Apala de madera se apresta para iniciar su nado por los mares de la imaginación
- Unos pocos detalles restan para poder inaugurar la escultura, creada con los restos del tronco del ciprés
que cayó en la Plaza Muñoz Gamero a fines de 2017, cuyos trabajos se iniciaron en enero de 2020.
En enero de 2020, el escultor experto en trabajo en madera, Alfonso Cárcamo rescató un enorme tronco, que iba a ser destinado a leña, con la idea de crear una gran ballena. Ese material fue el que quedó de la caída de un ciprés en la Plaza de Armas Benjamín Muñoz Gamero, a fines de 2017 y, desde entonces, quedó flotando la idea de aprovecharlo para una creación artística.
En el jardín del Museo Regional de Magallanes, por el lado de Lautaro Navarro, Cárcamo comenzó a dar forma a la Apala o ballena. Eran tiempos en que el Covid-19 apenas asomaba como una amenaza del lejano oriente, sin que nadie sospechara en lo que se iba a convertir. Por eso, la pandemia ocultó el trabajo de Cárcamo que, como todos, también tuvo que encerrarse. Parecía que la ballena quedaría olvidada y terminaría como una buena idea, pero inconclusa.
Nada de eso ocurrió, porque si algo distingue a Cárcamo es su tesón para sobreponerse a cualquier adversidad, tal como sus ancestros kawésqar. Y así, puliendo, tallando, cortando y lijando, la figura que imaginó ya tomó forma en tiempo récord, por lo que estima que en una semana ya podrá presentarla a la comunidad.
“El proyecto lo postulé a un 6% del FNDR y a fines de enero me entregaron los recursos. Tuve que multiplicarme en tres, porque no podía empezar a trabajar, ya que no me daban los recursos. Así que lo dejé stand by, pero ya estamos terminando, nos falta instalar la cola de arriba, la dorsal y ya estaríamos. Ya la semana que viene está listo, tengo que entregarla antes del 28 de febrero. Va a quedar acá, porque la mayoría de los trabajos son hechos para el museo, porque este tema de persistencia de los pueblos originarios también tiene mucho que ver con la ballena y vamos a ver si le ponemos una luz, para que tenga movimiento, aunque igual ya lo tiene, porque cuando hay viento, las aletas se mueven”, mostró el escultor.
Además de la figura central que se talló con el tronco, las aletas y colas fueron elaboradas con costuras de cobre, “porque la finalidad es que el cobre, cuando se oxida, queda como el junquillo, que es una materialidad con la que trabajan los kawésqar. Así que la estamos ‘sanando’ con junquillos, porque fue herida por el hombre, le estamos ‘sanando’ el espíritu para que vaya navegando”, visualizó Cárcamo, que, pese a su extensa trayectoria como artesano, se sorprende al ver cómo está quedando la figura.
También se emociona, ya que recordó que cuando estaba trabajando totalmente concentrado, llegó la directora del Museo Regional, Paola Grendi, para informarle del fallecimiento de Cristina Calderón Harban, la última hablante de la lengua yagán.
“Me transporté a muchos lados, me acordé de mi madrecita que se había ido igual, fueron muchas emociones encontradas, humedad de ojos que le llaman, porque la abuela Cristina era un ser humano muy bonito, muy abierta a escucharte. Y justo estaba acá y se generó un silencio. Así que todo este trabajo está dedicado a ella, a las ‘ñañitas’ que se nos están yendo, porque ella siempre creyó en los mares limpios, siempre hablaba de su mar limpio, es la portadora de un espíritu que va limpiando también. Eso es lo que se ve en la ballena, con las cortaduras que tiene, que son los plásticos, la contaminación, por eso tiene esos clavos de cobre que después se transformarán en junquillo, después que se vaya oxidando”, reiteró en su descripción.
Vuelve a repetir que está feliz porque “quién iba a pensar que un tronco como éste al que le habían corrido hasta motosierrazos iba a quedar así. Pero quedan detalles, a los ojos les voy a dar más profundidad, los voy a pirograbar para no pintarlos. Es una hermosa Apala”, concluyó Alfonso Cárcamo, que además de la madera del ciprés utilizó alerce para la cola.