Necrológicas

– Viviana Flores Méndez

– Luis Enrique Alvarez Valdés

De la crispación a la reconciliación

Por Marcos Buvinic Domingo 3 de Septiembre del 2023

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A nadie le gusta vivir peleando, a no ser que padezca alguna patología agresiva. Y, por otra parte, una experiencia que todas las personas vivimos en distintos momentos y situaciones de la vida es que lo único que sana las heridas de la historia personal, familiar y social, es el perdón humildemente pedido o generosamente ofrecido.

La conmemoración de los cincuenta años del golpe militar genera en muchos un clima de crispación en que se caldean los ánimos, palabras sacan palabras, y se manifiestan con fuerza los dolores de la historia, o el negacionismo, o se pretende justificar las violaciones a los derechos humanos; se multiplican las acusaciones mutuas y las descalificaciones y, por lado y lado, volvemos a vivir las heridas que dividen a los chilenos en dos bandos que parecen irreconciliables. Como ha dicho el Obispo de Punta Arenas, Óscar Blanco, en su carta “Memoria y Futuro”: “todo lo que suscita esta conmemoración nos muestra que el ‘alma de Chile’ lleva una herida que sigue sangrando”.

Pero, algunos no quieren ni oír hablar de esta conmemoración, otros pretenden negar la historia y borrar lo sucedido, y otros lanzan ataques destemplados a los del otro bando. Seguramente, los sicólogos tendrán un nombre preciso para esta patología social que nos lleva a permanecer en una pelea estéril en la que se desperdician las mejores energías y capacidades de los ciudadanos del país.

Sólo el perdón puede sanar las heridas de la historia y, para dar el paso a un proceso de perdón hay que hacer memoria y tener experiencias, motivaciones y convicciones más fuertes que el dolor de las heridas. Para los cristianos, esas motivaciones más fuertes que el dolor de las heridas brotan de la fe en el Señor Jesús que vivió y murió perdonando. Pero también, quienes no tienen el don de la fe, pueden encontrar esas motivaciones en la pertenencia común a un pueblo, en el cuidado del país de todos o en el amor a la patria. Para vivir el proceso del perdón hay que estar convencidos que la división que vivimos en el país no le hace bien a nadie y todos salimos perdiendo.

Sí, sé muy bien que el perdón es difícil, pero no es imposible. También a mí me cuesta pedir perdón o perdonar, pero tengo experiencia que ser perdonado y perdonar es real y es posible, y es lo único que sana las heridas y permite seguir caminando con paz y esperanza.

Está claro que el perdón es un acto libre, y a nadie se le puede obligar a pedir perdón o a perdonar. El perdón tiene que ser “de corazón” y por eso es un acto de amor, y en este caso puede ser por amor a Dios, por amor al prójimo, por amor al pueblo o a la patria.

A veces, el perdón se complica aún más por algunos malentendidos que es preciso remover. Dice el Obispo de Punta Arena en su carta: “el primero es pensar que el perdón es una especie de favor que le hacemos a otra persona, cuando en realidad es un favor que cada uno se hace -en primer lugar- a sí mismo, para sanar las heridas del pasado y vivir liberado del rencor que nos amarga y envenena por dentro (…) La decisión de perdonar es, en este sentido, la decisión de no permitir que el daño que me hicieron en el pasado sea causa de sufrimiento en el presente”.

También, señala el Obispo de Punta Arenas: “un segundo malentendido que hay que remover es pensar que el perdón significa olvidar. Si perdonar significase olvidar, entonces ser desmemoriado sería un valor y la amnesia una virtud. Perdonar no significa olvidar, porque la historia no se puede borrar. Perdonar es mantener viva la memoria y recordar sin rencor. Esto significa que el perdón es la decisión de no llevar cuenta del mal padecido por causa de otros. Precisamente, la decisión de perdonar es hacer memoria, pero sin cuentas que cobrar, y esa es la puerta abierta al reencuentro y la reconciliación”.

También, hay quienes equivocadamente piensan que el perdón significa impunidad cuando se han cometido delitos o violaciones a los derechos humanos. Pero, las cuentas ante la justicia deben ser saldadas en los tribunales correspondientes, y eso tampoco es una venganza, sino una de las formas de responsabilidad social.

La reconciliación que anhelamos pasa por hacer memoria y tomar la decisión de hacer un camino de perdón social para sanar las heridas y caminar juntos, con fuerza y esperanza, construyendo el presente y el futuro un país que sea bueno para todos.

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