Necrológicas

La vida de John William Cooke, el hombre al que Perón nombró como sucesor y que terminó fundando el peronismo revolucionario

Jueves 21 de Septiembre del 2023

Compartir esta noticia
114
Visitas
  • El 19 de septiembre de 1968, hace 55 años, murió la persona a la que Juan Domingo Perón designó por única vez en su carrera política como su heredero. La fascinante historia del “Bebe” Cooke, hijo de una familia radical, identificado como peronista y entusiasta de la Revolución Cubana. Fue quien intentó convencer al general de que mude su exilio de Madrid a La Habana.

 

Podría decirse de John William “El Bebe” Cooke que se anticipó en dos años a su porvenir y no vivió para ver el monstruo que ayudó a había engendrar. Había nacido en La Plata el 14 de noviembre de 1919 cuando Hipólito Yrigoyen atravesaba la mitad de su primer período presidencial. Pertenecía a una acomodada familia radical, su padre Juan Isaac Cooke fue diputado nacional en aquel tiempo y años más tarde sería canciller del gobierno de facto del general Edelmiro Julián “El Mono” Farrell (1944-1946). Luego fue siete años embajador en Brasil. Por designios del destino, durante su gestión en Río de Janeiro (donde en aquel tiempo residía el gobierno) contó con la colaboración de dos agregados militares que años más tarde se cruzarían en su camino: el coronel Pedro Eugenio Aramburu y el capitán de navío Isaac Francisco Rojas. También fue delegado en la OEA y embajador en España durante el segundo mandato de Juan Domingo Perón.

Mientras su padre descollaba en la política y la docencia, “El Bebe” estudiaba Derecho en La Plata: se recibió en 1943, año del derrocamiento del presidente constitucional Ramón Castillo. Tres años más tarde, con solo 25 era electo diputado nacional por el peronismo y llegó a ser presidente del bloque oficialista. Dentro de ese movimiento que se iba fermentando ideológicamente, Cooke era considerado independiente y levantisco ante las sugerencias que llegaban de la Casa Rosada. Nadie podía decir que era un “alcahuete”. Se negaba a firmar las “Actas de Chapultepec” y la “Carta de las Naciones Unidas”. Muchas veces sus discursos se salían de los límites y la prudencia que fijaba “la doctrina peronista”. En una ocasión sus palabras estuvieron tan impregnadas por un lenguaje antiimperialista que el peronista ortodoxo Raúl Apold lo acusó de comunista.

En 1952 deja la bancada y regresa al llano, a su cátedra universitaria. En ese nuevo tiempo saca la revista De Frente que será cerrada con la Revolución Libertadora y posteriormente vuelta abrir, en los setenta, constituyéndose en una de las voces más fuertes del terrorismo subversivo.

En 1955 es nombrado interventor del peronismo de la Capital Federal y luego del 16 de septiembre del mismo año comienza a declamar la revolución peronista y la adopción de actos insurreccionales para la recuperación del poder. El 11 de julio de 1956, Perón le escribe e informa de las nuevas directivas para la resistencia civil: “Se acabaron los pacifistas y se acabaron para siempre (…) Volvemos a empezar cuando debíamos estar terminando, porque a pesar de que hace cinco meses que vengo insistiendo en la necesidad de dedicarse sólo a la resistencia, muchos dirigentes, atraídos por un golpe de fortuna de una acción militar (del general Valle), descuidaron ésta para entrar en un golpe militar que a pesar de ser intrascendente e inoperante costó preciosas vidas de la mejor gente”. Comenzaba la etapa de la Resistencia.

La cuestión era qué hacer con el peronismo, sin nombrarlo, porque estaba prohibido. Intelectuales como Ernesto Sábato hacían una vivisección del movimiento sosteniendo que no había que motivar un acto de injusticia. En su folleto “El otro rostro del peronismo” dice: “Lo que aquí se intenta demostrar es que si Perón congregó en torno de sí a criminales mercenarios croatas y polacos, a ladrones como (Juan) Duarte, a aventureros como Jorge Antonio, a amorales como Méndez San Martín, junto a miles de resentidos y canallas, también es verdad que no podemos identificar todo el inmenso movimiento de crímenes, robos y aventurerismo. Y si es cierto que Perón despertó en el pueblo el rencor que estaba latente, también es cierto que los antiperonistas hicimos todo lo posible por justificarlo y multiplicarlo con nuestras burlas y nuestros insultos. No seamos excesivamente parciales, no lleguemos a afirmar que el resentimiento -en este país tan propenso a él- ha sido un atributo exclusivo de la multitud: también fue y sigue siendo un atributo de sus detractores”.

