Brechas y demandas para un Chile digital
L
a irrupción de las nuevas tecnologías ha llevado a que los organismos del Estado, las empresas y las instituciones de la sociedad vayan caminando hacia la digitalización de sus procesos y servicios.
En 2015, se propuso la Agenda Digital 2020, que tenía como objetivo que el año pasado más de la mitad de las Pymes hubieran usado las tecnologías como herramientas de productividad y que, en suma, estuvieran vendiendo y comprando por internet.
Si bien el Indice de Competitividad Digital 2019 posicionó a Chile en el primer lugar de América Latina y en el puesto 33 entre 141 países del mundo, todavía hay brechas y deudas. Entre las primeras, está la disparidad de acceso a las nuevas tecnologías y al internet. Entre las segundas, se pueden mencionar las dificultades legales y la lenta integración de tecnologías de la información.
Otras estadísticas grafican estos desbalances. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), señala que Chile es el país con más emprendedores per cápita del mundo, pero sólo el 8% de éstos se mantiene en el tiempo, es decir, logra superar los 42 meses. Esto último es explicado, en parte, por el poco uso de las tecnologías de la información.
Por su parte, la pandemia ha jugado un rol que no es menor, al dejar más al descubierto las falencias existentes en este ámbito, no sólo en las empresas, sino en el sistema de educación y, ¡cómo no!, en los servicios del Estado. Respecto de estos últimos, por ejemplo, si bien hubo que apurar esta transformación producto de la suspensión de la atención presencial, aún es necesario profundizar en aquello y, sobre todo, en la documentación digital.
Ello, a su vez, genera una alta demanda por expertos y técnicos que sean capaces de implementar estos cambios. Según un estudio realizado por IT Hunter International, la crisis sanitaria provocó que se incrementara en un 25% la oferta de puestos laborales para este tipo de profesionales en nuestro país.
¿Alguien está pensando qué implica todo esto para nuestra región? Un Chile digital y, por ende, un Magallanes digital requieren que también las escuelas, los institutos técnico-profesionales y las universidades reformulen sus mallas curriculares y permitan integrar el empleo con la industria de tecnología.
