Héctor Silva, el magallánico que sobrevivió al Covid y al incendio en el Hospital San Borja
“El agua caía de los techos y la técnico en enfermería me cubría con su cuerpo para que no me mojara”, recordó el paciente magallánico.
A su familia le comunicaron que no iba a sobrevivir por el Covid. Es la historia de vida de Héctor Miguel Silva San Martín, de 58 años, al relatar su extrema experiencia a causa del virus en Santiago, donde además vivió el incendio que el 30 de enero de este año destruyó parte del Hospital San Borja Arriarán.
Este magallánico confiesa que se contagió por confiado. Tiene una Otec (Organismo Técnico de Capacitación) por lo que contrata a profesionales para dictar los distintos cursos que buscan mejorar la empleabilidad. A fines del año pasado, ofreció un curso para pescadores artesanales y gente de mar. El profesor no tenía un buen internet en su domicilio y le pidió hacer las clases desde su oficina. Silva se mostró complicado con la petición, llevaba un año cuidándose, pero el profesional que dictaría el curso le manifestó que necesitaba trabajar y que se había hecho exámenes para el Covid, pero no era así y lo terminó contagiando.
“La noche de Año Nuevo llegué a las 5 de la tarde a mi casa y me fui a acostar. Cuando mi familia me llamó para cenar yo les respondí que no podía. Mi familia me dio el tradicional abrazo, pero no recuerdo haberlos abrazado. Fue todo muy rápido, me sentí mal y al otro día me levanté apenas, y me fui al Hospital de las Fuerzas Armadas, donde me dijeron que era un resfriado y estrés. En la noche llamamos a una ambulancia porque estaba muy mal”.
A la Urgencia del Hospital Clínico llegó con la saturación muy baja. Fue hospitalizado y lo pusieron boca abajo para ayudarlo a respirar. Ya al día siguiente, el médico vio que estaba muy mal y lo conectaron a ventilación mecánica. “Después escuché al doctor que me decía que tenga fe, que iba a salir bien y que no me preocupara. Confié en Dios, yo veía todo distante y no sabía qué pasaba”.
Héctor estuvo intubado por varias semanas y en ese proceso fue derivado a Santiago, donde permaneció por 24 días en cuidados intensivos. “Ahí pierdes el control total, pero lo triste de este proceso es que las personas sufren alucinaciones”.
En medio de las horribles alucinaciones, tuvo un infarto y por poco se muere. “Vi la muerte de mi hijo, lo descuartizaron y yo sólo quería vivir para buscar las partes para sepultarlo y morir con él. Después me enteré que le habían dicho a mi familia que se preparara porque no iba a sobrevivir”.
Relata que a causa de las alucinaciones le pegó una patada a un técnico en enfermería que lo cuidaba. Después pudo darse cuenta que éste tenía la marca del golpe. Es maestro de Taekwondo y entre cinco lo tuvieron que amarrar. “Ellos no comprendían qué me pasaba, pero fueron dos semanas, que ni siquiera puedo contar. Por eso no entiendo por qué la gente no se cuida, es una falta de respeto al personal de salud, a sí mismos y a sus seres queridos. No cuidarse es indolencia”.
Agradecimientos
Admirable resulta haber compartido con un técnico en enfermería que llegaba bailando y les contaba chistes, pese de haber perdido hace un mes a su padre también de Covid. También menciona el caso de otra profesional que era madre, cuyo hijo había fallecido, pero ella continuaba sacrificándose para que sus pacientes estuvieran mejor.
Para ellos sólo tuvo palabras de agradecimientos.
Incendio
Luego de ser enviado a Santiago, fue internado en el Hospital San Borja Arriarán. El incendio del pasado 30 de enero lo sorprendió aún internado y conectado a oxígeno. “Estaba recién desentubado cuando se desató el incendio. Me tenían en una pieza aparte y comenzaron a sacar enfermos. Se habían olvidado de mí, pasaron unos 45 minutos y comenzó a llegar el humo, yo estaba con oxígeno artificial, pensé que moría, pero tenía fe que si Dios me había dejado vivir era por algo y no iba a morir asfixiado. De repente subió una funcionaria y me rescataron”.
Recordó que los bomberos estaban en el techo, mientras era rescatado. “El agua caía de los techos y la funcionaria me cubría con su cuerpo para que yo no me mojara. Ella había estado bromeando muy temprano con sus zapatos nuevos que había comprado, eran muy bonitos, de verano, ella estaba feliz, pero al final no le importó echar a perder sus zapatos, porque sólo quería ayudar. Esos son nuestros profesionales de la salud, nuestros héroes, son nuestra primera línea”, concluyó emocionado Héctor Miguel Silva.