La política representativa ha muerto…. ¡Viva la política!
Sólo los números del plebiscito del 25 de octubre, sin adjetivos ni calificaciones, dan cuenta de hechos categóricos: a) votó más electorado para este plebiscito que para la elección en la cual fue electo el Presidente Piñera; b) la votación da cuenta de la existencia de una minoría que no alcanza a configurar un tercio de los sufragantes; c) aun cuando existe un porcentaje importante de electores que, estando habilitado, no sufragó, no debemos dejar de considerar que la pandemia y la situación social naturalmente que conspiraron con una mayor participación; por lo demás, es preciso señalar que en un sistema de libre sufragio nunca vamos a tener cien por ciento de votos de electores habilitados emitidos.
Así las cosas, y más allá de los análisis triunfalistas de los actores políticos actuales, me parece necesario destacar que asistimos a la defunción de la política representativa o democracia indirecta, como la conocemos, pues la primera conclusión lógica, da cuenta que los representantes no han cumplido el encargo, el mandato de sus representados; en efecto el cambio de Constitución es la manifestación evidente que son las instituciones que inciden directamente en la vida de los ciudadanos las que no han sido modificadas para su servicio: sistema de pensiones, sistema de salud, educación y libertades en sus más diversos ámbitos, de conciencia, sexual, de género e incluso religiosa. (Las eventuales causas de esta desidia las trataremos en otra columna).
En conformidad a lo señalado, no es posible pensar en el ejercicio de la democracia en los mismos términos que hasta hoy y asistimos al nacimiento de un sistema de representación que debe permitir una mayor injerencia del ciudadano normal en los asuntos públicos pues es evidente que si la ciudadanía se pronunció de manera tan categórica en un tema tan grueso y contundente como un cambio constitucional, fueron nuestros representantes, parlamentarios y gobernantes los que no cumplieron con los intereses de la ciudadanía en éste y otros temas fundamentales en los cuales se ha actuado, incluso, contra sus intereses en ámbitos como la salud, la educación, la previsión social, los recursos naturales y tantos otros. Conforme a lo señalado los referéndums revocatorios para los cargos de elección popular, las iniciativas populares de ley y la ampliación de materias de interés público sujetas a la ratificación popular por medio del plebiscito, son instrumentos que, sin lugar a dudas, deben formar parte de la nueva Constitución para evitar que en el futuro mediato nuestros representantes dejen de trabajar para concretar las legítimas aspiraciones de los ciudadanos, sea por desidia, olvido o intencionadamente.
La democracia representativa ha quedado tan atrás como la democracia de los acuerdos, pues existe claridad que no son los ciudadanos los que establecían dos bloques tan diversos y antagonistas, sino que los propios representantes políticos eran los que defendieron privilegios que la mayoría de la ciudadanía no tolera ni quiere. Por ello los instrumentos de ejercicio de la democracia en forma directa, sin lugar a dudas, serán ineludibles en el Chile que nace y deben ser consagrados en nuestra Carta Fundamental.
Con la decisión del pueblo en esta votación se avanza al desarrollo pleno en lo social, quizás con menos familias poderosas que sean propietarias de la concentración de los ingresos y recursos más altos, con una disminución considerable de poderosos que puedan evitar sanciones económicas e incluso privativas de libertad, pero con una sociedad más equitativa y sana.