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David Garrett, en Buenos Aires: “Poner a la música clásica en un pedestal es ridículo”

Miércoles 12 de Octubre del 2022

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  • El destacado violinista alemán se presentó ayer en Buenos Aires, pero antes habló de su “infancia horrible”, la libertad del rock y el virtuosismo, entre otros temas. Es considerado pionero del crossover, término que define al estilo musical en el que la música clásica se mezcla con otros géneros y cuya popularidad ha ido en aumento.

David Garrett, uno de los más exitosos representantes del crossover, ese género híbrido en el que la música clásica el pop, el rock y a veces también el jazz son convocados a ser parte de un discurso musical en el que Mozart, Paganini y The Rolling Stones conviven sin conflictos con Coldplay, Percy Mayfield y Prince, volvió a tocar en la Argentina ayer, en el Movistar Arena.

Para el violinista nacido el 4 de septiembre de 1980 en Aquisgrán, en aquel entonces aún Alemania Occidental, fue una escala más de su Alive Tour, plataforma de presentación de su álbum Alive: My Soundtrack, publicado en 2020. Pero cuatro días antes de su concierto en Argentina, través de la pantalla del Zoom y con una sonrisa de oreja a oreja en un cuarto de hotel de Bolzano, en el norte de Italia, Garret habló con Infobae.

“Hoy hacemos Bolzano, mañana tocamos en Padova y luego ya partimos hacia Buenos Aires”, resumía el músico, que pisaría suelo porteño por segunda vez, cinco años después de su primer acercamiento al público local, que el 20 de noviembre de 2017 colmó el Luna Park para ser testigos de su Explosive Live Tour.

Siempre se vuelve
a Buenos Aires

– ¿Tienes algún recuerdo de aquella visita a la Argentina? En semejante vorágine supongo que no debe ser sencillo recordar qué pasó en cada lugar en los que tocaste, a menos que ocurra algo muy especial.

– “¡Jaja! Es absolutamente así. Es muy difícil. Muchas veces recuerdo más las habitaciones de los hoteles que la ciudad en las que estuve. Por supuesto, nosotros tocamos todas las noches el mismo repertorio. Entonces, resulta complicado distinguir si los conciertos que recuerdas fueron en Europa, o en Sudamérica. La agenda es tan apretada, a veces…”.

“Pero volver a la Argentina también es especial para mí porque mi mamá es bailarina de ballet, y es una gran fanática del tango. A tal punto que desde que tengo memoria me viene diciendo que si voy a tocar en la Argentina, ella quiere venir conmigo. De manera que en este viaje llevo a mi mamá conmigo para cumplir con su deseo. Nunca estuvo allí”.

 

– ¿Tienes alguna referencia de la música de la Argentina? ¿Algún contacto con el tango, que acabas de mencionar?

– “A lo largo de mi carrera he tocado algunos tangos, hice música de Piazzolla… Para mí, siendo un artista de crossover es normal tomar músicas diferentes de distintos lugares y sumarles mi toque personal. Pero en este tour no vamos a tocar ningún tango. Tendrán que esperar a la próxima”.

Y qué importa si
es clásica o rock

– ¿Te gusta que tu música sea definida como crossover, o preferirías que sea denominada de algún otro modo?

– “Hasta ahora no encontré ningún otro término que la defina de una mejor manera. De modo que acepto esa denominación, por ahora. Pero, finalmente, todo se trata de hacer música buena o música mala. Tienes buen gusto, o no lo tienes; puedes tocar un instrumento o no puedes hacerlo. Es buena música o mala música. Y lo mismo puede ser dicho acerca de la música clásica”.

“Poner a la música clásica en un pedestal también es ridículo. Hay tanta música clásica de segundo, tercer o cuarto nivel; composiciones malas que no las escuchamos. Finalmente sólo terminamos escuchando las grandes creaciones que son interpretadas en las salas dedicadas al género. Pero hay muchas otras que fueron olvidadas”.

“Y lo mismo sucede con el rock, el jazz, el pop o R&B. A esta altura hay tantas composiciones clásicas tan buenas, tan grandiosas. Yo trato de hacer foco en aquella música atemporal. Puede ser clásica, puede ser rock o lo que sea”.

– Pero uno tiende a suponer que la música clásica demanda un grado de precisión del cual el rock o el pop son de algún modo eximidos…

– “No, no, no, no (Garrett refuerza su negación con el dedo). Si yo hago música pop, lo hago con muchísima precisión”.

-¿Pero no son músicas que te dan más libertad para improvisar o buscar un camino propio dentro de la pieza?

– “No. No estoy de acuerdo. Siempre tienes un marco, parámetros definidos, en la música. Eso significa que hay que mirar la partitura. Eso es lo más importante. A partir de ahí, si sabes lo que el compositor quiere decir, una vez que sabes qué hace cada instrumento en la orquestación y puedes tocarlos; una vez que todo eso está en tu cerebro, ahí puedes empezar a pensar en tu propia interpretación”.

