Hace 100 años se inauguraba el monumento en honor a la controvertida figura del juez Waldo Seguel
- Detalles generales de la ceremonia. Cómo comienza a desarrollarse el programa confeccionado. La entrega del monumento a la ciudad.
Poco antes de entrar en prensa nuestra cotidiana edición (daba cuenta el vespertino El Magallanes del 30 de marzo de 1922), se daba comienzo a la ceremonia de inauguración del monumento que perpetuará la memoria del que fue primer Juez del Territorio, don Waldo Seguel López.
Excusado creemos manifestar que esta ceremonia ha constituido, hasta este momento uno de los exponentes más sinceros de recuerdo que una ciudad haya tributado a uno de sus magistrados.
Un tiempo espléndido ha contribuido al brillante éxito de la ceremonia concurriendo a ella a parte de las autoridades locales, los miembros del Cuerpo Consular de Magallanes, altas personalidades y familias de nuestra sociedad, los colegios públicos, municipales y particulares, la banda del Batallón Magallanes que ha ejecutado buenas composiciones musicales, y un público numerosísimo que con su presencia ha querido esteriorizar el afecto y recuerdo de que el dignísimo ex magistrado a quien se tributa esta manifestación póstuma goza en todo el Territorio.
Desgraciadamente la falta de tiempo de que podemos disponer por lo avanzado de la hora, nos impide dar los detalles completos de esta ceremonia, obligándonos a concretándonos sólo a dar los detalles generales del acto.
El monumento
Como se sabe, el monumento que hoy adorna la Avenida Colón ha sido erigido por suscripción pública, estando autorizada por ley de la República.
Una comisión de altas personalidades sociales, ha tenido a su cargo la labor de llevarla adelante, habiendo ésta dado término a su cometido en la forma honrosa que la población tosa conoce.
El monumento que es una obra de verdadero mérito artístico, cuyo autor es el escultor señor Coll y Pí, quien puede sentirse satisfecho de haber dado a su obra el mérito que le corresponde.
Desarrollo del programa
Ante una concurrencia tan numerosa como distinguida que ha tomado colocación en la parte interior del jardín de la Avenida Colón, al pie del monumento se ha dado, poco después de las dos de la tarde, comienzo al desarrollo del programa elaborado, comenzándose por la ejecución del Himno La Patria, ejecutado por los alumnos del Liceo y del Colegio Alemán, dirigidos por el profesor señor Hugo Offeney, que el público oyó con marcada atención por su correctísima ejecución. Inmediatamente después, el señor Francisco Campos T. en representación de la comisión pro monumento, pronunció el discurso que más adelante damos a conocer, haciendo entrega del monumento a la ciudad, en la persona del señor Gobernador y Presidente de la Junta de Alcaldes, don Vicente Fernández Rocuant.
Terminado este discurso, el monumento fue descubierto, mientras la banda del Batallón Magallanes ejecutó el Himno Nacional que fue escuchado, como siempre, en medio del mayor recogimiento y atención.
Inmediatamente después, el señor Gobernador del Territorio, recibiendo en representación de la ciudad el monumento, pronunció el discurso que más adelante entregamos, ejecutando a continuación la Sociedad Coral Alemana un himno alusivo que fue ejecutado en la forma magistral con que esta corporación sabe desempeñar los números que le son confiados.
Inmediatamente, y en representación del Cuerpo de Abogados el señor Temístocles Urrutia Semir, pronunció un elocuente y bien meditado discurso que lamentamos no poder insertar en esta edición debido a lo avanzado de la hora.
En estos momentos la concurrencia, precedida de la banda del Batallón, se dirige al Cementerio en donde se depositará una corona en la tumba que guarda los restos del señor Seguel.
Los discursos
Damos a continuación los discursos pronunciados por el señor Francisco Campos al hacer la entrega del monumento y del señor Gobernador del Territorio al recibirse de él en representación de la ciudad: del Sr. Francisco Campos.
“Señor Gobernador, señoras, señores: La comisión encargada de honrar la memoria de don Waldo Seguel, Juez Letrado de Magallanes, me ha confiado la señalada distinción de designarme para efectuar la entrega oficial de esta monumento a la ciudad de Punta Arenas.
No soy yo, por cierto, la persona caracterizada para desempeñar como se merece, tan honrosa misión; pero el aprecio que tuve y la amistad que cultivé con el extinto magistrado, me animan a aprovechar la oportunidad, que tan galantemente se me brinda de rendir público homenaje a su memoria.
