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“La memoria de los días. Mis amigos, los escritores”. María Esther Vázquez

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 31 de Julio del 2022

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María Esther Vásquez conoció a Jorge Luis Borges en 1957, siendo estudiante universitaria. Borges era Director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires (cargo que ejerció durante 18 años) y María Esther llegó recomendada por un amigo que tenían en común con José Edmundo Clemente, el subdirector, para trabajar en el Departamento de Extensión Cultural.

“La amistad con Borges me ofreció un sinfín de posibilidades y felicidades que en su momento me parecieron naturales y que hoy, a la distancia, me doy cuenta de que fueron regalos de un destino afortunado que, más allá de los sinsabores naturales de la vida, me acompañó siempre”. Esta es una suerte de declaración de principios de la autora que, reconoce en Borges, a su anfitrión en una élite intelectual argentina (y a la vez económica, en algunos casos) que dejó una profunda huella en la historia cultural trasandina. Vázquez trabajó en la Biblioteca hasta inicios de la década de 1960, viaje y beca de por medio en Europa.

Su segundo viaje a Europa fue con motivo de la asistencia de Borges al Congreso de la Libertad de la Cultura en Berlín Occidental. Leonor Acevedo, la madre del escritor a sus ochenta y dos años ya sentía el cansancio de la edad y le pidió que acompañara a su hijo, que por su ceguera requería de importante asistencia.

A partir de estos contactos, María Esther Vázquez se relaciona con escritores del calibre de Eduardo Mallea, Manuel Mujica Laínez, el matrimonio Adolfo Bioy Casares-Silvina Ocampo, Victoria Ocampo, Silvina Bullrich, Beatriz Guido y otros. Con muchos de ellos (as) -cuenta- traba amistad y se transforma hasta en confidente y protagonista de momentos claves en sus vidas, según relata. Por supuesto, no deja de mencionar que Borges estuvo enamorado de ella.

La autora, habría sido testigo privilegiada del auge y caída de algunos de estos grandes personajes y abunda en historias y detalles de ambas etapas. Obviamente, el devenir en estas sinuosidades no dista del que enfrentan el común de los mortales en similares circunstancias y las miserias están a la vuelta de la esquina. el “pasa hasta en las mejores familias” cobra relevancia, entonces.

Hemos leído algunos libros como este, que navegan entre una pretendida contribución a la verdad histórica sobre determinados personajes y el compartir con el público lector, cuan cerca estuvo el autor de estas celebridades y, al respecto, nos embargan algunas interrogantes. Una de ellas es cuanto hay de verdaderamente cierto en estas cercanías de los autores con los personajes que, generalmente fallecidos al momento del libro, ya no están disponibles para aclaraciones. Luego, nos preguntamos si puede alguien arrogarse el derecho de revelar hechos, conductas e incluso intimidades respecto de alguien que ya no puede opinar. Más aún, suponiendo que las cercanías o amistades hayan sido reales, a partir de lo cual se tuvo acceso a “información privilegiada”, podríamos divagar sobre los aspectos éticos y morales de divulgar algo que se confió al amparo de lealtades contraídas.      

Al respecto, Pablo Neruda es un ejemplo de alguien que aún reporta dividendos y fama a varios biógrafos y estudiosos (o a sus herederos) que después de su partida, con el paraguas de la amistad (supuesta o real) se han sentido con la autoridad de contar como espectadores de primera fila, detalles de la vida del poeta que, no se atrevieron a difundir cuando éste aun vivía. Incluso (y yendo más allá de Neruda) encontramos personajes que basan su escasa relevancia, en la fama de otros más notables que ellos y viven a costa de éstos; esperemos que no sea este el caso de María Esther Vázquez.

Más allá de estas disquisiciones, “La Memoria de los Días” es un libro entretenido, que leído con ojo clínico para separar la historia interesante del mero chisme, nos ilustra sobre una época dorada de la literatura argentina, nos entrega pincelazos de la historia política de ese país, nos acerca la exquisitez de una “Buenos Aires entrañable” y nos permite conocer los usos y costumbres de una élite intelectual.   

María Esther Vázquez nació y murió en Buenos Aires (1937-1971). Periodista y escritora publicó más de veinte libros entre poesía, cuentos, biografías y entrevistas. Escribió dos textos en colaboración con Jorge Luis Borges (“Literaturas germánicas medievales” e “Introducción a la literatura inglesa”). Autora de “Borges. Esplendor y derrota” y “Victoria Ocampo. El mundo como destino”. Galardonada con diversos premios, como: Premio Publicación Fondo Nacional de las Artes, dos veces el Primer Premio Municipal de Buenos Aires o el Premio Konex. En 1965 se casó con el ensayista Horacio Armani y estuvo con él hasta el año de su muerte.

“La memoria de los días. Mis amigos, los escritores”. María Esther Vázquez. Emecé, Buenos Aires; 1ª ed. 2004. 240 Pags.

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