Hoy se cumplen 10 años de un crimen no resuelto
El 15 de octubre de 2010 fue ultimada de 92 puñaladas la ciudadana dominicana Sonia Rodríguez Polanco, en Punta Arenas.
La investigación de la Fiscalía, dirigida por Eugenio Campos, apoyada por la Sip de Carabineros, apuntó siempre a un solo hombre: el sencillo e introvertido trabajador Domingo Jaime Mancilla Contreras.
En noviembre fue detenido y enviado a cumplir prisión. El abogado defensor fue siempre José Miguel Navarrete, quien desde el primer día creyó en la inocencia de su cliente.
Decía que lo único que lo incriminaba era la confesión que entregó a Carabineros. Y presentó informes psicológicos de las características personales de Mancilla, principalmente influenciable, “de fácil persuasión y con un amplio temor a las figuras de autoridad”.
Sin embargo para Campos la confesión de Mansilla era vital porque entregaba antecedentes que sólo la persona que protagonizó el sangriento hecho podía conocer, como heridas específicas en la zona de la espalda de la víctima.
Inocente
En julio de 2011 el acusado, para quien la Fiscalía pedía 10 años de cárcel, fue llevado a juicio.
Fiscal y defensor tenían posturas completamente antagónicas. Campos tenía la convicción plena de llevar a estrados al culpable del macabro hecho de sangre. Y Navarrete llegó a esta parte del proceso con la convicción absoluta de la inocencia de su cliente. Más aún cuando la Corte de Apelaciones liberó a su cliente de la prisión, permitiendo que esperara el juicio en libertad, donde fueron citados a declarar 89 testigos y 13 peritos.
Mancilla llegó acusado de un “homicidio calificado” y a la postre terminó declarado inocente.
El 20 de julio de 2011 los jueces Pablo Miño, Jovita Soto y Gonzalo Rojas, ratificaron la decisión de declarar inocente a Mancilla del crimen de la dominicana Sonia Rodríguez Polanco.
El fallo dejó establecido que de la prueba que presentó el Ministerio Público, “sólo emanan ciertos indicios que podrían vincular de alguna manera a Domingo Mancilla con los hechos de la acusación”, sin embargo “resultan insuficientes para desvirtuar la presunción de inocencia que nuestro ordenamiento jurídico ha establecido como garantía de un debido proceso”.
Así se cerró un capítulo judicial que dejó libre de toda culpabilidad a un hombre sencillo y tímido.
¿Quién la mató?
Pero si él no fue, entonces quién mató a la ciudadana dominicana. Hoy, 10 años después, la incógnita sigue abierta y el autor del sangriento crimen anda suelto por las calles.