Punta Arenas presenta hoy el caso raro, no sé si único en la historia del país, de inmortalizar en bronce la personalidad de un buen administrador de la justicia. El motivo de ello, no es que muchos de los que han ejercido la magistratura en forma noble y elevada, no se hayan hecho merecedores de semejante distinción, -pues la integridad de justicia chilena es proverbial,- sino que los jueces, por la naturaleza de sus funciones no reciben siempre el estímulo de los alientos colectivos que llega hasta otros miembros de los poderes del Estado. Estos últimos, están más en contacto con la opinión y los anhelos generales, lo que con frecuencia, les atrae la popularidad y la estima pública. Los jueces se dedican exclusivamente a descifrar la verdad, para dar a cada uno lo que le pertenece, y los méritos obtenidos en esta labor paciente y tesonera a penas llegan a traspasar los estrados judiciales.
“La actuación de don Waldo Seguel en la magistratura, logró, sin embargo, la rara excepción de ultrapasar los umbrales del Juzgado, por su reconocida corrección, equidad y singular acierto. Sus fallos conciliatorios, hijos de una conciencia recta y serena, sus elevadas virtudes cívicas, su acendrado patriotismo y su carácter franco y jovial, le granjearon el respeto y el afecto generales, que han quedado arraigados en este pueblo, resistiendo hasta la acción del tiempo, que todo lo destruye y aniquila.
Hace como nueve años que don Waldo Seguel falleció lejos de su patria y de sus afectos. Este pueblo, reconocido y generoso, hizo trasladar sus restos a la ciudad donde actuó como Juez, desde el año 1894, hasta 1913, dándoles piadosa sepultura. Precisamente en una fecha idéntica a la de hoy pisó por primera vez este extremo de Chile, donde debía dejar tan imperecederos recuerdos.
Debemos felicitarnos de haber sacudido esta vez nuestra indiferencia, no consintiendo que se esfumen en el olvido los nobles esfuerzos de quienes, como don Waldo Seguel, han contribuido tanto a mantener inmarcesibles los principios de justicia; que como base fundamental de la civilización, figuran en todas las edades, engastados de oro en el estandarte de la redención humana.
El cumplimiento de este gratísimo deber existe con mayor apremio en la época porque atravesamos, en que se desconocen a veces los mayores prestigios y se pretende destruir valores morales sólidamente constituidos.
En nombre de la comisión que represento, felicito al reputado escultor, señor Coll y Pí por la maestría de su obra, en la que como pronto veréis, ha logrado un extraordinario parecido.
Señor Gobernador: Como representante que sois del Supremo Gobierno, y digno Presidente de este Municipio, cumplo con mi grato cometido de entregar por vuestro intermedio esta estatua a la ciudad de Punta Arenas. La Honorable Comisión de Alcaldes, celosa en conservar el prestigio de los que han actuado con indiscutible mérito en el progreso de este Territorio, aceptará sin duda gustosa el encargo de cuidar con solicitud este monumento levantado para perpetuar la obra de su esclarecido magistrado, para quien el cumplimiento del deber fue la religión de su vida, y que en su elevado cargo prestó a su patria y muy especialmente a esta localidad, todo el concurso que le deben sus buenos hijos”.
Habla el gobernador
El siguiente fue el discurso pronunciado por el gobernador del Territorio, don Vicente Fernández Rocuant:
“Señores: por primera vez en nuestra historia patria ocurre el caso de rendir este homenaje nacional, cual es erigir un monumento público, a un hombre de la administración de Justicia.
Tal acontecimiento es tanto más significativo cuanto que el se lleva a cabo no sólo por la iniciativa de las autoridades o elementos oficiales, sino principalmente por la voluntad espontánea y unánime de todo un pueblo agradecido.
Entre las distintas categorías de funcionarios públicos ninguna hay que desempeñe una misión más delicada, de más grave responsabilidad, moral, que la del Juez.
Puede decirse que dado nuestro sistema de organización judicial, la inamovilidad de estos cargos, la independencia con que ejercen sus funciones y las facultades y prerrogativas que le conceden las leyes, hacen que este magistrado constituya un verdadero árbitro de la fortuna, de la honra y hasta de la vida de los ciudades; y es por eso que se ha reconocido que así como un Juez íntegro es la más segura garantía de la libertad personal y del orden social, a la inversa, un mal Juez es el peor azote que se puede infligir a un pueblo.
Bien es sabido que uno de los factores de mayor importancia para juzgar de la cultura y moralidad de un pueblo, es el que se refiere a la organización y funcionamiento del Poder Judicial.
Para formar ese concepto no bastan las buenas leyes: preciso es también que coexistan los buenos magistrados encargados de aplicarlas con severa rectitud y lucidez.
Podemos afirmar con orgullo que la generalidad de los jueces chilenos han sabido colocarse en la honrosa situación de su sagrado magisterio; y si bien es verdad que ha habido algunas molestas excepciones, éstas, si escaparon a la sanción de los Tribunales superiores, no pudieron al fin evadir el castigo del desprecio público con que fueron arrojados del sitial que deshonraban.