“Pero siempre hay una estructura que fue definida por el compositor. Personalmente encuentro al rock o el pop como músicas que me ofrecen una mayor libertad, para volcar ahí mi personalidad, porque hay más espacio. Son músicas en la que no todo está escrito, como sí lo está en casos como el de Bach, en cuyas obras está todo sumamente detallado, tediosamente anotado. En el rock tú sigues la anotaciones, pero tienes más libertad, porque no todo está escrito”.

La fruta prohibida
del rock y el pop

-¿Qué lugar tuvo la música popular durante tu infancia? ¿Se escuchaba algo de pop o rock en tu casa?

– “No, no escuché nada de eso durante mi infancia. Es probable que mi curiosidad y mi interés por esas músicas haya surgido y crecido precisamente porque nunca había tendí acceso a ellas. Durante mi infancia estuve enfocado en el aprendizaje de la música clásica. Pero en la vida, cuando hay algo que se supone que no debes hacer, es lo que vas a tratar de hacer. Es algo así como la fruta prohibida. Es la naturaleza humana”.

“Entonces, cuando tuve mi independencia, me fui de Alemania y me instalé en Nueva York y comencé a estudiar, me di cuenta de que la música clásica es sólo una parte de muchas otras hermosas direcciones musicales en las que se puede avanzar. Entonces, comencé realmente a disfrutar, investigar y escuchar mucha música. Y me enamoré con mucho de eso que escuché”.

– En tren de marcar fronteras, hay quienes asocian la música clásica al arte, y a la música popular con el entretenimiento, como si la primera no pudiera también entretener.

– “En mi idioma, ambas asociaciones son pura mierda. Es verdad que no hablamos de rock o pop cuando hablamos de música litúrgica; pero incluso en ese caso había bailarines. Pienso en las Sonatas para violín de Bach; hay corrientes, sarabande, giga. Bailarines franceses, italianos… Se supone que era para bailar. ¡Mozart! Escribió óperas… Es una música muy sexual, entretenida”.

“La música siempre ha sido entretenimiento. Siempre ha sido una vacación de la vida. Nada ha cambiado, y poner a la música clásica en una especie de pedestal es uno de los sinsentidos más grandes que pueda haber. Lo que sí debería ser puesto en un pedestal es la calidad con la cual esa música es ejecutada. Eso es lo que debe ser puesto ahí.

Una infancia horrible,
un presente feliz

– David, acabo de ver un posteo reciente en tu cuenta de Instagram en el cual se te ve tocando el violín a los 6 años; poco después, a los 10, diste tu primer concierto y grabaste tu primer disco a los 15. Imagino que tu infancia no debe haber sido la de cualquier chico de barrio.

– “No, definitivamente no lo fue. Fue una infancia difícil. Horrible”.

– ¿Tuviste una infancia horrible?

– “¡Absolutamente!”.

– Además, suele ocurrir que los chicos se vuelven crueles con aquel que demuestra un talento especial o no sigue las reglas de la llamada “normalidad”.

– “Afortunadamente, mis padres me sacaron de la escuela, con lo cual no corrí el riesgo de ser maltratado. Pero, la mismo tiempo, estaba aislado, siempre solo, no tenía amigos, no jugaba al fútbol. Fue una infancia realmente rara. Preguntame si quisiera volver a vivir mi infancia”.

– Ok. ¿Te gustaría volver a atravesar tu infancia?

– “¡Nooooooooooo! Nunca. Nunca en el resto de los años. ¿Me estás jodiendo? Estoy tan feliz de que todo eso se haya acabado y de haber encontrado una manera de disfrutar la vida… En verdad, tocar el violín de manera apropiada requiere un gran esfuerzo. No por un día, no por una semana ni por un año; probablemente lo haya sido durante los primeros ocho o nueve años en los que empecé a tocar. Ese es el tiempo que toma aprender a tocar bien el instrumento”.

“Durante esos nueve años, todos te presionan: tus padres, tus maestros, la compañía grabadora. ¡Es trabajo infantil, si eres un ‘prodigio’! No hay duda sobre eso. Vamos a poner un ejemplo: de pronto ves a un chico tocando el piano y si le preguntas a alguien del público te va a decir que está tocando, y no. El está trabajando con el piano”.

“Y lo cierto es que si eres parte del público que va a ver a un chico tocar, es mejor no saber lo que pasa del otro lado de los telones, en el backstage. Porque si ves a alguien de 12, 13 ó 14 años que toca demasiado bien un instrumento, es porque tuvo una infancia difícil. Por eso digo abiertamente que ser un ‘prodigio’ es sin duda trabajo infantil”.

-¿Qué pensabas, cuando eras tan chico y salías a tocar, de ese público que estaba frente a tí yendo a escuchar al prodigio?

