Necrológicas

Un viaje a donde comienza el estrecho de Magallanes

Domingo 25 de Octubre del 2020

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El tiempo corre e, inexorablemente, nos alcanza. Tantos años preparándonos para la conmemoración de los 500 años desde que Hernando de Magallanes hallara, para los europeos, el estrecho que hoy lleva su nombre, y ésta ya quedó atrás.

Con cierta pesadumbre, observamos la estela que comienza a perderse entre las aguas y con ella va quedando en lontananza un viaje que, como región, pudo haber llegado a un mejor puerto.

Pero, no son momentos para pensar en lo que pudo ser, sino, más bien, para volver a re-descubrir lo que es nuestro. En tal contexto, un equipo periodístico de El Magallanes recorrió 272 kilómetros para ir al punto donde comienza este paso marítimo que fue y ha sido tan capital para la globalización, no sólo comercial, sino cultural.

Allí, volvimos a maravillarnos con nuestra geografía, nuestra historia y la belleza natural, pero, por sobre todo, a sentir el enorme privilegio de estar en un sitio único en el mundo: aquel donde comienza el estrecho y la historia de la Humanidad cambió.

Partiendo desde Punta Arenas, el cuadro pandémico del coronavirus nos hizo atravesar dos inspecciones sanitarias, la cual sorteamos en forma expedita. Luego de un viaje de 50 kilómetros por la ruta 9 Norte, tomamos el desvío por la ruta CH-255 que lleva a los viajeros hacia el paso fronterizo de Monte Aymond. Recorremos sobre unos 131 kilómetros hasta llegar a otro camino. Allí temíamos que la buena vida -como diría mi padre- terminara, porque iniciaríamos una ruta de tierra. Pero, la Y-545 nos recibió con la gentileza propia de aquel camino por donde primero pasó una máquina aplanadora.

“Es que el Presidente Piñera estaba invitado”, es el primer comentario que surge para explicar tanta maravilla, aludiendo al acto de inauguración de una obra escultórica al que concurríamos y que se realizó este jueves 22 de octubre en Punta Dungeness, comuna de San Gregorio. El Mandatario no estimó pertinente acudir, pero lo importante para nosotros es que a dicha eventualidad que no fue, le debemos que los próximos 91 kilómetros no terminaron siendo tan tortuosos como esperábamos.

Pronto la frontera se nos sobreviene encima y revivimos esta suerte de fraternidad tan propia de las tierras patagónicas, de grandes planicies donde sólo un alambrado separa Chile de Argentina. La vida de los vecinos queda expuesta, marcada por estancias y por las prospecciones petroleras. Así, las ovejas y “los caballitos” de YPF acompañan nuestro camino por la izquierda; girando la vista a la derecha, los predios estancieros magallánicos se alternan con instalaciones de Enap. Camufladas con los tonos del coirón, manadas de guanacos siguen su vida impasible, casi indiferentes al paso de la camioneta.

Llegamos. El Faro Punta Dungeness, centenario vigía del paso de los navegantes, acapara nuestra vista. Pero… “de repente, con una vuelta inesperada, se abrió ante nosotros casi el cabo mismo, un amplio paso, que como una vasta cinta brillante, serpenteaba entre las rocas obscuras, hendidas por las oscuras y profundas grietas y cubiertas por frondosos arbustos…”. Así sentimos lo mismo que Alexander Maximov, oficial naval ruso que describió así el momento en que comenzó a internarse por el estrecho de Magallanes.

Llegamos al punto que originó todo. Llegamos al recodo que afamó a Magallanes y que permitió la avalancha de los hambrientos expedicionarios que le seguirían después.

Desde la cúspide del Faro de Punta Dungeness, miramos la inmensidad que se nos abre ante nuestros ojos y concordamos con Antonio Pigafetta: “Creo que en el mundo no existe un estrecho más bello que éste”.

Alcanzamos el terruño donde estaban los primeros, los que, 500 años antes que los europeos, se paseaban por estos agrestes confines.

Y, precisamente, en medio de los largos vocativos de las autoridades presentes y de aquellas que no quisieron apersonarse a la aludida ceremonia con que se quiso marcar un hito conmemorativo de la hazaña magallánica, dimensionamos que nadie ha reparado en que hay grandes ausentes en estas ceremonias: los pueblos originarios.

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