“Pateando piedras” con las “North Star”
Alrededor de 1975, nuestra criolla fábrica de calzado Bata lanzaba al mercado una legendaria marca deportiva: North Star. Para entrar en materia y luego de una simple búsqueda en internet, señalemos que Bata es una firma internacional fundada en 1894 por Thomas Bata en Zlín (actual República Checa). En 1939, luego de la invasión alemana a Checoslovaquia, la familia Bata se trasladó con el negocio a Canadá. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los bienes en el país de origen fueron confiscados y la fábrica siguió operando desde el extranjero. Entre las curiosidades, podemos mencionar que el insumo cuero, se importaba desde Argentina. Con filiales en varios lugares del mundo, en 1939 Bata aterrizó en Chile; se instaló en la localidad de Peñaflor y en 1940 abrió su primera tienda. Llegó a ser, en algún momento, la fábrica de calzado más importante del país.
Hasta principios de la década de 1970, el calzado deportivo en Chile, era estrictamente eso: los “Chuteadores” para el fútbol y las “Zapatillas de gimnasia” para otras disciplinas; aparte de la consabida “Salida de Cancha” (buzo deportivo). La llegada del calzado deportivo Adidas, diversificó el uso de éste; nacía la zapatilla “urbana”, aquella que se ocupaba para actividades informales y era evidentemente distinta en apariencia y materia prima. De esta forma, el diseño y la lona de las antiguas Dunlop, Tigre, Sello Azul, Finta o Comet, eran remplazados por los colores, el cuero y las tres rayas de la moderna Adidas, cuyo precio era casi prohibitivo.
En ese estado de cosas, desde Bata-Canadá llegó North Star, que a poco andar (literalmente) comenzó a fabricarse en Chile, como una alternativa más accesible que la Adidas. La línea se componía de varios modelos, el primero de los cuales fue aquella zapatilla blanca con dos franjas azul petróleo y planta de goma plana de igual color, que se transformó en símbolo de una época. Hablar de North Star es hablar de ese diseño original, pues los demás se pierden en los laberintos de la memoria, excepto el que le seguía en popularidad: azul petróleo con franjas y planta blancas (es decir, el “negativo” del original).
Esta debe haber sido la primera zapatilla deportiva confeccionada en cuero en nuestro país, probablemente gran parte de la población chilena de esa época haya calzado una North Star. Pero al poco tiempo y como consecuencia del –para algunos- milagro económico de los años ochenta, se diversifica la oferta de muchos productos y esta ecuménica zapatilla entró a la categoría de artículo popular, digámoslo claro: algunos la consideraron “rasca”.
Eran todo terreno, puedo dar fe de ello, las usé en mis días universitarios en los “80” en Concepción, con ellas viajé en carretas, aviones, barcos, trenes y buses, fui a las clases de Teoría Económica, a bares, cocinerías, hospitales, iglesias y cementerios, a fiestas, a la playa, y al Estadio el Morro a ver al glorioso Naval de Talcahuano con sus figuras de entonces: el “Jurel” Herrera y el “Caballo” Flores. En esas y otras actividades guiaron con sabiduría mis pasos, fueron inmunes a mayonesas, kétchup, helados, arena, bombas lacrimógenas, al ponche de melón, al “jote”, al “chuflay”, a la limón soda, al agua de mar y al barro. Somos muchos, casi una generación, los que tenemos una deuda infinita con ellas.
Dieron el salto definitivo a la inmortalidad a mediados de la década de los ochenta, es mas, fueron “La voz de los ochenta”. Los integrantes del conjunto “Los Prisioneros” las usaban, con ellas transitaban por la populosa comuna de San MIguel, ellas sintonizaban con sus mensajes musicales. Si; porque quienes danzaban “El baile de los que sobran” en las esquinas de las poblaciones, probablemente lo hacían “pateando piedras” con las -a esa altura-, desprestigiadas North Star.
Recuerdo una anécdota de principios de los noventa: vitrineando por Calle Bories vi unas lindas zapatillas enteramente blancas, entré al negocio y consulté la marca, me respondieron “son North Star”. Me sorprendí pues era un modelo que no habría asociado al sello: La niña que me atendió notó mi cara de asombro y acotó: “pero no se ven tan North Star….” (como diciendo “no se ven tan rascas”). Tenía razón; en la retina popular North Star era sinónimo de las clásicas rayas azul petróleo.
A partir del inicio de este nuevo siglo, el legendario modelo se está comercializando nuevamente, ha vuelto en gloria y majestad. Luce un precio acorde a su actual pelaje, como cuando recién debutó. Este retorno trae evocaciones, incluso algunos dicen que son “igualitas a las que usaban Los Prisioneros”. La verdad que iguales, iguales no son, pues les hicieron algunas modificaciones en el diseño, digamos que son parecidas, digamos que son algo mas refinadas. Esto último para nosotros los de antes es un detalle importante, porque a nosotros los de antes, los que ya pasamos los sesenta años, nos gustaban cuando “se veían bien North Star”.