: Lux Pascal, Laura Grandinetti, Paco León
Disponible en Netflix
Aunque su presencia en Netflix le permite ser vista a nivel global, esta película mantiene un vínculo particular con Magallanes, al haber sido filmada en Río Turbio, localidad argentina ubicada a solo 30 kilómetros de Puerto Natales y que, por décadas, fue tierra prometida para chilenos que emigraron desde otras latitudes para cruzar esa pequeña frontera y sumergirse en las minas de carbón, donde, si bien la pega incluía ciertos riesgos, el sueldo podía compensarlo todo.
Hoy, ese mismo territorio es el escenario de Miss Carbón, producción argentino-española que narra la historia de Carla Rodríguez, “Carlita”, la primera mujer trans que trabajó en la mina. Su recorrido va desde el rechazo y el bullying inicial hasta el reconocimiento de su entorno, impulsado por una convicción que ella misma expresa con claridad: desde pequeña quiso trabajar dentro de una mina. Esa declaración de principios recuerda, en algo, al protagonista de una de las obras cumbres del cineasta norteamericano Martin Scorsese, Buenos muchachos (1990), cuando expresa su deseo de ser gánster. Y aunque la relación pueda parecer forzada, no lo es tanto, pues en esa confesión vocacional de Carlita hay un propósito de vida que roza la tragedia y cuya síntesis está en la frase que su padre pronuncia durante la cena: “Hay que ser muy hombre para ser minero”.
Esta obsesión es la que se despliega a lo largo del relato, en un Río Turbio que no duerme, casi siempre a media luz, donde el paisaje de la Patagonia se convierte en un personaje más, observando a Carlita mientras camina solitaria o acompañada, soporta el grito de “puto” o encuentra refugio en un club nocturno llamado Escorpio, instalado como en otra dimensión, donde prostitutas y travestis acogen a quien ese pequeño pueblo hace sentir forastero.
Agustina Macri filma, en la primera parte, la travesía de Carlita para trabajar al interior de la mina de carbón. Lo hace con planos cerrados, donde el rostro de Lux Pascal —hermana del actor Pedro Pascal— sostiene la narración a través de gestos de derrota y satisfacción. Lo que deja entrever es que, bajo tierra, hay más igualdad que en la superficie, donde unos senos implantados marcan —no para bien— la diferencia y donde la solidaridad del género femenino se mueve entre lo real y lo ficticio.
Este recorrido íntimo, que incluso incorpora imágenes oníricas, se diluye en la segunda mitad de la película cuando se alude a la votación legislativa que aprueba el cambio de sexo en Argentina. El relato abandona entonces el campo existencial de Carlita para ingresar al terreno del discurso e incluso del panfleto, lo que deja dudas sobre la verdadera intención de la película. Aparecen eslóganes, frases hechas y, entre ellas, un audio con la voz de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner que vuelve sospechosa la situación. Si bien el discurso político no necesariamente resta interés a esta u otras películas, la decisión de avanzar por este camino sacrifica la posibilidad de una mayor trascendencia narrativa. Quién sabe.
La banda sonora, de cierto aire místico, se combina con éxitos del pop argentino del período en que transcurre la historia y, por momentos, rinde homenaje a La piel que habito (2011), de Pedro Almodóvar, con la imagen de un cuerpo a punto de ser intervenido quirúrgicamente. Más concreto aún es el guiño al cine argentino, cuando un televisor exhibe la película Camila (1984) justo en el momento en que sus protagonistas deciden cruzar lo prohibido.
Miss Carbón es una buena película, cuya atmósfera y sentido de intimidad se resienten en su intento por aprovechar la oportunidad de instalar un discurso político sobre las minorías sexuales. Sin embargo, ello no le quita valor, porque por sobre todo permanece el rostro absolutamente protagónico de Lux Pascal, el paisaje observador de la Patagonia austral y, para los magallánicos —especialmente quienes habitan en Puerto Natales—, la silueta de un pueblo minero, algo más que vecino, llamado Río Turbio.




