Justicia femenina en territorio de hombres
Hace dos días María Belén Carvajal, de 37 años, se convirtió en la primera mujer en arbitrar un partido de fútbol profesional en Primera B, dirigiendo en La Pintana el encuentro entre Melipilla y Copiapó. Más allá de las estadísticas en que la visita ganó en los últimos minutos, o del desempeño de la réferi que sacó 7 tarjetas amarillas y cobró un penal para cada equipo (uno de ellos discutido debido a la interpretación de una mano en el área), este encuentro pasó a la historia no sólo en los más de 100 años de nuestro futbol nacional, pues su acento más bien se encuentra en el mérito de una connacional que con hechos demuestra el avance a la igualdad de género.
Es que ser árbitro, especialmente de fútbol, es una de las tareas más paradójicas de entender. Cuando haces un buen trabajo pasas inadvertido, pero cuando cometes errores las consecuencias negativas pueden resultar exponencialmente inimaginables. Los jueces de una contienda son prejuiciados y se les mira con desconfianza antes de tiempo, se mueven en un mundo donde son actores secundarios o terciarios del espectáculo, sin embargo, el que finalmente todo salga de manera adecuada recae en sus hombros. Los hay buenos y malos, aunque la imagen de estos últimos es tan fuerte que inunda nuestro recuerdo, provocando reacciones fisiológicas a pesar del paso de los años (como olvidar el descarado robo del ecuatoriano Alfredo Rodas, que sigue provocando tristeza y rabia después de un cuarto de siglo). Pueden dirigir 100 partidos de manera impecable, pero al igual que el arquero (el otro masoquista del campo de juego), serán recordados por el único pero insoportable error cometido. Y es que representan la autoridad, esa que en nuestros tiempos es vapuleada y desacreditada para achacarle los males de la humanidad, a pesar que sin su presencia la convivencia social sería imposible. La empatía de las masas es impracticable cuando se beneficia al contrario, cuando el juego abandona su carácter lúdico y se transforma en fanatismo, creyendo sin ninguna duda que una jugada al límite y que sigue arrojando polémica y dudas después de revisarla decenas de veces en la comodidad de nuestro sillón, debió haber sido cobrada a nuestro favor por un ser humano cuya perspectiva era distinta, teniendo que lidiar con el cansancio para que sus sentidos calibraran con exactitud las variables milimétricas que lo separan del fracaso o el deber cumplido, ajeno a los distractores y presiones de un ambiente implacable y poco racional.
Por eso y muchas variables más, elegir ejercer como árbitro es una misión sólo para elegidos, pero si le agregamos ser mujer en un ambiente ampliamente dominado por códigos masculinos, el mérito es mucho mayor aún. Una de las anécdotas que cuenta María Belén es que cuando dejó el fútbol como jugadora para dedicarse al referato, debía ocupar el camarín para cambiarse antes o después que sus pares varones, pues no se tenían contemplados espacios para ella. Eso hoy ha cambiado, las condiciones son las adecuadas y las oportunidades han ido apareciendo para la real integración de género. Pero lo realmente valioso es que los logros de la Sanfelipeña no se atribuyen a ser una mujer, sino al esfuerzo, perseverancia y capacidades demostradas. Posee una amplia experiencia en el referato durante años, ya había dirigido el 2018 un partido de la Segunda División Masculina en nuestro país y fue parte de la terna arbitral el año pasado en el Mundial Femenino en Francia. Ella representa el verdadero espíritu de igualdad que con justicia las mujeres merecen y se han ido ganando en el tiempo, probando su competencia con hechos y donde lo más importante es entregar los espacios para su desarrollo, posibilitando oportunidades basadas en el mérito como seres humanos. De esa manera, debemos seguir fomentando y reconociendo el necesario y trascendente lugar que las mujeres poseen en nuestra sociedad, pues como comunidad ganaremos en una diversidad que nos hará cada vez mejores.