Necrológicas

Grandes dramaturgos australes: Fernando Josseau Eterovic

Jueves 8 de Septiembre del 2022

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No resulta fácil explayarnos sobre este tremendo artista y escritor. La razón es muy simple. Se trata de un hombre nacido en Punta Arenas, cuyas raíces son profundamente magallánicas, pero, por contradictorio que parezca, en casi toda su existencia estuvo fuera de Magallanes.

Por otra parte, ¿cómo referirnos a un creador que dedicó todos sus esfuerzos físicos e intelectuales a la difusión de la actividad dramatúrgica y teatral sin correr el riesgo de omitir algunos aspectos de su obra? Pero lo más importante es, ¿cómo explicar a la comunidad en su conjunto y en especial, a las nuevas generaciones, el desconocimiento que existe en la región sobre esta figura de la literatura chilena?

Nacido un 20 de agosto de 1924, fue el cuarto hijo del matrimonio conformado por Pablo Josseau Blanc y María Eterovic Dobronic. La familia emigró a Santiago cuando Fernando era un niño. En la capital realizó sus estudios primarios y secundarios en una de las instituciones baluartes de la educación pública chilena: el icónico Liceo de Hombres Nº5 José Victorino Lastarria, que coincidió con el rectorado del profesor de castellano Juan Durán Muñoz, (1928-1944), un histórico director, recordado por haber creado la letra del himno del establecimiento y por emprender la ampliación material y espiritual del Liceo: en su gestión se inició la construcción del actual edificio; se crearon nuevos cursos, se instituyó la sección de medio-pupilaje y se fomentaron las actividades artísticas y culturales. 

Seguramente, toda esa vorágine de acontecimientos internos, en directa relación con las transformaciones científicas y tecnológicas que experimentaba el mundo, el desarrollo de la aviación, la masificación de la radiodifusión y del cine sonoro; unido a los avatares de la política internacional en que las ideologías totalitarias, el fascismo en España e Italia; el nacionalsocialismo en Alemania y el comunismo en la Unión Soviética cernían sobre la humanidad la certidumbre que en cualquier instante estallaría la Segunda Guerra Mundial. 

Sin lugar a dudas, todos estos temas influyeron notablemente en el joven magallánico, que encontró en el ejercicio de la literatura el refugio adecuado para expresarse. Fernando Josseau era un joven inquieto, pero tímido; estudioso, pero reservado al extremo. En el liceo luego de escuchar a sus profesores, estudiaba con determinación los acontecimientos de la Guerra Civil española. Se hablaba del asesinato del poeta y dramaturgo Federico García Lorca.

Este hecho marcó para siempre su fértil imaginación. ¿Cómo podía ocurrir algo semejante? se preguntaba a los doce años. Sin embargo, por aquel entonces, un acontecimiento entre anecdótico y absurdo despertaría en él su habitual curiosidad.

Primeros pasos
en el teatro

Actores y dramaturgos protestaban enérgicamente contra la aparición del cine hablado. El paroxismo llegó cuando la Sociedad de Autores Teatrales decidió enviar una nota al Supremo Gobierno para que prohibiera el cine parlante, “ya que atenta contra la actividad teatral”.

La polémica se mantuvo varios años. El remezón para la gente de teatro se produjo con la llegada al país en 1937, de la gran actriz catalana Margarita Xirgú, quien vino a Chile huyendo de la tragedia que afectaba a su patria, envuelta en la guerra civil. Muchos jóvenes creadores nacionales se vieron influenciados por la puesta en escena que Xirgú realizaba en el Teatro Municipal de Santiago de las principales obras dramáticas de Federico García Lorca: “Doña Rosita la soltera”, “Bodas de sangre”, “Yerma” y “La zapatera prodigiosa”. Xirgú había traído un elenco completo de actrices y actores, Enrique Alvarez Diosdado, Eloísa Cañizares, Pedro López Lagar, Alejandro Maximino y Amalia Sánchez Ariño, con un director como Santiago Ontañón, que al decir de Domingo Tessier “con un nuevo concepto escenográfico, creó escuela e influyó en los nuevos escenógrafos que surgirían después en los teatros universitarios”.

