Necrológicas

– Viviana Flores Méndez

– Luis Enrique Alvarez Valdés

Carlos Parker Almonacid

Indemnizarán a magallánico torturado cuando en 1973 tenía apenas 17 años

Miércoles 28 de Junio del 2023

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El magallánico, cientísta político, profesor, ex embajador de nuestro país en Sudáfrica, Rumania y Uruguay, y representante permanente de Chile ante la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), Carlos Parker Almonacid, recibirá una indemnización de 45 millones de pesos luego de que la Corte de Apelaciones de Santiago confirmara la sentencia que condenó al fisco a pagar este monto por concepto de daño moral. Los perjuicios reclamados fueron calculados en 150 millones de pesos.

Parker fue detenido el 31 de octubre de 1973 en el liceo donde cursaba la enseñanza media, cuando era menor de edad, siendo sometido a torturas en recintos habilitados como centros de detención ilegal en la ciudad de Punta Arenas, para luego ser trasladado a la isla Dawson.

De esta forma, la sexta sala del tribunal de alzada ratificó íntegramente la sentencia impugnada, dictada por el Decimotercer Juzgado Civil de Santiago, de fecha 13 de enero de 2023, que rechazó las excepciones de pago y prescripción deducidas por la demandada y acogió parcialmente la demanda.

De acuerdo a declaraciones del propio afectado durante la tramitación de la causa, Carlos Parker Almonacid, fue torturado recibiendo golpes de puño, patadas, empujones y culatazos, aplicación de electricidad, asfixia, entre otras. Hasta que fue liberado, en diciembre de 1974.

Parker fue reconocido como víctima de violación a los derechos humanos por el Estado de Chile.

 

“Dawson con ojos de niño”

El 1 de agosto de 2003, y posteriormente el 14 de septiembre de 2013, el diario La Tercera y El Mostrador, respectivamente, publicaron un artículo que escribió el propio Carlos Parker Almonacid bajo el nombre de “Dawson con ojos de niño”, con una extensión sobre los 20 mil caracteres, y que fue incorporado como parte de los documentos que presentó la defensa del profesional.

Este es un pequeño extracto de dicho artículo: “para los presos magallánicos, ser trasladados a la isla Dawson representó un alivio inmenso. En primer lugar, porque cuando mi grupo fue sacado abruptamente y de madrugada desde el estadio Fiscal, con la vista vendada y fuertemente amarrados para ser llevados a un lugar desconocido, todos creímos que los efectivos de la Fach nos estaban trasladando para matarnos”.

“Así es que cuando nos retiraron las vendas y pudimos ver que estábamos en el puerto de Punta Arenas para navegar hacia isla Dawson junto a los presos de otros campos de concentración, la circunstancia fue motivo de gran sosiego. Al llegar a la isla, tras varias horas de navegación por el estrecho de Magallanes en una barcaza de la Armada no lo sabíamos, pero a poco andar nos dimos cuenta que el trato que allí recibiríamos, al menos al principio de nuestra forzada estadía en esos bellos y glaciales parajes, sería completamente distinto e infinitamente mejor al que nos habían propinado en otros recintos en los que hasta entonces habíamos estado prisioneros”.

“En mi caso, nada podía ser peor que lo que habíamos sufrido en la playa junto a la Base Aérea Bahía Catalina, primero, y en el estadio Fiscal después. Los efectivos de la Fach, oficiales, suboficiales y conscriptos, nos habían dado un trato brutal e inhumano, sometiéndonos a diario a tratos crueles y vejaciones de toda especie que no daban respiro y que nos hacían sentir todo el tiempo que nuestras vidas pendían de un delgado hilo. Un destacamento cuyos efectivos lucían una calavera en sus cascos y que con seguridad habían sido seleccionados por su crueldad, y que parecían empeñados en hacernos vivir una agonía interminable que hasta hoy recuerdo con estremecimiento y horror”.

“Crueldad y sadismo”

“Ejercicios extenuantes, pateaduras brutales individuales o colectivas y por cualquier motivo, incluido el mal humor de algún guardia, burlas, insultos y encierro casi permanente eran la tónica. De mi paso por la Fach recordaré por siempre y con un rencor indestructible a dos muy jóvenes oficiales por sus características de crueldad y sadismo. Al primero, aquel que diciendo ser nazi solía invitarnos insistentemente a que, por favor, tratáramos de intentar escapar para tener el placer de dispararnos, y que disfrutaba instruyendo a sus subordinados a que nos dieran feroces golpizas, cuando no las propinaba por sí mismo. Ese  mismo teniente Fach, del que me tocó recibir una vez, muchos años más tarde, su amable bienvenida a bordo, como reciclado comandante en un vuelo de Lan. Al otro, torturador de fuste aunque desmemoriado, me lo encontré hace años muy campante en una embajada de Chile, lo que dio origen a un episodio de complejo ribetes político-institucionales del que no quiero ni acordarme”.

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