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“Biografía de Herbert von Karajan” 1ª parte Roger Vaughan

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 9 de Julio del 2023

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El domingo recién pasado esbozamos una semblanza del director de orquesta austríaco Herbert von Karajan (1908-1989). Parte de lo allí señalado nos hace concluir que, por sobre diferencias de apreciación artística y la crítica personal, Karajan fue y es el más conocido, famoso y popular de los Directores de Orquesta de música clásica, no sólo del siglo XX, sino de la historia. Tanto en vida, como después de su muerte, alrededor del “fenómeno” Karajan ha surgido el mito y de ahí hay un paso a la ficción. Ello ha dado lugar a páginas y páginas de biografías, horas y horas de documentales y miles de notas de prensa. 

En el texto “Herbert von Karajan”, el periodista Roger Vaughan intenta una biografía del músico, construida a petición y con la colaboración de éste. El autor es honesto en el prefacio al señalar que, con el biografiado en vida, estamos ante un “retrato biográfico”, con todas sus limitaciones: documentación inaccesible, temor de los entrevistados ante un protagonista poderoso (y este era el caso) y “además, se deben observar ciertos límites impuestos por el decoro”, agrega. Tampoco oculta su admiración por quien indica “ha sido considerado como el mejor director de orquesta viviente”, frente a lo cual reiteramos que esta es una materia opinable; una cosa es asumir que hasta la fecha es el más famoso y para ello hay varias formas de cuantificarlo, y otra muy distinta, es afirmar que fue el mejor, frente a lo cual en nada ayudan las estadísticas.

Algo que sí podemos aseverar -siguiendo a Vaughan- es que Karajan es y fue un personaje controvertido, ya sea por su trabajo o su vida personal, de la cual fue (aparentemente) un celoso guardián. Obsesionado por la excelencia no escatimaba al momento de perseguir sus objetivos, vivía para la música y para dirigir y controlar hasta los más mínimos detalles. Elegía personalmente a sus colaboradores y transformaba sus equipos de trabajo en clanes donde la lealtad era exigible a todo evento. Con estos colaboradores no sólo llevaba su carrera musical, sino la gestión de una compañía de cine, una fundación, un instituto de investigación científica y la administración de sus cuatro casas. También elegía personalmente a los músicos solistas o a los cantantes de ópera, ámbito en el cual su trabajo iba más allá de lo meramente musical, interviniendo en los planos técnicos y escénicos. Era aquí donde podía materializar su obsesión por la belleza, manifestada en su preferencia por cantantes y coristas de muy buena estampa. “Manejaba los hilos” concentrando todo el poder de manera sutil. Jamás levantaba la voz ni mostraba intolerancia ante los inevitables errores o imprevistos comunes a toda actividad, no se gastaba en eso. 

Muchas historias dan cuenta del ego y el manejo de imagen de Karajan, aún desde su mediana estatura de 1,68 m., aún con sus progresivas dolencias a la columna, este hombre de vestir elegante, de muy cuidado peinado y profundos ojos celestes se imponía sólo por presencia. Al momento de la actuación, se dejaba llevar por la música dirigiendo con los ojos cerrados y sin partituras; esta última práctica sería determinante en dos momentos claves de su carrera, marcando la diferencia entre el cielo y el infierno.  El biógrafo agrega que, en 1969 el director invitó a tres estrellas soviéticas de nivel mundial para grabar el Triple Concierto de Beethoven, como un acercamiento simbólico en tiempos de la guerra fría:  Mstislav Rostropovich en el cello, David Óistraj en violín y Sviatoslav Richter al piano. Al final de la grabación el pianista pidió corregir un segmento que no le satisfacía, frente a lo cual Karajan respondió que no había tiempo; debían ir a la sesión de fotos.

Aún cuando en sus pocos momentos distendidos disfrutaba del comidillo y chismes del ambiente artístico, mantenía con los músicos relaciones distantes. Al respecto, la periodista chilena Marisol García en su texto “Claudio Arrau” reproduce un comentario del historiador Joseph Horowitz: “Una vez, ensayando el concerto de Schumann con Herbert von Karajan en Edimburgo en 1954, quedó tan impactado con la actitud distante de Karajan que consideró retirarse. Neville Cardus, ahí presente, le rogó continuar. Arrau concluyó el concierto, pero no ha vuelto a aparecer desde entonces con Karajan”.

Vaughan confirma que el director encontraba sus más íntimos amigos en sus aficiones: la navegación, el yoga, el budismo Zen, los deportes (esquí, alpinismo, natación, automovilismo) o la aviación (el biógrafo aventura que más de alguna vez piloteó el Concorde). Hombre en continuo aprendizaje, no sólo en lo suyo, sino de otras disciplinas también, confidencia: “busco la compañía de personas que puedan enseñarme algo: médicos, científicos, amigos, cualquiera que sea mejor que yo en determinada actividad. Usted sabe que puedo mandar. Pero si conozco a alguien que es mucho mejor que yo, me convertiré en su esclavo”.
Continuará…

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