– “Nada. Déjame decirte algo: cuando eres un chico no piensas en el público. El público no vuelve a tu casa contigo criticando lo que hiciste durante el concierto. El publico se queda ahí y no lo vuelves a ver. De lo que tienes miedo es de tu maestro que está sentado entre el público, de tus padres, que están ahí y que van a volver a casa en el auto contigo y te van a criticar. A eso le tienes miedo”.

-¿Cómo fue que decidiste empezara a incorporar el pop y el rock a la música que tocabas? ¿En qué momento hiciste ese click?

“En realidad no fue un momento epifánico. Durante mi época de estudiante en la Julliard School me di cuenta de que mi interés por fuera de la música clásica era muy fuerte y por primera vez me di cuenta también de que no me sentía avergonzado de tener ese interés porque todo los otros músicos clásicos también escuchaban otras músicas”.

“Pero yo di un paso más allá cuando me pregunté: ‘Ey, si me gusta escuchar esas músicas, ¿por qué no tocarlas?’ Finalmente, lo que hizo Paganini es bastante parecido: el tomó muchas canciones populares, que la gente escuchaba en las óperas, operetas o algunas grandes arias y creó sus propias variaciones para el violín. Yo tomo algo muy popular que la gente reconoce y hago mis propias variaciones. En ese sentido. Siento que mi modo de hacer crossover termina siendo algo muy tradicional”.

– ¿Tuviste que pagar algún precio por ese cambio de rumbo?

– “No. En la vida, si tú estás tomando una decisión basado en tu deseo no pagas ningún precio. Lo que elijas, de manera acertada o no, es algo que amas. No hay precio por pagar. El único precio que se paga es cuando haces algo que no querrás hacer”.

– Con tu cambio de rumbo musical también cambiaste tu aspecto físico: el pelo largo, un vestuario completamente distinto, los tatuajes…

– “Acá volvemos a algo de lo que hablamos. Cuando estás involucrado en esta cuestión de salir al escenario siendo tan pequeño, ¿quién te viste? ¿Tus padres te llevan a una tienda y tú eliges lo que te quieres poner? No, no, no… Tus papás empiezan a elegir qué pantalones, qué zapatos, qué camisa y qué blazer vas a ponerte. ¿Te sientes cómodo con esa vestimenta cuando eres un chico? ¡Ni una mierda de cómodo! ¿Te sientes grato de salir a un escenario metido en eso? ¡Menos aún!”.

“Pero cuando tus padres están en Alemania y tú estás en Nueva York y tienes la independencia de elegir qué ponerte y cuándo ponértelo, por supuesto que vas a usar esa libertad de respirar tu propia identidad. Pero yo elijo las cosas que me quiero poner porque me siento cómodo usándolas y me gusta. Te voy a decir un secreto (se acerca a la cámara como para hablar al oído): sea lo que sea que uses, no hace sonar mejor o peor ni una sola nota”.

– Pero a veces puede hacer que alguien obvie una nota mal tocada.

– “Pero yo no toco muchas notas equivocadas. Difícilmente pase. Pero no está mal tocar una nota equivocada. Somos humanos. Jascha Heifetz (uno de los violinistas más notables del siglo XX) tocaba alguna nota equivocada. No me da miedo tocar una nota errada, porque es parte de la música. Nadie es perfecto. La perfección es lo opuesto a la música, que es algo humano”.

Virtuosismo, sólo
cuando hace falta

– ¿Qué lugar ocupa el virtuosismo en tu manera de abordar la música?

– “Mirá. Hay tanta música tan simple dentro de la música clásica (se levanta, va en busca de su violín y comienza a tocar fragmentos de piezas de Mozart, Schumann, el ‘Ave Maria’ de Schubert, y en cada cambio repite ‘acá no hay virtuosismo’). Por supuesto que si toco ‘Nothing Else Matters’, tampoco lo hay, porque no lo necesita. No toda la música es una cuestión de virtuosismo”.

“La música pop cuando la toco, es simple. Y toco lo que la música necesita. No tomo una pieza para ver cómo la puedo amplificar con alguna demostración de virtuosismo, porque eso empeora la música. Yo elijo la música y la hago sonar como se supone que debe sonar. El virtuosismo debe servir para sumar, pero si es para destruir la música, prefiero no hacerlo”.

– Tú tocas con un violín de Antonio Stradivari de 1718 y uno de Giovanni Battista Guadagnini de 1772. ¿Cuántas veces te pusiste a pensar qué opinarían ellos del destino que tuvieron esos instrumentos, que hoy hacen sonar piezas de Metallica, Nirvana o Prince?

– “Supongo que en general se sentirían súper felices de que sus instrumentos sigan sonando en el más alto nivel y que se hayan convertido en iconos del violín en el mundo de la música. Supongo que estarían encantados de saber que sus instrumentos, después de tantos años, siguieron sonando al ritmo de los tiempos”.

Infobae

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