Necrológicas

Convivencia, respeto y responsabilidad en los espacios públicos

Por La Prensa Austral Lunes 29 de Diciembre del 2025

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La reciente denuncia realizada por el la municipalidad de Punta Arenas, luego de detectarse el encendido de una bengala durante un ensayo de batucada en la Plaza de Armas, vuelve a poner sobre la mesa una discusión que va mucho más allá de un hecho puntual. Se trata de cómo entendemos nuestros espacios públicos, cómo los habitamos y -sobre todo- cómo aprendemos a convivir en ellos con responsabilidad y respeto mutuo.

La decisión del alcalde Claudio Radonich de visibilizar este episodio y derivarlo a las instancias correspondientes no debe interpretarse como una reacción exagerada ni como una incomprensión frente a las expresiones culturales. Por el contrario, constituye un acto de responsabilidad institucional que recuerda algo esencial: la Plaza de Armas no pertenece a un grupo, ni a una actividad, ni a una expresión específica. La plaza es de todos y, precisamente por eso, exige el mismo estándar de cuidado para todos.

Las bengalas no son un elemento inofensivo. La normativa las regula porque implican riesgo de incendio, daño al entorno y lesiones a las personas. En el pasado reciente, Punta Arenas ya ha debido enfrentar consecuencias materiales y patrimoniales producto del uso irresponsable de artefactos pirotécnicos. Desestimar esos riesgos sería desconocer la experiencia acumulada y relativizar la prevención como política pública.

Defender la convivencia armónica implica asumir límites claros: podemos celebrar, ensayar, reunirnos y expresarnos en comunidad, pero siempre dentro del marco de la ley y del cuidado colectivo. No se trata de prohibir la vida urbana ni las manifestaciones artísticas; se trata de proteger el derecho de todos a usar el espacio público en condiciones seguras.

Al mismo tiempo, el debate sobre las bengalas hoy ya no puede abordarse únicamente desde la perspectiva del riesgo físico. En diversas ciudades del país -y también en la Región de Magallanes- estos artefactos han comenzado a ser utilizados por redes de tráfico de drogas como señales visibles de disponibilidad o marcaje territorial. Este fenómeno emergente, que ya forma parte de los patrones observados por policías y entidades de seguridad, obliga a incorporar una mirada adicional: la prevención del delito y la protección de nuestros barrios frente a dinámicas que erosionan la vida comunitaria.

En ese contexto, la reacción municipal no sólo es correcta, sino necesaria. No se trata únicamente de evitar incendios o accidentes; también se trata de impedir que prácticas aparentemente triviales terminen normalizando gestos asociados a circuitos ilícitos que socavan la seguridad y la confianza entre vecinos.

Punta Arenas es una ciudad que se construye todos los días a partir de la convivencia. Esa convivencia requiere reglas compartidas, respeto por el prójimo y conciencia de que cada acción en el espacio público tiene efectos sobre otros. Cuidar la plaza, respetar la normativa y evitar conductas riesgosas no es una imposición. Es un acto de responsabilidad ciudadana.

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