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Neruda, el veneno que lo habría matado y la orden del médico al querer resucitarlo: “No siga, déjelo tranquilo”

Viernes 17 de Febrero del 2023

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El lunes de esta semana, a través de medios internacionales, se informó que Pablo Neruda habría sido “envenenado” el 23 de septiembre de 1973. El hecho lleva a recordar que algo similar se comprobó tras la muerte del ex Presidente Eduardo Frei Montalva. Hasta hoy se sostenía que el poeta comunista había fallecido víctima de un cáncer de próstata pero tras disiparse algunas sospechas y analizado sus restos se encontró la cepa “Alaskae43 clostridium botulinum”, inyectada por un supuesto médico. La denuncia primero la hizo su chofer Manuel Araya hace una década y luego la tomó Rodolfo Reyes, sobrino del Premio Nobel. El actual ministro de Justicia de Chile acaba de decir que va a tomar muy en cuenta los análisis que habrán de conocerse en los próximos días. Hasta que se conozcan los resultados definitivos, los últimos días de Neruda transcurrieron en medio del derrumbe del gobierno socialista de Salvador Allende.

Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo estaba enfermo y tenía la íntima sensación de que la vida se le iba dentro de “el viejo mausoleo”, nombre con que solía denominar al edificio de la embajada de Chile en París, ubicado en la Rue de la Motte-Picquet. Varios meses antes le había escrito a su amigo Volodia Teitelboim: “Quisiera pasar el mes de enero en Chile con Patoja (Matilde Urrutia) y un mínimo de actuaciones. Cómo lograrlo. Tal vez una sola reunión de masas. En fin ustedes decidirán. Entre nosotros, he quedado débil y necesito algunas transfusiones. Glóbulos rojos: sólo tres millones. Y por primera vez el corazón muestra fatiga y he necesitado cardiólogo y remedios. Descanse, me dicen, pero ¿cómo? ¿Cuándo?”. Neruda retornó a Chile en octubre del 72 y se refugió en su casa a dictar sus Memorias. El 2 de febrero de 1973, ante las versiones del agravamiento de su enfermedad, Salvador Allende lo visitó en Isla Negra, pueblito costero ubicado entre el puerto San Antonio y la ciudad de Algarrobo.

Isla Negra fue el refugio del poeta. Allí quería estar. Allí quiso morir, aunque no pudo. La casa tenía grandes ventanales, donde la vista se fundía con las olas del mar. En ella guardó los recuerdos de sus andanzas por el mundo: relojes, réplicas de barcos, figuras negras, tapices, conchas marinas y sus mascarones de proa. Tenía además su tesoro más querido, su biblioteca con cientos de volúmenes y la “covacha”, una pequeña pieza con su mesa rústica donde trabajaba. En Isla Negra se sentía feliz, siempre acompañado por Matilde Urrutia, su mujer, compañera y confidente, con quien se había casado el 3 de mayo de 1952. Ese 2 de febrero de 1973 el Presidente Allende llegó en helicóptero alrededor de las 11 de la mañana acompañado por el secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán. Luego de los saludos y de unas fotografías informales el poeta comenzó a leer su poema “Incitación al Nixonicidio y alabanza a la revolución chilena”. El Presidente de la República, su amigo, escuchaba en silencio. Al finalizar rompió el silencio: “Pablo, el poema es sobrecogedor. Dice lo que sentimos, habla o canta por millones de chilenos. Pero quiero hacerte una pregunta: ¿Crees tú, Pablo, que después de publicar este libro puedes seguir siendo embajador?”. Neruda respondió sin dilación: “Precisamente, Salvador, quería hablarte de ese asunto. Te pido que me releves del cargo. Quiero y necesito estar en Chile”. Así lo relató Volodia Teitelboim, el dirigente comunista, su amigo.