Es detenido en octubre de 1955 y enviado al Penal de Río Gallegos junto con otros importantes dirigentes de la que escapan a Chile en abril de 1957. El 2 de noviembre de 1956, a pesar de que estaba detenido, Perón designa a John William Cooke para que asuma su representación en todo acto o acción política. “En este concepto su decisión será mi decisión y su palabra la mía. En él reconozco al único jefe que tiene mi mandato para presidir a la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero y sus decisiones tienen el mismo valor que las mías. En caso de fallecimiento, delego en el doctor don John William Cooke el mando del movimiento”.

En medio de los coletazos militares, el 18 de marzo de 1957, John William Cooke, Jorge Antonio, Héctor Cámpora, Guillermo Patricio Kelly, Jorge Antonio, Pedro Gomis y José Espejo logran huir de la cárcel de Río Gallegos y exiliarse en Chile. Desde Caracas, Juan Domingo Perón le expresa a Cooke “la satisfacción que he tenido con la ‘piantada’ espectacular de ustedes. Realmente ‘nos saltaron los tapones’ cuando recibimos insólitamente la información”. Varios meses más tarde, el ex canciller Hipólito Jesús “Tuco” Paz, el delegado de Perón en los Estados Unidos, le comentaría a Jorge Antonio que “la corriente de extrema izquierda que lideraba el ‘Bebe’ Cooke era muy peligrosa y que de imponerse podía desvirtuar el sentido nacional del movimiento abriéndoles las puertas a los que en el fondo eran nuestros enemigos”.

Bajo la conducción de Cooke se constituye en Santiago de Chile el “Comando Adelantado” del peronismo, se organizan aún más los grupos clandestinos de la resistencia y comienzan a cruzar la cordillera de los Andes distintos exponentes de la política argentina. El desarrollista Rogelio Frigerio entre otros. Allí comienzan conversaciones más serias entre el frondizismo y el “Comando Adelantado” del peronismo en Chile. También viajaron el entonces frondizista Ricardo Rojo (ex abogado de Cooke cuando fue detenido por el Gobierno Provisional y amigo de Ernesto “Che” Guevara) y Ramón Prieto. A diferencia de otros peronistas, Cooke era partidario de la salida electoral y de preparar al movimiento para las batallas en las urnas en 1958, contó Ramón Prieto en El Pacto. En la capital trasandina, Cooke y Rogelio Frigerio concuerdan un primer documento destacando que se deben “valorar todos los imponderables que habría que resolver de una manera orgánica antes que dos fuerzas como el peronismo y la Ucri encontraran puntos de coincidencia que las unificaran en la acción”. Luego, Frigerio volvió a Buenos Aires y se resolvió que Ramón Prieto viajara a Caracas con un informe político acordado con Cooke y los sindicalistas Espejo y Gómis. Con el informe político en la mano y otros papeles (que poseo), Ramón Prieto llegó a Caracas -por tres días- a mediados de noviembre de 1957, donde sostuvo: “Cerrado el camino insurreccional inmediato, no podemos pensar en mantener la unidad mediante un nuevo voto en blanco que dé triunfo a la tiranía. Hay que buscar una solución de tipo político”. Más tarde viajará a Caracas Rogelio Frigerio, donde llegó a un acuerdo político y económico (que hará que Perón salga del estado de “leprosidad” en el que vivía) y Frondizi triunfará en las elecciones presidenciales de febrero de 1958. De todo esto hemos hablado varias veces con los lectores. Tanto del acuerdo político como del privado John William Cooke participó. El periodista Franco Lindner, en su libro Cooke, el heredero maldito de Perón, reproduce el siguiente diálogo entre Perón y Frigerio en Caracas:

-Frigerio: Sé que está viviendo con lo justo, General. Si nosotros podemos ayudarlo en algo….

