Necrológicas

Noviembre, mes de la “No violencia contra la mujer” y el compromiso de las universidades estatales

Por Isabel Bustamante Cifuentes Sábado 26 de Noviembre del 2022

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Encargada de Estudios y Transversalización de Género Umag

 

Las problemáticas actuales y los avances a nivel científico, tecnológico, de redes sociales entre otros, se vuelven un desafío y exigen a las instituciones de educación superior revisar sus procesos de formación en pro de mejorarlos y adaptarlos al contexto dinámico y crítico del siglo XXI. Dentro de ello, las demandas de movimientos feministas durante el ya lejano 2018, cartografiaban la realidad del espacio universitario con desatada honestidad, poniendo en entredicho a las universidades estatales, con escasos protocolos y normativas que permitieran, puntualmente, primero: reconocer hechos de acoso y violencia de género, segundo: abordar con cumplimiento a las obligaciones internacionales y nacionales tales situaciones y, tercero: comprometer acciones concretas para trabajar por una educación no sexista. 

Estas actuales reivindicaciones, son más bien, continuidad y parte de procesos históricos removiendo cual avalancha las diferencias de género establecidas por una lógica patriarcal que permea la realidad social y, en este caso, la acción del Estado en la educación superior pública. Las universidades reproducen desigualdades y discriminaciones de género pues, han sido edificadas sobre bases androcéntricas. Es en este marco de acción, donde equipos profesionales en género tienen la tarea de poner en marcha estrategias colaborativas y transdisciplinarias para disminuir brechas detectadas, promover la equidad e igualdad de género, garantizar espacios seguros y libres de violencias y, el bastión más difícil de conseguir, lograr cambios en la cultura organizacional y el sistema de relaciones de poder que ahí se establece.

Al día de hoy en nuestra región, la Dirección de Género, Equidad y Diversidad de la Universidad de Magallanes, ha podido planificar e instaurar un proceso gradual y progresivo en el derribo de barreras que obstaculizan el desarrollo de las mujeres y las diversidades sexo-genéricas en la institución, prueba de ello son la reciente aprobación de la Política Integral que regula el Acoso Sexual, la Violencia y la Discriminación de Género en nuestra casa de estudios.

Este hito no hubiese sido posible, sin el impulso de los movimientos feministas presentes en el sistema de educación superior. Aquellos corrieron el cerco logrando visibilizar la persistencia de las violencias y discriminaciones de género en instituciones que quizás, para quienes no están en ellas, parecen ser vanguardistas y progresistas. En este escenario, reconociendo este diagnóstico y, de la mano del compromiso de quienes están en el timón de este navío, es que se avanza y alcanzan respuestas efectivas a las desigualdades, siendo esto, además un ejemplo para otras instituciones públicas y la comunidad. 

Erradicar las violencias de género de las universidades, es una tarea de largo aliento porque no sólo estas son el espejo de históricos hechos, sino que, es el contexto experiencial de profesionales en formación. En este sentido, asignar un rol exclusivamente científico o educacional a estas instituciones reduce su complejidad y desconoce la diversidad de dimensiones involucradas en ella, dificultando aún más la posibilidad de proponer medidas de prevención de las violencias de género y/o medidas de acción positiva para garantizar un avance sostenido hacia la anhelada igualdad de género.

En el mes de la no violencia contra la mujer, el compromiso y voluntades al interior de las universidades y fuera de ellas es trabajar por garantizar espacios libres y seguros para la comunidad universitaria, no me cabe duda de ello, pero, avanzar con paso firme hacia este objetivo requiere examinar la multifuncionalidad de las organizaciones de educación superior (en sus ámbitos económico, político, personal y de relación con su entorno significativo). 

Queda mucho camino por recorrer en este ámbito. Hemos partido por lo básico y avanzamos lentamente, falta reflexión y diálogo entre estas políticas y sus acciones operativas con, las concepciones que se han construido sobre las desigualdades. En este mes, en el que asistimos a innumerables actos que buscan recordar la necesidad de poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, me hago parte de esta demanda colectiva y reafirmo desde el humilde trazo que bosquejo y alimenta el trabajo de muchas, el compromiso irrestricto de fortalecer relaciones igualitarias entre todas las personas para construir así, espacios libres de violencias y discriminaciones.