¿Cómo somos los chilenos?

A caba de salir a circulación una nueva edición del libro “Tics de los chilenos”, de Cecilia García-Huidobro (Editorial Sudamericana, 230 páginas)

Describir el carácter de nuestro país es más difícil que hacer gárgaras boca abajo, pero el intento bien vale la pena.

Los chilenos, ¿tenemos sentido de la autocrítica?

Este libro es aporte cardinal para quienes pretenden escrutar un poco más allá en nuestro veleidoso carácter; y debiera ser lectura obligada en la enseñanza secundaria. ¡Sería un acierto!

Chile es un país de contrastes, y ello se transparenta a través de una disímil y tortuosa geografía, y por medio de las reacciones de su gente, unas veces demasiado silente; otras demasiado bullanguera.

Nuestro país oscila entre la sequía y la inundación. Parecieran no gustarnos los términos medios. ¿Seremos maniqueístas?

A veces y súbitamente, la tierra se convulsiona y reduce ciudades a escombros.

El temperamento del chileno es frecuentemente sereno e introvertido, cuajado de una paciencia benedictina. No se le conoce acicate mayor que el provocado por la pasión.

El cáustico Roberto Merino, un cronista brillante y que destilar humor cuando de hacernos la cirugía se trata, señala que el chileno es de conversación breve y polifónica. Pasa rigurosa revista a nuestros defectos y hace hincapié en la desconfianza: “Hace unos años escuché contar a un huaso que cada vez que llegaban curas al fundo, él se negaba a confesarse. Temía que fueran ‘ricos’ disfrazados para averiguar en qué maldades andaban los inquilinos”.

El tercero que se incorpora a estos jueces de la idiosincrasia chilena es Rafael Gumucio, que no cesa deponer énfasis en aquello de que el chileno es un tipo atolondrado: “Vivimos siempre como si fuese el último día del mundo”.

Tics de los chilenos resulta un trabajo puntilloso que merece más de un juicio apologístico para su recopiladora, la talentosa periodista Cecilia García Huidobro.

Consciente de que toda galería selecta de francotiradores del alma nacional puede ser mezquina o injusta, la autora ha señalado que pueden faltar muchos nombres, pero agrega que un trabajo de esta naturaleza no puede incorporar a todos quienes lo merecen. Un acceso de honestidad de la recopiladora, pues Alberto Cabero, Hernán Godoy, Alberto Reyes Mozó, Bernardo Subercaseaux, Pablo Huneeus, Eugenio Tironi y Hermógenes Pérez de Arce son nombres que hubiesen potenciado aún más la fortaleza del libro.

Cecilia García Huidobro tampoco disimula su admiración hacia Joaquín Edwards Bello. ¡Chócala! 

Los juicios ditirámbicos propalados hacia el genial cronista porteño hacen justicia para otro de los tantos olvidados por nuestro parnaso nacional. La autora nos recuerda que “la nación es un hecho psicológico, un carácter”

La pluma amena y certera de Guillermo Blanco nos habla de un chileno de lenguaje adventicio…y diagonal. Nos recuerda que somos improvisadores y que vivimos de milagros. Nos gusta dejar las cosas para último momento, como si quisiéramos autosorprendernos, pillarnos desprevenidos a nosotros mismos.

Un libro imprescindible para quienes deseen conocer nuestra azarosa idiosincrasia, aún en ciernes.