El 5 de febrero de 1973 renunciaba como embajador en Francia y ante la Unesco. Los tiempos del poeta y de su Patria eran difíciles. Neruda diría que “Chile es un Vietnam silencioso”. El primer día de febrero el gobierno había lanzado la reestructuración educativa: la Enseñanza Nacional Unificada (Enu). La oposición política y otros sectores de la sociedad la habían rechazado especialmente después de leer sus fundamentos que argumentaban la necesidad de cambiar el sistema educativo “bajo la urgencia de crear un hombre nuevo”. Muchos la percibieron como un intento de fundamentar la educación en la ideología marxista-leninista. Así lo entendieron profesores, alumnos, la Iglesia (que propuso postergar su aplicación hasta 1974, para dar pie a un amplio debate) y las Fuerzas Armadas. Según la Democracia Cristiana, de ese modo se violaba una de las Garantías Constitucionales -la libertad de enseñanza- que había firmado Allende en el Congreso Pleno de 1970 y aprovechó la situación para llamar a la unidad a la oposición. Durante un acto público realizado en el Estadio Nacional, la Unidad Popular presentaba el lunes 5 de febrero su plataforma electoral para las elecciones del mes siguiente. En ella llamaba a sus seguidores a “conquistar todo el poder para la clase obrera, los trabajadores y el pueblo”.

El 6 de febrero, durante el acto de proclamación de los candidatos de la izquierda, realizado en el Estadio Nacional, Allende sostuvo que su antecesor y candidato a senador Eduardo Frei Montalva “representa a una clase minoritaria que tiene sobre su conciencia un gran fracaso histórico”. La violencia verbal de los políticos fue en el Chile de esas semanas un lugar común; las golpizas callejeras una forma de debate; las Juntas de Abastecimiento y Precios (Jap), el Mir, Patria y Libertad y las brigadas eran apenas las puntas de un iceberg de algo que no se veía pero se presentía. Algo singular, terrible, podía suceder. “Con ese gobierno no se llega al 76 (Allende terminaba su período presidencial en noviembre de 1976) porque, o se cae solo, o lo bate la izquierda extrema, o la derecha o los milicos”, afirmaba inmutable, el director de la revista Sepa/Impacto, Rafael Otero Echeverría. Otero era candidato a diputado por la Confederación Democrática y su eslogan de campaña era “Dele fuero a Otero”. La verdad es que lo necesitaba porque tenía varios juicios por calumnias, injurias y atentados contra la seguridad del Estado. Considerado el enemigo público número ‘uno’ de Salvador Allende por los periodistas extranjeros, Otero era un personaje ingenioso y no menos original. Según le gustaba relatar, en enero de 1971 le había dirigido una carta pública a Allende que el Presidente consideró injuriosa, por lo que lo querelló. Una vez ante el juez fue absuelto luego de que demostrara que el texto – considerado injurioso – era el mismo, aunque con los nombres cambiados, de una carta que Salvador Allende le había dedicado al ex presidente Jorge Alessandri en 1964.

El domingo 4 de marzo las fuerzas de izquierda de Chile se sometieron a las urnas. Eran gobierno y debían renovar el total de la Cámara de Diputados (150 escaños) y la mitad del Senado (25 sobre 50). Desde la Argentina, los resultados fueron seguidos con atención, teniendo en cuenta que una semana más tarde, el 11, tendrían lugar las elecciones presidenciales. Según el Memorándum “Secreto” Nº 53 (de fecha 27 de febrero de 1973), del Departamento América Latina del Palacio San Martín, “el interés fundamental de esta elección radica en dos aspectos: a) Eventual acusación constitucional en contra del Presidente de la República, para lo cual, constitucionalmente, se requiere el voto de la mayoría de los diputados en ejercicio” y las “dos terceras partes de los senadores en ejercicio” y b) Posibilidad o no de vencer cierto tipo de vetos presidenciales en la promulgación de las leyes, en los que requieren los dos tercios de los miembros presentes de ambas cámaras”. Según las informaciones elaboradas por el Departamento de América Latina, la cancillería argentina había estimado “a la luz de experiencias anteriores”, que la Unidad Popular obtendría un 35 % de los sufragios y la oposición un 62% ‘aproximadamente’”. La cancillería no acertó.

