Necrológicas

El outsider

Por Jorge Abasolo Jueves 1 de Junio del 2023

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U

n nuevo prototipo está recorriendo Chile. Me refiero al outsider. Los de abajo lo buscan con ilusionado malhumor; y los de arriba le temen como a la peste.

El outsider apuesta más a la sorpresa que a la planificación.

Es un tipo cuya preocupación principal no se centra en la justicia o injusticia de las cosas, sino en la utilidad o inutilidad de las mismas.

El outsider se ha convertido en un espectro omnipresente en el Chile de hoy. Con un sistema de partidos escleróticos -que a ratos parecen montoneras y donde los egos obligan a reformular constantemente sus programas- a estas alturas podemos asegurar que contamos con un sistema de outsiders. Los hay de derechas y de izquierdas, hombres y mujeres, católicos y agnósticos, pro-yanquis y pro-socialistas, auténticos y postizos -cuando no camuflados- según la circunstancia.

En honor a la verdad, de un buen outsider no debemos conocer mucho, pues todo es sorpresa en él: su aparición, sus opiniones (que a menudo confunde con las ideas), quién lo financia y, desde luego, cómo gobernaría si llegase al poder. De ahí que asuste a diestra y siniestra. Los demócratas temen que a punta de carisma se cargue de libertades e instituciones. Los acólitos del modelo económico temen que el outsider se aproveche de la ignorancia del pueblo (no de su pobreza) y detenga al Chile que avanza y -a ratos- arrasa con todos. Más que propuestas, el outsider tiene ocurrencias, algunas ligeras, pero suficientes para conmover a un auditorio ávido de promesas novedosas.

Hace hincapié en los defectos del modelo… o del sistema, y asegura no ser el culpable de ese lamentable estado de cosas. Obvio, ninguno de los copos de nieve se siente responsable del alud.

Sin embargo, de tanto temerle hemos olvidado que el outsider tiene un flanco amable. 

Un buen outsider proviene de los márgenes de la vida política…o bien es un advenedizo con habilidad suficiente como para camuflarse de inteligente. Luego, consigue despercudir una situación política establecida y, generalmente, excluyente para ciertos sectores de la sociedad. Frecuentemente roba pantalla y se hace conocido cuando quedan pocos meses para una elección. Asoma entre los bostezos de un sistema político apolillado, mientras los dueños de la fiesta se quedan de una pieza ante la irrupción de este rara avis. Y más petrificados quedan cuando ven que el outsider llega respaldado por una fea muchedumbre que se creía muda y sin ambiciones. Ante la escena, el establishment -aletargado por la costumbre de competir electoralmente- pone el grito en el cielo y presagia horribles plagas si el sujeto perjudica la estabilidad conseguida. Lo salutífero es que tras la irrupción inicial, el sistema suele incorporar gente y discursos que antes no formaban parte de la escena oficial.

En pocas palabras, el outsider no es cien por ciento calamidad. Es un tipo que viene a mear el asado, a sacudir la modorra tediosa de la política contingente trayendo aire fresco y también una serie de lacras.