El propio Josseau recordó esa etapa juvenil en una entrevista concedida a Sergio Marras para la desaparecida revista Bravo en su edición de agosto de 1980:

“Viendo una película norteamericana donde aparecía un gran director de teatro, me maravilló la forma que tenía este hombre de construir, descubrir y formar talentos. Ya tenía unos doce años. También hacía teatro con el padre Delpiano, cuando estaba en el colegio…, recorriendo colegios y orfelinatos… Después de eso me puse a estudiar con Margarita Xirgú”.

Josseau entró al mundo de la dramaturgia en la Escuela de Actuación que la referida actriz española sostenía en el Teatro Municipal de Santiago. Dos años después, se matriculó en la Escuela de Arte Escénico del Teatro Experimental de la Universidad de Chile donde fue alumno de Pedro de la Barra y Pedro Orthus. 

A diferencia de sus contemporáneos, Fernando Josseau se reveló desde sus comienzos en el área dramatúrgica como un escritor mordaz, satírico, irónico. Estudioso y empedernido lector de autores clásicos y vanguardistas, su discurso epistemológico es ecléctico, no responde a un molde tradicional. Es la razón principal, por la cual, no podemos encasillarlo en ningún movimiento o generación literaria, si bien, la estructura y los motivos dramatúrgicos del teatro de Josseau guardan varios puntos de contacto con los autores que algunos estudiosos denominan del 57, en particular, con el mundo de Egon Wolff o el de Jorge Díaz. 

La académica María Eugenia Di Doménico va incluso, más allá y señala: “Maneja con fluidez el diálogo, domina la técnica dramática. Y sus obras siempre hacen pensar, después de la primera y espontánea carcajada. Y en esto se parece a Moliere”.

En 1946 escribe sus dos primeras obras: “César” y “Esperaron el amanecer” que fueron representadas cuatro años más tarde. En 1950 escribió también “Comulgaron aquella mañana”. En esos años había fundado con Hugo Miller el “Teatro Libre”, una alternativa a la estructura formal de los teatros universitarios. Luego, en una innovación para la época, creó con Gregorio Goldemberg, a la manera de las salas de bolsillo de Europa, el teatro del Hotel Carrera en Santiago. Durante un tiempo dirigió la Academia de la Sociedad de Autores Teatrales.

En su juventud, Josseau sintió un embrujo especial por la obra “Seis personajes en busca de autor” de Luigi Pirandello. En su concepto, en todo el mundo se había renovado el lenguaje dramatúrgico y teatral desde el estreno de esta pieza en 1925 y sobre todo, con la aparición del autor rumano Eugene Ionesco y su particular interpretación del teatro del absurdo. Estas disquisiciones estéticas, unida a una frustrante experiencia personal motivaron a Fernando Josseau a escribir su próxima y famosa obra.

En 1952 la Academia cinematográfica de Hollywood entregó el Oscar a la mejor historia, que hoy conocemos como mejor guión original, a los escritores James Bernard y Paul Dehn por la película “Seven days to noon” que entre el público castellano se difundió como “Ultimátum”. Josseau comprendió que había sido víctima de plagio intelectual. Antes había escrito el cuento “Un nazi en Manhattan”, que aludía a la misma trama de los libretistas premiados. ¿A quién recurrir ante tamaña injusticia? ¿Quién iba a creerle? Al menos, en Chile ganó el juicio que impidió la exhibición de dicha película en territorio nacional. Sesenta y tres años más tarde, (2015), esta dolorosa anécdota sería plasmada en un libro por el periodista Juan Manuel Galán, titulado: “El Oscar usurpado a Fernando Josseau”.

