Robert Weissohn: “Se necesitan cambios, pero no tirar el mantel y empezar de cero”
– “Vemos este proceso como una buena oportunidad para defender nuestras ideas, aún creyendo que en esto estamos solos… somos el último bastión”, señala.
Alejandro Salazar
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Se podrá compartir o no las ideas, debatir incluso, pero no se puede dejar de reconocer la amplia visión que Robert Weissohn Heck tiene acerca de la situación del país y del proceso constituyente que se avecina y del cual quiere ser parte directa a través de su candidatura por el Partido Republicano.
“Vemos este proceso como una buena oportunidad para defender nuestras ideas, aún creyendo que en esto estamos solos… Somos el último bastión, pero eso crea mística también”, dice al inicio del diálogo y ante la consulta del rol que su colectividad quiere cumplir dentro de la redacción del nuevo texto constitucional.
Weissohn no duda en asegurar que Chile no necesita una nueva carta magna, aún reconociendo que sí se hace necesario introducir algunas modificaciones para evitar que el país no se vaya al despeñadero como está ocurriendo con otros países que replican modelos alejados de las ideas libertarias.
“El cambiar algunas cosas no significa tirar el mantel, tirarlo todo y empezar de cero. Creo que hay que partir de la base que la Constitución es un instrumento jurídico para el control que ejercen los políticos sobre los ciudadanos. Para eso sirve y la Constitución actual si bien es cierto ha acompañado los mejores años del desarrollo de nuestro país, no ha sido capaz de contener el aumento del Estado”.
Agrega que esa “falla” no es exclusiva de Chile ni del ahora, “porque casi en ninguna parte del mundo eso ha ocurrido. Desde la monarquía del siglo XIX nadie se atrevió a cobrar más del 10% del ingreso de las personas, el famoso diezmo bíblico, pero una vez que llegó la democracia y se impuso después de la Primera Guerra Mundial, los estados del mundo han dejado de crecer y hay algunos que incluso han llegado a niveles de esclavitud, que es cuando uno no es dueño en absoluto del producto de su propio trabajo. Tuvimos el caso de la Unión Soviética, de los modelos socialistas que prácticamente lo dominaban todo; también los socialdemócratas como Suecia, que llegó al 70% y que hicieron que las personas no fueran dueñas ni de su propia vida”.
Ante ese escenario, sostiene que hay países que han ido poniendo marcha atrás para salir de esta situación, “sin embargo, hay otros donde esa realidad aumenta, como es el caso de nosotros, porque no hay gobierno después de la reincorporación de la democracia en los 90 que no haya creado más ministerios, más regulaciones, más impuestos, más funcionarios para llegar a los puestos. Entonces, se debe reconocer que la Constitución ha fallado en eso y tenemos de manera urgente que encontrar mecanismos para incorporar e impedir que esto siga aumentando, amenazando nuestra libertad”.
– ¿Qué opinión tiene del texto que fue rechazado en septiembre?
– “Partía con varias aberraciones inaceptables, como dividir el país en varias nacionalidades, artificiales a mi gusto, o distintos sistemas judiciales. En fin, fue un embrollo difícil de tragar para la población”.
– ¿Le sorprendió el resultado del plebiscito?
– “Sí, porque si bien pensé que iba a ganar el rechazo, no pensé que sería por tanta diferencia. Pareciera que los que antes no votaban tenían un pensamiento bastante razonable. Lo que fue inaceptable fue lo que pasó después, porque las reformas planteadas debieron haberse introducido a través de los canales tradicionales a través del Congreso, pero no se hizo y hubo un acuerdo desde la Udi hasta el Partido Comunista para reiniciar un proceso que no estaba contemplado y por el cual no se le preguntó a la ciudadanía. Y lo hicieron poniendo como condición transformar Chile en un país socialista con la declaración de los falsos bordes. Entonces, nos encontramos que tanto la Udi como el Partido Comunista están de acuerdo en transformar a Chile en una sociedad socialista y nosotros vamos a resistir eso, porque una sociedad que no está basada en la libertad del individuo está condenada al fracaso. Y tal como fue definido se copiaron los modelos de Venezuela, Cuba, Ecuador o Bolivia, y esas son las constituciones que declaran al país como sociedad de derecho social”.
– ¿Y cuál es su pálpito acerca de cómo va a terminar todo este proceso?
– “La verdad es que no sé en que va terminar ni qué tan fuertes podamos ser nosotros para defender, pero sí puedo decir que al menos nos sentimos como la última defensa de una sociedad, o de un modelo de civilización incluso, que está en peligro”.