Leyendo la propuesta constitucional y las tentaciones del sectarismo
Con la entrega pública del proyecto de nueva constitución hemos iniciado un período que, hasta el plebiscito del 4 de septiembre, será de campaña para los que ya tienen tomada una opción, y -por otro lado- será de conocimiento de la propuesta, reflexión y toma de decisiones para los indecisos. Es un tiempo donde se cruzan los llamados de uno y otro lado a votar apruebo o rechazo desde posturas ya tomadas, y -en muchos casos- sin conocer el contenido de la propuesta, todo esto sazonado con descalificaciones y “fake news” de uno y otro lado; por otra parte, están los análisis de personas creíbles y con conocimientos legales que permiten que la mayoría de las personas -que no leerán el texto- puedan formarse una opinión.
Ante un asunto de esta seriedad, me tomé el tiempo para leer el texto; sin embargo, debo confesar que no estoy seguro de haber entendido la totalidad de lo que se afirma, y también me doy cuenta que no estoy seguro de haber comprendido las consecuencias de algunas propuestas del texto. Como en toda lectura, sucede que hay cosas que parecen buenas y otras no tanto; lo complicado es que no es posible votar la propuesta capítulo por capítulo, sino que hay que comprarlo todo o nada. Habrá, entonces, que apreciar cuánto pesan en el conjunto del texto las cosas que parecen buenas y las que no lo parecen tanto.
Mi conclusión es que necesitamos los análisis que personas creíbles, y con conocimiento de materias legales, puedan ofrecer para comprender el texto y sus consecuencias. Sin embargo, esto parece una ilusión con los que ya están en campaña, y ante lo que ocurre al intentar dialogar con personas que ya tienen una posición tomada por razones ideológicas -en uno u otro sentido- sin conocer el texto.
Pareciera que en este par de meses podemos pisar el palito del espíritu sectario y sus trampas que aumentan la polarización, la desconfianza y las divisiones. La trampa del espíritu sectario es el establecimiento de barreras infranqueables entre “nosotros” y “los otros”. El triunfo del espíritu sectario es cuando el “nosotros” del país que somos todos -y que necesita una nueva constitución- es sustituido por el “nosotros” de cada grupo.
El espíritu sectario ya no mira el “nosotros” que somos todos los ciudadanos, sino que ve -de alguna manera- en “los otros” una amenaza para su propia identidad, para sus intereses, para sus bienes y para su lugar en la sociedad. Así, por la supuesta protección del “nosotros” y el cuidado de “los nuestros”, el espíritu sectario levanta barreras de exclusión de “los otros”, destruyendo la convivencia respetuosa, la amistad cívica, el espíritu republicano, el compañerismo laboral, la comunión eclesial, la camaradería deportiva, etc., según sea el tipo de grupo.
Para el espíritu sectario y sus trampas, la verdad y el bien estarán -sin duda- en el “nosotros” de su grupo, mientras que para “los otros” sólo cabe el desprecio abierto o disimulado, o la descalificación, la discriminación o el rechazo sin contemplaciones.
Frente a las acechanzas del espíritu sectario es urgente ampliar la mirada al “nosotros” que somos todos los ciudadanos; es urgente el respeto a la dignidad y a las opiniones de cada persona en una sociedad que quiere ser democrática y pluralista, excluyendo las apasionadas descalificaciones de “los otros”; es urgente la acción reflexiva de políticos responsables y sabios, confiables en su probidad, capaces de diálogo y de generar acuerdos que amplíen cada vez más el “nosotros”. Asímismo, para los creyentes en el Señor Jesús, el Evangelio siempre nos hace presente que el Espíritu de Dios no es exclusivo de algunos ni es excluyente de otros, sino que es un Espíritu de apertura, diálogo y siempre incluyente de los otros.
Superar las tentaciones del espíritu sectario requiere entrar en un verdadero combate personal y social, en el que los enemigos no son “los otros”, sino que son las pequeñeces del espíritu humano que se atemoriza ante la diversidad y pluralidad y se atrinchera en un pedestal de supuesta superioridad frente a “los otros”, de tal manera que en una ceguera estúpida y engreída no percibe que “los otros” forman el “nosotros” con el que tenemos que aprender a convivir cotidianamente y construir una vida más humana para todos en nuestro país.
El desafío es hacer de este tiempo algo más que una simple campaña por el apruebo o el rechazo, sino un tiempo de información, reflexión y diálogo. Como la mayoría de los ciudadanos no podrán leer el texto propuesto o comprenderlo bien, es importante que cada uno busque fuentes de información que le parezcan serias, confiables y creíbles para tomar una decisión que esté a la altura del bien común que se quiere para todo el país.