Así nació “El Prestamista”, con un texto que recrea la muerte de una persona a la cual tres personajes, un panadero, un marqués y un financista, representados por un mismo actor, son interrogados por un inspector de policía, bajo sospecha de estar implicados en el asesinato. La obra trajo de inmediato el reconocimiento nacional a su creador. En 1956 recibió al menos cuatro importantes distinciones: el Premio “Caupolicán”, a la mejor obra teatral; “Premio Críticos de Arte de Santiago”; el “Laurel de Oro” al mejor autor y actor; y el Premio Municipal de Literatura de Santiago.

“El Prestamista” fue estrenada en el Teatro Municipal de Punta Arenas, el 11 de febrero de 1957, cuando al menos diez países habían mostrado interés por verla. Según el propio Josseau la primera oferta para hacer una representación en el extranjero surgió de Argentina:

“Vino del teatro Astral de Buenos Aires, conjuntamente con el ofrecimiento de una editorial para publicarlo. Simultáneamente, Naum Kramarenko, cineasta chileno, quiso filmarla. En un lapso de seis meses se produjo todo. Presentaciones en todo Chile, en Uruguay, Argentina, Paraguay, con excelente crítica. Hasta que partimos por la costa del Pacífico, viaje que se transformó en algo interminable. Pensábamos quedarnos en Lima una semana y estuvimos seis meses; en Ecuador dos días y estuvimos dos meses y medio, y así en cada país”.

En 1960, “El Prestamista” recibió el “Premio Guido” en Perú. Los comentarios literarios se multiplicaron. Por ejemplo, el diario El Amanecer de Zaragoza en España, emitió el siguiente juicio crítico: “La obra escrita en correcta prosa, es la más importante del género reservado a la intervención de un solo actor. La acción, fluida, dinámica y con gran interés”. Frank Dauster, columnista del Theater Arts de Nueva York, en Estados Unidos, escribió: “Un autor interesante, Fernando Josseau. Más que otros jóvenes autores latinoamericanos, Josseau se inclina por la experimentación. Los problemas planteados por El Prestamista están ingeniosamente resueltos”.

En esta singular travesía, “El Prestamista” es convidado a participar en 1962 en el Festival de Teatro de las Naciones, en París, Francia. El autor magallánico debió interrumpir su trabajo como guionista en México y partir hacia Europa.

“Estuvimos un año en España. Allí fue donde nos topamos con el director del Teatro de las Naciones de París. Por equivocación se metió a ver nuestra obra en Barcelona y quedó fascinado. Nos comprometió inmediatamente para ir a presentarnos a París”.

Recordemos que por su actuación en “El Prestamista”, Raúl Montenegro recibió el premio al mejor actor de aquel festival. El éxito mundial alcanzado por esta pieza teatral eclipsó varios trabajos de indudable calidad en los que el dramaturgo dispensó muchas horas de trabajo. “La torre de marfil” escrita y estrenada en Santiago en 1957 es una buena prueba de ello.

Radicado en Norteamérica, durante el período 1963-1971, Fernando Josseau escribió o colaboró con la elaboración de treinta y dos libretos para la industria cinematográfica de México, en películas en que participaron estrellas, entre otras, María Félix, Carlos Bracho, Silvia Pinal, Fernando Luján, y Angélica María. En dramaturgia, una de sus obras, “Don Juan a la pimienta”, pieza cómica estrenada en 1968, fue también llevada al cine conquistando varios reconocimientos.

Retorno a Chile

Después de haber recorrido medio mundo con “El Prestamista”, (obra que tiene hasta la fecha más de quince mil representaciones) y de su experiencia de casi una década en México, Fernando Josseau que solía cansarse rápido de los viajes y cambios de domicilio, decidió volver a nuestro país. Contaba con cuarenta seis años.

Sin imaginarlo siquiera, le esperaba otra media vida de aventuras y de creaciones literarias. En 1974 estrenó la obra “La mano y la gallina” y en 1976, “El estafador Renato Kauman”, inspirada en un hecho real que le ocurrió al dramaturgo y que apuró su salida de México. 

