Domingo de emociones y aprendizajes
Mientras escribo esta columna mi ciudad de la vida, mi Punta Arenas está de cumpleaños. 174 años de vida, desde la lejana fundación en el año 1848. Transitamos a nuestro Bicentenario. Quedan 26 años. Sólo un pestañazo en la vida del universo, una vida para cualquier ser humano. Mi ciudad se comienza a desarrollar en la madurez y sólo espero que este desarrollo llegue a todos sus habitantes. Son muchas las fortalezas y potencialidades que tiene y que debiera significar para su gente. Difícil en un país extremadamente centralizado y centralista.
La única posibilidad de desarrollo de nuestro país es entender que el desarrollo tiene que ser de su cuerpo todo y no sólo de su atrofiada cabeza. Su ubicación y su singularidad que antes pudo ser su debilidad hoy tienen que ser su fortaleza y su oportunidad.
También pienso que el otro pilar en que debe fundarse nuestro desarrollo, es la disciplina y el trabajo metódico. La actitud de querer que las cosas ocurran, pero que nuestro sino como pueblo es el trabajo y la concentración.
Mi ciudad, nuestra ciudad y comuna hoy está de cumpleaños. Hoy también, mi país de nacimiento, mi segunda patria como lo es Argentina, es campeona mundial de fútbol. Pienso en la alegría que significa para el sufrido pueblo argentino. Sin duda una alegría para millones de argentinos que están en situación compleja desde hace mucho tiempo. Estoy muy contento, pero con la sobriedad que significa haber vivido más de 5 décadas.
Vuelve a ganar Argentina y vuelve a ganar Sudamérica. Pienso si mis ojos verán algún día a Chile como campeón mundial de fútbol. Pienso en la alegría que significa ello. Argentina tiene historia en el fútbol y en el deporte. La confianza se construye día a día. Dando importancia al juego y al deporte. El deporte como escuela de vida. El juego que se transforma en pasión y en identidad.
En Chile tuvimos durante más de una década el mejor equipo de América, pero fuimos sólo a dos mundiales de los últimos 5 posibles. ¿Por qué ocurre esto? Porque si no unimos el talento con la disciplina y el método, no basta con lo primero.
¿Por qué Argentina fue campeón en este mundial? Porque lo quería profundamente. Porque no sólo unió el talento de uno de los mejores futbolistas de la historia, sino porque tuvo un equipo cohesionado y con bastante más humildad, quizás gatillada por esa tempranera y sorpresiva derrota con Arabia Saudita.
Y creo también porque tuvo el temple, que significa que en la final te empaten dos veces, cuando primero estaba a 12 minutos del final y ganaba por 2 a 0 y Francia logra empatar. Reponerse de ese mazazo no era algo fácil, para nada. Luego lo repite, cuando en el alargue del partido estaba ganando nuevamente por 3 a 2 y a falta de 3 minutos para el término del alargue Francia vuelve a empatarlo. Nuevamente ese balde de agua fría. Pero en los penales el temple, la convicción y la sangre fría hace que vuelva a coronarse Campeón del Mundo por tercera vez en la historia.
Historia e historial de un país en un deporte es tremendamente importante, es su “background”. Pero sentido de equipo, deseo profundo y convicción para sobreponerse a toda adversidad, fue la esencia de este logro.
Estos son valores del deporte, que uno puede extraer para que no sólo se gane una Copa del Mundo, sino que como una actitud de vida que marque nuestro segundo en la historia del universo como es nuestra vida. Domingo de emociones de pensamientos y de aprendizajes. Alegría con sobriedad, sin paroxismo. Momento de felicidad, alegría para un pueblo sufrido como el argentino. Claramente, nuestro pueblo chileno también sufrido y carente, necesita de triunfos, pero éstos llegarán cuando el deporte en Chile sea una Escuela de Vida, y se entienda como una inversión y no un gasto. De todos, no sólo de los gobiernos de turno, sino que de la sociedad toda.