Se comprende así cuán noble e edificante es la misión de estos funcionarios: despojados de toda pasión y sin más guía que la ley y la equidad, deben ellos dar a cada uno lo que es suyo, amparando el derecho de todos, sea que lo reclame el poderoso, sea que lo demande el más modesto de los ciudadanos.
He aquí la estirpe de magistrado a que perteneció el representante de la justicia en Magallanes, don Waldo Seguel.
Durante 19 años desempeñó el cargo de Juez, en cuyo periodo ni las pasiones de la localidad, ni las necesidades imperiosas de la vida, ni los efectos del corazón pudieron doblegar jamás la conciencia ni alterar la perfecta y ecuánime serenidad de criterio del magistrado señor Seguel; su única inspiración fue la ley y la equidad, sin esperar otra recompensa que esa dulce y confortante paz que sienten las almas bien puestas cuando su conciencia les dice que han cumplido con su deber.
Como lo expresa un jurisconsulto, puede decirse justamente que él que “no abrigó en su alma sino el noble móvil de la aplicación exacta de la ley sobre cualquiera otra consideración humana”.
Y cuando un funcionario de este temple, después de ser el árbitro de cuantiosas fortunas, llega al fin de la jornada sin otro bien que su honrosa pobreza; cuando deja esta existencia sin legar a los suyos más que estos conceptos: rectitud, bondad y honradez; justo es que sus conciudadanos dignifiquen la memoria de este ejemplar servidor público exhibiendo su nombre como un símbolo de la probidad de la justicia chilena.
En todas las épocas de la humanidad civilizada los pueblos no han hallado otra forma más excelsa de exteriorizar la gratitud o la administración hacia sus hijos eminentes, que la de exponer su efigie como un emblema viviente de lección y ejemplo a las presentes y futuras generaciones.
Bien se explica que este homenaje sea el que más satisface el afecto de una nación, porque así como en el seno del hogar privado guardamos como sagrada reliquia la imagen de nuestros deudos queridos, así también en ese otro gran hogar que se llama la patria, veneramos el recuerdo de los grandes ciudadanos que la honraron y engrandecieron exhibiendo su figura en monumentos públicos que son a la vez una apoteosis, un ejemplo y una voz de aliento para el futuro.
La hermosa estatua que hoy inauguramos en los últimos límites del Continente Americano y de nuestra República, proclamará, honrando la memoria inmortal del buen Juez de Magallanes don Waldo Seguel, cuán hermoso porvenir merece un pueblo que sabe comprender el culto por la justicia.
Agradezco a la comisión encargada de llevar a término esta obra su perseverante y feliz esfuerzo y en nombre del gobierno y de la H. Junta de Alcaldes de Magallanes, entrego este monumento a la admiración cariñosa y ejemplarizadora de los habitantes de este Territorio y de la patria.
El “enjuiciamiento” al juez Waldo Seguel
Luego que la estatua del juez Waldo Seguel López fuera retirada de su emblemática ubicación, de Avenida Colón y Bories, el año 2012, por la intervención del céntrico sector, el histórico monumento pasó a buen recaudo en las bodegas de la empresa a cargo de las obras. A diez años de su retiro, la figura de bronce del juez está bajo custodia municipal.
En febrero de 2013, el entonces concejal de Punta Arenas, abogado Juan José Arcos, planteaba: “Tenemos que analizar si efectivamente vamos a volver a colocar la estatua de una persona que, a mi modo de ver, ha estado vinculada con el mayor genocidio que ha habido en Chile”.
Según Arcos, no se debería rendir homenaje a una persona que podría estar vinculada a un genocidio.
“La responsabilidad del juez Waldo Seguel es que él tuvo a su cargo un proceso en 1895 y duró hasta 1904; y a él le enviaron un ministro desde Valparaíso, porque no avanzaba el proceso”, recordó el abogado.
Añadió que la gran crítica que se le hace al magistrado es que los asesinos de indígenas pasaban muy poco tiempo en la cárcel y salían rápidamente en libertad.
Lo anterior es ratificado en un trabajo histórico realizado por el periodista Carlos Vega Delgado, que revela que hubo un genocidio contra los indígenas en Tierra del Fuego, que claramente se podía haber evitado si el magistrado hubiera actuado de otra forma, pues no interrogó a las víctimas, y tuvo extrema rudeza en algunas sanciones contra indígenas y extrema mano blanda cuando beneficiaba al hombre blanco.
El año 2014, el Consejo de Monumentos Nacionales aprobó la reubicación de la estatura del juez en el bandejón central de Avenida Independencia esquina Chiloé, frente al palacio de la Corte de Apelaciones.
Ante esta decisión, en febrero de 2017, los representantes del pueblo kawésqar insistieron ante el alcalde Claudio Radonich la inconveniencia de reinstalar dicho monumento.