Julio Gallardo guarda su bicicleta y pone fin a 45 años de trabajo en la venta de diarios
Su figura era habitual en el centro de Punta Arenas. Siempre acompañado de su bicicleta y su radio, Julio Augusto Gallardo Mancilla se hizo conocido por ser uno de los suplementeros más reconocibles de la ciudad. Aunque nació en Puerto Montt, el 19 de enero de 1947, se siente un magallánico más, ya que llegó a esta zona el 25 de octubre de 1977 y no volvió más a la Décima Región. Aquí formó su familia, compuesta por sus hijos María Violeta, Juliana Andrea, Galicia Aurora y Julio Erasmo, quienes lo consideran un “Súper papá”, porque además de su sacrificada labor, debió asumir la conducción completa del hogar.
Recuerda que apenas llegó, “comencé a recorrer para encontrar un sector donde trabajar. Estuve en Errázuriz con Nogueira, subí hasta Arauco y de ahí me fui a la ‘18’. Ahí me encontré con Víctor Mayorga Oyarzún, otro suplementero, que poco más y me pega, porque le estaba invadiendo su sector. Así que crucé hacia Señoret, seguí a Sarmiento, a la población España, Loteo Montes y de ahí me fui a la Juan Williams, donde salía hasta Enrique Abello hasta La Explotadora, seguí a Las Naciones hasta la universidad, hasta llegar al centro; hice tremendo recorrido, primero comencé con 50-60 diarios, al otro día ya tuve que sacar ochenta y así fue subiendo mi pauta. De lunes a viernes vendía 70 a 80 prensas, los sábado ya eran 150 y los domingo 380 Magallanes”, calcula.
En 1983, cuando se inauguró el supermercado Cofrima en Avenida España, se instaló en la entrada. “Traté de ubicar al administrador, me dijeron el apellido, señor Plaza. Le dije que era suplementero y que necesitaba un espacio, que si requería una solicitud de parte de mi sindicato, se la podía llevar”. Esa presentación tan formal fue muy bien recibida por el administrador, que no puso ningún problema para la solicitud. “Junté dos cajones fruteros y acomodé mis diarios y revistas; al par de días se me ocurrió mandar a hacer un mesón. Le fui a decir al administrador, que me respondió ‘hágame un croquis de lo que quiere y cuando esté listo, me llama’. Me aseguré el precio del arrendamiento del local, después me pasé de la mampara para adentro y así estuve hasta 1996 más o menos, porque ampliaron el supermercado y llamaron a concurso para el local que hicieron. Yo no postulé, porque era demasiado y había que tener anilladora, plastificadora, máquina para hacer llaves… en las puras herramientas que tenía que tener, me salía entre 12 y 14 millones de pesos, de a donde la iba a poder pagar”, recordó.
Posteriormente, se trasladó a un kiosco que adquirió en Claudio Bustos con Rómulo Correa, “donde ocurren los choques. Incluso una micro chocó una camioneta y la tiró contra el kiosco, donde estaba mi hija mayor. Ahí estuve unos dos años, lo cerré y me lo llevé a mi casa, hace poco tiempo lo vendí”.
Ya era conocido por movilizarse en bicicleta, con la que recorría la ciudad. “Tengo dos, una me la mandó a enchular Carlos Bianchi, porque era de esa marca. Después me quedé en Avenida Colón con Bories”. Igual tuvo sus accidentes, pese a que en general, los automovilistas lo respetaron mientras circulaba en su bicicleta. “Una vez me atropellaron en Zenteno antes de llegar a Rómulo Correa, eso fue como el 84 y fui a parar al otro lado de la acera. Otra vez fue el chofer de una panadería en la 18. Iba por Independencia y antes de llegar a Martínez de Aldunate sentí el puro pencazo”.
Entre sus clientes habituales menciona a los abogados Gibbons, Juan José Arcos, el diputado Bianchi, el dueño de Productos Martínez, la matrona Aura González, entre otros. Y pese a la competencia, mantuvo buena relación con sus colegas. Incluso fue uno de los que lideró el primer paro de suplementeros, a mediados de los ochenta, “cuando los diarios llegaban por Lan Chile o Ladeco y nos tenían casi toda la semana sin diarios, porque le daban preferencia a la carga perecible. Me cerraron las cuatro bocacalles los carabineros en Bories, preguntaron quien era el vocero y los colegas me señalaron a mí. Les dije que el problema era con Lan Chile y al otro día comenzaron a llegar”. Eran los años en que los suplementeros iban a la agencia, en Armando Sanhueza, donde retiraban los diarios del norte del país, en jornada de tarde.
“Yo era el que vendía más Mercurio, sacaba 110-120 el domingo, y Tercera, 70-80, pero desde el 90 para acá comenzaron a bajar las ventas, por el Internet. Ultimamente estaba sacando 15 prensas (por La Prensa Austral) y me iba a las 2 y media de la tarde, y me sobraban, por lo que las ganancias del día se me iban casi todas en el colectivo”, lamentó.
Así se mantuvo hasta que llegó la pandemia y aunque trató de trabajar en las primeras semanas, finalmente, tuvo que enclaustrarse en su casa. Ese periodo de reflexión lo llevó a tomar la decisión de retirarse definitivamente y descansar. Como buen caballero que es, llegó hasta La Prensa Austral a despedirse del personal con el que trabajó por tantos años. Tan cercana era la relación con esta casa periodística que apenas escuchaba una noticia importante en la radio, corría a la redacción para dar cuenta de algún accidente u otro hecho.
Sin embargo, todo tiene su tiempo. “Ya no venderé más diarios, tengo 75 años y problemas en una pierna. Ahora quiero descansar, aunque igual se echa de menos no trabajar, porque toda mi vida trabajando vendiendo diarios, fui el primer suplementero de la familia, después empezaron mis hermanos, y uno de ellos tiene actualmente un kiosco en Puerto Montt”, contó finalmente Julio Gallardo, que ahora disfruta del cariño de sus hijas y descansa, después de haber contribuido por años a que los magallánicos estuvieran bien informados.




