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Sobre la reforma previsional y su necesaria discusión nacional

Por Carlos Contreras Martes 15 de Noviembre del 2022

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No cabe duda alguna que el sistema previsional requiere una reforma profunda por cuanto el sistema actual no ha podido concretar el anhelo de una pensión razonable, adecuada y suficiente para los afiliados al sistema, pero, considerando nuestra historia reciente que dio cuenta de una comisión constitucional constituyente que rechazó la ciudadanía, es imprescindible que esta discusión sea promovida y razonada en todos los niveles de la población para arribar a un sistema que asegure el objetivo de una pensión de jubilación, cual es la posibilidad de mantener un nivel de vida, más o menos similar, al que tenía el jubilado cuando se desempeñaba laboralmente.

Teniendo presente lo anterior, es fundamental que, más allá del proyecto que se presenta por el gobierno y las respuestas inmediatas de los defensores del actual sistema, la discusión sea razonada y la ciudadanía sea instruida adecuadamente en los diferentes conceptos, pues esto no se trata de un retroceso al pasado de un sistema que podía quebrar al Estado chileno ni de una defensa a la gestión privada en la administración de los fondos previsionales cuyo resultado dista mucho de ser óptimo. 

Lo primero que hay que transmitir es que la principal diferencia entre un sistema de capitalización individual obligatoria y un sistema de reparto radica en un par de aspectos fundamentales, más allá de quién administra (si es un privado o el Estado), esto es el sistema o forma de financiamiento de las pensiones y, como consecuencia, la forma en que se genera la pensión correspondiente a cada sujeto cuando llega la época en la cual debe hacerla efectiva.

En el sistema de reparto, las imposiciones se realizan por los trabajadores y trabajadoras activas, existiendo además un aporte del Estado, a un fondo común contra el cual se obtienen las pensiones de cada jubilado a futuro.

En el sistema de capitalización individual obligatorio, cada afiliado o afiliada tiene una cuenta individual dónde se depositan sus cotizaciones previsionales, las cuales son invertidas por las AFP con el objeto de obtener rentabilidad, esto es, un crecimiento en estos fondos individuales consecuencia de la inversión. Estas cotizaciones y su rentabilización constituyen, al monto de la jubilación, el saldo previsional con el cual se calculará la pensión de la persona que se jubila.

Estos son los conceptos basales para entender la discusión que se viene.

A mi juicio, además de estos conceptos es necesario tener presente los bemoles o defectos de cada sistema, cuestión que debe determinar la búsqueda de soluciones que a mi juicio, anticipo, no pueden ser de uno o de otro sistema simple y puro. Al respecto y evitando una discusión ideológica que puede ser interesante para imponer una opinión, pero inútil para el objetivo de asegurar una pensión digna, me parece que los principales problemas son los siguientes.

En cuanto al sistema de capitalización individual, podemos precisar la evidente ineficacia para generar pensiones dignas, entendiendo por tales aquellas que permitan mantener un sistema de vida, a lo menos similar, al que se tenía mientras uno era trabajador activo.

En cuanto al sistema de reparto, el problema es que en el objetivo de generar pensiones dignas siempre se ha generado un problema real de financiamiento del sistema que, al carecer de los fondos necesarios para cubrir el requerimiento creciente de pensiones de calidad, exige el suplemento del Estado año a año y con incrementos importantes, más aún si se considera la esperanza de vida actual, lo que implica posponer la satisfacción de necesidades presentes para suplir el déficit estructural que normalmente va asociado al sistema.

Esta es la cuestión. Por ello, en la discusión debe asegurarse dos cosas: pensiones dignas y eficiencia en el fondo que impida el desfinanciamiento o la necesidad de aporte extraordinario del Estado. Es el momento de proponer y debatir.

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