-Perón: Se lo agradezco -sonrió el anfitrión-. Acá los muchachos no tienen ni para cigarrillos.

-Frigerio: Entiendo -respondió Frigerio-. Se lo voy a comentar a Frondizi.

A horas del derrocamiento del Presidente venezolano Pérez Jiménez, Perón e “Isabel”, con un reducido grupo, se refugian en República Dominicana bajo el amparo de Leónidas Trujillo.

En Cuba, el 8 de enero de 1959 entra en La Habana Fidel Castro envuelto con un gran clima de efervescencia y alegría. Muchos días antes y unos días más tarde de aquel 8 de enero, Fidel Castro hizo promesas y formuló declaraciones que nunca pensó cumplir. A partir de marzo, a través de reuniones secretas, comenzaría a deslizarse secretamente hacia el comunismo, a través de dos niveles. Uno, los contactos y negociaciones que se realizaron en la Sierra Maestra antes de la caída de Fulgencio Batista, entre Castro y el dirigente comunista Carlos Rafael Rodríguez. El otro con el “gobierno oculto” que gestaba la estafa a gran parte de la sociedad cubana. Deslumbrado por lo que está comenzando a gestarse en la Cuba castrista, John William Cooke intenta en marzo que Perón se desplace a La Habana. Como el ex presidente se niega, el propio Cooke decide viajar solo. Entonces a gestarse el peronismo revolucionario, algo que más tarde se conoce como el entrismo. Hacia fines de septiembre de 1962, “El Bebe” Cooke, que ya era un agente del DGI cubana, como dependiente de la estrategia castrista viajó a Europa con la intención de interesar a Perón en el proyecto y proponerle, en nombre de Castro y Guevara, abandonar Madrid e instalarse en La Habana. Para esa época, Cooke ya no era delegado de Perón y había sido reemplazado por Alberto Campos (asesinado por un comando montonero, bajo la conducción de Rodolfo Galimberti, en 1975).

“Che” Guevara
con John Cooke

La primera escala de Cooke fue París, y desde allí intentó comunicarse con Perón para conseguir un encuentro, pero sus llamados no fueron atendidos. La respuesta del ex presidente fue enviar a Héctor Villalón, un joven de 32 años dedicado a cumplir negocios y tareas particulares de Perón. En ese primer encuentro, Villalón logró que Cooke se comunicara telefónicamente “para evitar que fuera a Madrid” y convinieron en que éste le enviaría un informe (que poseo) y quedaría a la espera en la capital francesa. Desde París, el 30 de septiembre, le transmitió a Villalón un largo informe para su ex jefe donde hacía un análisis del pasado inmediato del país y el momento que atravesaba el Movimiento Justicialista, con fuertes críticas a la conducción del peronismo en la Argentina. Solo se animó a aconsejarle: “Creo que usted tendrá que cambiar las direcciones, sustituyéndolas, aunque sea en parte, con elementos revolucionarios, que existen en cantidad suficiente”. Era casi lo mismo que decirle a Perón: “Designe en el Consejo Superior a hombres afines a La Habana y saque a los ortodoxos”. El siguiente escrito que Cooke le escribió a Perón (que también guardo), el 18 de octubre de 1962, fue entregado en sobre cerrado a Villalón: “Le envío la carta para el Jefe. No es corta, ni podía serlo, dada la gravedad de los temas considerados. Aunque no he podido plantear los asuntos encargados por la Revolución Cubana, sí he incluido (págs. 19/20) un ofrecimiento que era necesario que el General conociese”.

En la carta le pregunta a Perón “cómo es posible que el líder de las masas argentinas no conozca en forma directa -personal si es posible- el pensamiento del argelino Ben Bella, de Sekou Touré (presidente de Guinea), de Nkrumah” (presidente de Ghana que propugnaba el socialismo científico) o “que no esté en relación directa -no formal, ni protocolar–-con Nasser, con Tito”. Criticaba también su permanencia en Madrid.