El gobierno de Allende alcanzó a superar el cálculo de los expertos: en lugar del 35%, la Unidad Popular obtuvo 43,39%. La oposición en vez del aproximado 62% sólo alcanzó 54. El denominado “golpe blanco” que supuestamente consistía en destituir a Allende a través del Parlamento parecía haber sido abortado. La Unidad Popular había obtenido más votos de lo que se esperaba. Según el dirigente comunista Volodia Teitelboim la oposición, en vista de los resultados, “declara cancelado el camino legal” y optaría “por la sedición armada”. Tal como lo había advertido el general Carlos Prats, después de las elecciones, todos se sintieron vencedores y esa noche todos festejaron. La Democracia Cristiana en la Alameda, la Unidad Popular en la Plaza Bulnes y los nacionales en el Barrio Alto. Políticamente, Chile estaba irreconciliablemente dividido. El 20 de mayo se pegan en Santiago carteles con la imagen de Neruda con un mensaje de unidad “a los artistas e intelectuales”, previniendo sobre la interrupción del gobierno constitucional.

El rol de Frei Montalva

El 6 de julio de 1973 un grupo de empresarios visita al ex Presidente Eduardo Frei Montalva y le transmiten que el país estaba desintegrándose y que si no se adoptaban urgentes medidas se caería en una cruenta dictadura marxista, a la cubana. Frei oyó en silencio, cabizbajo. Se le veía abrumado. Se paró de su sillón, abrió una caja de plata y ofreció cigarros “Partagas” a los asistentes. Luego se sentó arrellanándose, y en forma pausada y solemne dijo: “Nada puedo hacer yo, ni el Congreso ni ningún civil. Desgraciadamente, este problema sólo se arregla con fusiles”, de manera que en vez de ir al Congreso debíamos ir a los regimientos. Sin perder la calma “les aconsejo plantear crudamente sus aprensiones, las que comparto plenamente, a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, ojalá hoy mismo”. El 12 de julio de 1973 un grupo de dirigentes comunistas viajan a Isla Negra para saludar al poeta que cumplía 69 años.

Nada permitía predecir tiempos mejores en Chile. Como informo el Encargado de Negocios argentino José Alberto del Carril en su Nota 521 Reservada, del 26 de agosto de 1973, el congreso declaraba por diferentes razones fuera de la ley al gobierno de Salvador Allende. La Unidad Popular estaba en el aire y las FF.AA. se preparaban para ocupar el vacío de poder.

En los encuentros privados la frase más repetida era “Esto no puede seguir así”, relató Del Carril en otro informe. Finalmente, el martes 11 de septiembre de 1973, las FF.AA. depusieron al Presidente Salvador Allende, que se quitó la vida con un fusil regalado por Fidel Castro. Pablo Neruda seguía el drama postrado y enfermo en Isla Negra. Alcanzó a escuchar por radio el último discurso de su amigo desde La Moneda, luego, ante el silencio informativo, sintonizaba la onda corta de la radio de Mendoza. Llamado por Matilde, su médico Vargas Salazar aconsejó trasladarlo a un sanatorio en Santiago. Así se hizo y, antes de llegar, fueron revisados dos veces por los soldados. Pusieron su camilla en posición vertical y a Neruda se lo vio llorar. Lo convencieron a que se exiliara y el Presidente mexicano Luis Echevarría le envió un avión especial pero no alcanzó a subirse.

El 23 de septiembre de 1973, Matilde se dio cuenta que su corazón ya no latía y una enfermera comenzó a hacerle masajes, poco después llegó el médico y dijo: “No siga, déjelo tranquilo.”

Su cuerpo fue trasladado al Cementerio General y depositado en el mausoleo de la familia Dittborn seguido por numerosas personas, bajo la atenta mirada de los soldados. La marcha se convirtió en la primera manifestación contraria al nuevo régimen. Más tarde sería enterrado en la Isla Negra.

Infobae

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