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Una petición de disculpas y algo que no hay que olvidar

Por Marcos Buvinic Domingo 21 de Marzo del 2021

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Ciertamente fue grande el impacto público de las palabras pronunciadas el domingo pasado por el Obispo de Punta Arenas, Bernardo Bastres, ante las restricciones que habían sido impuestas -y luego derogadas- para la realización de actos de culto religioso. Fueron palabras en las que manifestó su voluntad de desobedecer dicha norma sanitaria por considerarla injusta. Lamentablemente, me parece que no ha sido igualmente considerada su declaración del día siguiente, donde pide que sus palabras no se saquen de su contexto y pide sinceras disculpas por el malestar que pudo haber causado, así como a todos quienes haya ofendido.

Creo que es muy valorable que una autoridad, sea civil, sanitaria, militar, educacional, o religiosa -como es este caso- pida disculpas públicas reconociendo un error de juicio. Es cierto que toda autoridad debe ser muy prudente en sus palabras y acciones, y debe ponderar todas las aristas de ellas; así mismo debe discernir en profundidad las circunstancias y consecuencias de ellas, buscar las asesorías o consejos calificados, y escuchar otras opiniones. Sin embargo, aun cuando todo ello ocurriese -que me parece que no ha sido éste el caso-, ninguna intervención de cualquier persona o autoridad está libre de error, y cuando eso ocurre lo que procede es pedir disculpas, lo cual pocos hacen.

Esta petición de disculpas nos hace presente uno de los rasgos de nuestra condición humana, pues ¿quién no se ha equivocado alguna vez?, ¿quién no ha cometido algún error de apreciación o algún error de juicio?, ¿quién no ha actuado alguna vez de modo imprudente o sin ponderar todos los factores implicados en sus palabras o acciones? Este es un rasgo de nuestra condición humana que no tiene excepción, a no ser en los soberbios que consideran que “el problema de este mundo es que los perfectos somos pocos”, según piensan ellos.

También quisiera referirme al hecho que diversas declaraciones, cartas y opiniones en redes sociales reaccionaron a las palabras del Obispo de Punta Arenas invocando el cumplimiento pleno y obediencia a todas las leyes y normas como la única opción válida y posible para la convivencia social. Sin embargo, -y dejando en claro que no me parece que en este caso que comentamos haya sido válido- es preciso afirmar el sentido y pleno valor que en determinadas circunstancias- tiene la llamada “desobediencia civil”, entendida como la decisión en conciencia de que el bien común es mejor servido con la resistencia a alguna ley que se discierne como injusta, que con la obediencia a ella; así, la desobediencia civil puede expresarse gradualmente a través de intervenciones públicas, manifestaciones y protestas, huelgas, etc.

La desobediencia civil no nace de una desafección a las normas y leyes, ni a las responsabilidades públicas de todo ciudadano, sino que se fundamenta en asumir responsablemente la búsqueda del bien común que se discierne gravemente vulnerado por determinadas leyes. Así, la desobediencia civil no tiene por finalidad permitir a alguien saltarse las leyes en defensa de sus propios intereses o dejar tranquila la conciencia de un individuo ante lo que considera que es injusto, sino que su finalidad es el bien común, el cual se discierne como gravemente vulnerado.

Por cierto, no procede invocar la desobediencia civil ante cualquier ley o norma con la que no estoy de acuerdo, sino que debe tratarse de una materia que afecte gravemente las conciencias, que lesione seriamente el bien común y que no existan las instancias de diálogo pertinentes para resolver la cuestión.

Ante tantas invocaciones a ultranza a las leyes y normas, como ha ocurrido en estos días, me parece importante no pasar por alto la validez de la desobediencia civil en determinadas circunstancias, y no olvidarlo en estos “tiempos constitucionales” en que se discute una nueva Constitución para el país. También es preciso recordar que muchas de las grandes luchas de la humanidad frente a injusticias, totalitarismos y dictaduras de todos los colores políticos han tenido en la desobediencia civil el medio e instrumento de esa lucha. Así, si no se reconoce la validez de la desobediencia civil en determinadas circunstancias, estaríamos condenando -por recordar a algunos- a quienes se opusieron a las leyes del nazismo contra los judíos, a los que junto a Mahatma Ghandi lucharon pacíficamente por los derechos de la India, al pastor Martin Luther King y los que lucharon contra el racismo en los Estados Unidos, a los militares y a los médicos que se negaron a participar en torturas, y a todos los que en Chile no se sometieron a la dictadura y lucharon por una convivencia democrática.