“Esta obra se trata exactamente de la estafa que me hizo una persona en México. Fue tan impactante porque fue una estafa a largo plazo, premeditada, siniestra, con cuatro años de duración. Desde ahí me interesó mucho el tema, la relación entre el estafador y el estafado. Ahondé en el problema y retraté de cuerpo entero a Renato Kauman, que así se llamaba en realidad la persona que me estafó”.

Como veremos a continuación, tal vez por el temperamento confiado de este magallánico, las traiciones y disputas legales en determinados pasajes de su vida, parecieron ser una tónica. 

Con todo, su fama se acrecentó en el concierto nacional. En 1979 estrenó las obras “Su excelencia el embajador” y “La muela del juicio final”; en 1980, apareció la controvertida “Demencial party”; en 1981, “Alicia en el país de las zancadillas” y en 1985, “Los pianistas mancos”.

En medio de todo esto, Josseau publicó en 1980 el libro “Chez Pavez” que sorprendió a críticos y lectores. El autor había ingresado al mundo de la narrativa.

“Chez Pavez es una novela dividida en cuentos, no en capítulos. Es un collage que tiene una unidad espiritual. Surgió como novela porque no todas las buenas ideas sirven para teatro. Concebí este libro, que en mi opinión está escrito en un lenguaje extraño, mezcla de narrativa dramática y cinematográfica…, eso es lo que intenté hacer. Lograr el máximo de afecto en el mínimo de tiempo”.

El texto recibió varios elogios de comentaristas y docentes. En paralelo, escribía un artículo semanal sobre espectáculos en el diario El Mercurio. En una de esas críticas, nació el proyecto artístico junto al humorista Alejandro González, conocido como Coco Legrand.

Fernando Josseau escribió la mayoría de los guiones de las celebradas obras que consagraron a Legrand como uno de los cómicos más populares e importantes de las últimas décadas. Entre ellas destacan, “Tú te lamentas, ¿de qué te lamentas? (1986); “Con la camiseta puesta” (1986); “Al diablo con todo” (1996); “No vote por mí” (1998), “Terrícolas corruptos, pero organizados” (2013) que fueron vistas por más de dos millones de espectadores. Sin embargo, después de un cuarto de siglo el dúo se distanciaría. En junio de 2013, Josseau demandó a Legrand por mal uso de los derechos de propiedad intelectual de sus creaciones: 

“Celebré convenio por dos de mis obras con el demandado. Dicho convenio se ha mantenido en el tiempo con otras obras de mi propiedad, debidamente inscritas, que el demandado ha ocupado en todo o en parte en sus diversas presentaciones y en la divulgación de las mismas en formato VHS o DVD u otros videogramas”.

Pese al quiebre entre ambos, el comediante no escatimó adjetivos para reconocer la profunda huella que dejó el dramaturgo en su carrera artística:

“Le agradezco lo que ha significado en mi trabajo y vida personal, porque también ha sido un buen consejero. Marcó un antes y un después en mis presentaciones. Entré en un terreno más difícil que era la actuación, y eso, indudablemente, hizo variar el concepto de lo estaba realizando como espectáculo, que eran simples monólogos”.

Un aspecto poco analizado es que mientras trabajaba en la puesta en escena de varios espectáculos con Legrand, el creador magallánico obtenía el reconocimiento formal por su labor narrativa. En 1994, publicó el volumen de dieciocho cuentos “La posada de la calle Lancaster”, que recibió en 1995 el Premio Municipal de Literatura de Santiago y el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura”.

Curiosamente, Josseau escribió y publicó narrativa hacia el final de su vida. En 2003 editó “Cuentos selectos volumen 1”; en 2006, “Cuentos selectos volumen 2”, y luego, la novela “El vacío”. En 2009 el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, le otorgó por medio de la ministra de Cultura, Paulina Urrutia, el reconocimiento a la trayectoria cultural.

Este aclamado dramaturgo falleció en su hogar en la comuna de Las Condes en Santiago, un 4 de enero de 2016. 

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