El diagnóstico de Irina
Se describe a sí misma como “ex Primera Dama”. Su papel oficial terminó justamente el pasado 31 de diciembre. Pero sigue siendo pareja del Presidente Gabriel Boric, y, como señaló en un editorial El Mercurio, está “inmersa en el corazón del gobierno”.
Eso explica el interés -revuelo en realidad- que despertó su intervención en Madrid, en el conversatorio “Feminismo y mujeres en la disputa del poder” en el marco del Encuentro Internacional Feminista, organizado por el Ministerio de Igualdad de España.
En la sesión final del encuentro, en una sala repleta de enfervorizadas feministas, Irina Karamanos sostuvo que “las campañas de miedo, de odio, de fomento a la discriminación de ciertos segmentos de la población; la no propuesta, por cierto, al permanente desmarcamiento para no poder seguir avanzando en derechos, pero también la amenaza de que te van a quitar lo que tienes, es, por ejemplo, lo que generó éxito del Rechazo en el plebiscito. O sea, una campaña del terror en donde se dice que lo poco que tienes se te va a quitar”.
El diagnóstico no ha sido compartido en las esferas oficiales. Pero no es aventurado asegurar que representa las convicciones más profundas del “corazón” del régimen.
Lo avalan múltiples demostraciones, la última de las cuales es la participación de Chile en la Feria del Libro de Buenos Aires. Se pone énfasis en el llamado “estallido social” de 2019 y se consideran exponentes destacados para recordar los 50 años del golpe militar.
Es una fecha importante, sin duda. El 11 de septiembre no puede obviarse ni olvidarse, pero se debe conmemorar con el debido respeto a las víctimas asesinadas, torturadas, relegadas y exiliadas. Se deben poner de relieve las restricciones a la libertad, incluyendo destacadamente las duras limitaciones impuestas a la libertad de expresión en esos años oscuros, precisamente para que no se repitan “nunca más”-
El recuerdo, sin embargo, nos obliga a mirar al futuro. Chile demostró, a partir del plebiscito de 1988, que no quería más dictadura. En 2022 demostró claramente que tampoco quiere excesos de ningún signo. No queremos una nación fracturada, no queremos ningún galopante “infantilismo revolucionario”.
No es cierto que haya habido una campaña del terror para derrotar la propuesta de la Convención Constituyente. El rechazo, que no lo quiere ver la ex Primera Dama, fue el resultado de la beligerancia de buena parte de los convencionales, que compartían la tesis refundacional que subsiste -al parecer- en el corazón de La Moneda y explicitan algunos voceros.
Hay, lo sabemos bien, dos almas en La Moneda. Una que recurre a nombres probados en gobiernos anteriores para encarar desafíos enormes, como la reconstrucción. Otra que, en cambio, no pierde oportunidad de reivindicar el “programa” de la campaña presidencial.
Lo dijo la ministra Camila Vallejo: “Algunos han tratado de instalar de que el gobierno debería renunciar a su programa… estamos… muy alejados de esa idea”. “Nosotros no estamos por renunciar a los compromisos que hemos hecho ante la ciudadanía, sino que por actualizarlos y decir además concretamente cómo vamos a ir avanzando e ir incorporando nuevas miradas (…) no es una renuncia, tiene que ver con una actualización, con una renovación y un reforzamiento de los compromisos”.
Sería interesante saber qué se piensa en el corazón del palacio presidencial. Cuál es el diagnóstico que se comparte.