Finalmente, aparece el núcleo del mensaje que lo llevó a desplazarse por encargo de Castro y Guevara y que manifiesta el profundo desconocimiento que el portador tenía de Juan Domingo Perón: “Traigo a Europa la misión de transmitirle, en nombre de la Revolución Cubana, una invitación fraternal y amplia. El comandante Fidel Castro lo invita a que visite Cuba, por el tiempo y las condiciones que usted desee. Además, lo invita a que se vaya a vivir a Cuba, donde usted será acogido como corresponde a su jerarquía de líder del pueblo argentino. Para el caso de que acepte la segunda de estas invitaciones y fije su residencia allá, el gobierno revolucionario se encargará de brindarle todo lo que sea necesario para su comodidad: vivienda de acuerdo a sus gustos y necesidades, transporte, medios de locomoción y cuanto pueda contribuir a su bienestar y a sus actividades, como así también facilidades para llevar todo lo que desee […] Cualquiera sea su decisión, hay que tener presente el papel de Cuba en el mundo socialista: en los asuntos de América Latina, su voz y su línea es determinante y decisiva”.

No fue la única invitación o sugerencia que tuvo el líder peronista de parte del castrismo para salir de España. Más tarde, el embajador cubano en Argelia, comandante Jorge Serguera Riverí, se trasladó a Madrid y se entrevistó con Perón. Según lo cuenta en su libro Caminos del Che: “Le sugerí la idea de mudarse a Argel y lo interesante que sería luego aceptar residir en La Habana. (El dueño de casa) sonrió y afirmó que lo pensaría”. Luego trató de seducirlo con un maletín lleno de dinero que le enviaba el Che y el dislate mayor lo expresa a continuación: “La unión del prestigio de Perón con la autoridad del Che y la aplicación de un método podía ser determinante para la asunción del poder por ambos”. ¿Dónde? ¿En la Argentina, Perón y Guevara juntos? En cuanto a la invitación a vivir en la isla, Perón, que no respondió lo expresado a través de Cooke, sí atendió el mensaje de “Papito” Serguera. Héctor Villalón, que en persona le agradeció el gesto a Fidel Castro, me explicó: “Nosotros decidimos no aceptar amistosamente la oferta –que estaba presionada por Cooke– y en la reunión que yo mantuve con Fidel, en nombre de Perón, le pedimos no intervenir en la Argentina. Me queda como constancia de su gestión una esquela que Perón le escribe a Castro en la que expresa que ‘el compañero Villalón lo entrevistará para llevarle mis saludos más afectuosos y transmitirle de viva voz nuestra respuesta al mensaje que usted tan gentilmente me enviara por intermedio del compañero Serguera’. Fidel acordó y aceptó evitar intervenciones en el país. Unas son las palabras y otros son los hechos: el castrismo se preparaba para asaltar la Argentina. El mismo ‘Papito’ Serguera confiesa en sus memorias que Guevara ‘no me dijo que hablara del tema Jorge Masetti con Perón’”.

Cooke participaría de las cumbres de la OSPAAL y la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en La Habana. En poco tiempo más comenzarían a conocerse los nombres de los cómplices, muchos enviados a Cuba por Cooke y su esposa Alicia Eguren desde sus oficinas en Montevideo para adiestrarse militarmente: Emilio Jáuregui, Emilio Maza, Santucho, el “Vasco” Ángel Bengoechea, Marcos Osatinsky, Jozami, Paco Urondo, Juan García Elorrio, Roberto Quieto, etc. Su esposa Alicia Eguren (ex del diplomático Catella) también cumpliría misiones reservadas para los cubanos, antes y después del fallecimiento de Cooke. Aquí, tan solo una muestra, de su paso por Praga en 1969, con nombre falso (cubano) y su nombre legal.

Herido de muerte por un cáncer de pulmón, se instala en Buenos Aires. El 19 de septiembre de 1968 muere tras 48 agitados años de política, bebida y otros excesos. Ese mismo día, en Taco Ralo, Tucumán, un grupo guerrillero, denunciado por lugareños, es detenido por la policía. John William Cooke falleció dos años antes de comenzar la sangrienta década del setenta y no pudo vivir el drama que había ayudado a promover. Queda como simple anécdota una observación de Juan Domingo Perón luego de un encuentro con su biógrafo Pavón Pereyra: “El general Perón me mostró una foto de Cooke vestido de guerrillero cubano, porque él estaba exiliado en La Habana, y me comentó: ‘Este hombre ha dejado de ser peronista’”.

Infobae

Pin It on Pinterest

Pin It on Pinterest