Estos meses de verano
En enero y febrero cambia el ritmo de la vida. Estos meses de verano están marcados por las vacaciones. Unos descansan en enero, otros en febrero. Los estudiantes recién volverán a clases en marzo. En nuestra región el agradable clima de este tiempo -sin los tórridos calores nortinos- invita a salir al campo, a ir de picnic, o caminar por la costanera del Estrecho.
Unos viajan al norte -aunque este año he escuchado a varias familias decir que por estrecheces económicas no saldrán de vacaciones-, y otros aprovechan de venir a conocer las bellezas de nuestra zona austral. Punta Arenas y la región se llenan de turistas venidos de todos los rincones del mundo atraídos por las bellezas de nuestra Patagonia. Para algunos -los que trabajan en áreas vinculadas al turismo- es un tiempo de intensa labor para sacar buen partido de la temporada veraniega, y aun cuando estemos trabajando, en estos meses de verano el tiempo parece fluir de modo diverso.
El escritor francés Romain Rolland, quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1915, decía que el tiempo libre es “el divino hacer nada que permite hacer tantas cosas”. Es decir, es el tiempo aparentemente vacío que se nos ofrece como una oportunidad para rehacernos como personas en el descanso y en el cultivo de mejores relaciones humanas y familiares.
Todos sabemos que no descansar adecuadamente puede acarrear serios problemas físicos y psíquicos, problemas que afectan de forma directa la vida personal y laboral de las personas. Si no sabemos parar y recrearnos, el estrés, las tensiones laborales y el andar corriendo apurados de un lado para otro afectan nuestra calidad de vida. De eso se trata en las vacaciones, de re-crearnos, de rehacernos a través del descanso, de la contemplación de la belleza y del crecimiento en las relaciones de amistad y familiares.
Es necesario saber descansar para ser re-creados. En la Biblia, en el relato simbólico de la creación, Dios mismo es el autor de las vacaciones, pues aparece descansando al séptimo día de la obra creadora. Es un tiempo dedicado a contemplar la belleza de la creación en la que Dios sigue haciendo todo de nuevo, hasta nuestros días.
También el Señor Jesús se tomaba tiempos libres para descansar, para orar y reflexionar junto a sus discípulos en Betania, en el desierto, o junto al lago de Galilea. “Vengan conmigo a un lugar solitario y descansemos un poco” (Mc 6, 31), decía el Señor Jesús a sus discípulos.
Así mismo, la palabra “vacaciones” viene del latín “vacare” que quiere decir abstenerse de las actividades normales para dedicarse a algo diferente e importante. Es decir, se trata de algo bien distinto de una fuga alienante, sino que es dejar lo habitual para ir a lo esencial: al encuentro consigo mismo, al encuentro con la belleza de la creación, al encuentro del compartir familiar sin la premura de los quehaceres habituales; ir al encuentro de la raíz íntima de nuestra vida, es decir, ir al encuentro de Dios que habita en el fondo de cada persona.
El don divino del tiempo libre nos da la oportunidad de seguir el mismo camino del Creador, haciéndonos creadores de nuevas formas de vivir, de amar, de sentir y relacionarnos en forma más gratuita, sin andar buscando la utilidad o la ganancia de cada cosa. La gratuidad es un fruto maduro del amor adulto y el amor es el poder supremo que nos acerca a la misma potencia creadora de Dios.
Para todas las personas, ¡qué importante es saber descansar y superar el frenesí trabajólico! Poder aprovechar este tiempo para esas cosas pendientes de las que durante el año decimos: “yo quisiera tener tiempo libre para hacer tal o cual cosa”, “a mí me gustaría tener un poco de tiempo para esto o lo otro”. Las vacaciones, ese “divino hacer nada que permite hacer tantas cosas” es el tiempo que se nos regala para ser re-creados y para comenzar todo de nuevo con un espíritu renovado.
Aprovecho, también de despedirme de los amables lectores hasta el mes de marzo, pues yo también haré una pausa vacacional en el oficio de estas columnas dominicales.