Autobiografía de mi madre
Novela. Autora: Jamaica Kincaid
Lom ediciones. 191 págs.
“Lo inevitable no supone una conmoción menor sólo por el hecho de ser inevitable”.
A este tipo de obras que hurgan los espacios interiores, que, a partir del desmenuzamiento de su esencialidad, de sus conflictos y desgarros más íntimos y secretos descubren la génesis de las relaciones humanas y su exteriorización, debiéramos acostumbrarnos a llamarlas gran literatura.
El examen de los traumas y heridas profundas que constituyen la razón del “ser” nos obliga a mirarnos en un espejo de dos caras: allá, en lo recóndito de nosotros pervive lo que somos; afuera, en la vaciedad del mundo externo, sobreviven las apariencias mundanas, las geografías y gestos superficiales reiterados hasta la saciedad, afirmándonos como una suerte de ganado disperso que avanza sin ningún pudor ni cuestionamiento hacia el matadero universal.
Pero, afortunadamente, una escritora como Jamaica Kincaid, nos desnuda “desde adentro” del momento que asume su propio desnudo literario y -quiérase o no- emerge con una pureza incuestionable ante los ojos de un lector que se desliza trémulo por páginas de sorprendente perspicacia sicológica, escritas desde una experiencia veraz y dolorosamente bella.
Estamos en las antípodas de una literatura anodina, en la vereda opuesta de las fraseologías coreadas que configuran párrafos y párrafos de frivolidad y olvido. Estamos ante una obra que exige inmiscuirnos en la savia de nuestra naturaleza y nos hace transitar por senderos sinuosos premunidos de una actitud atenta y reflexiva. Y aún así no es posible evitar la sorpresa. “Esto es lo que somos,” pareciera decirnos Jamaica Kincaid, sin pausas ni sosiego.
Y es una saga desde lo femenino, desde el sometimiento y dominación individual y colectivo, que ha esclavizado razas y continentes, que ha domeñado intransigente el tránsito de generaciones, lo que Autobiografía de mi madre evidencia a partir de sus primeras páginas. Es el dolor del ser femenino, lúcido y consciente, lo que sacude nuestras estructuras acomodaticias y desprovistas de orígenes o sellos hereditarios.
La historia humana -espacios más o espacios menos- está condensada de un modo magistral en éstas ciento noventa y una páginas que nos colocan contra la espada y la pared: ¿estamos dispuestos a “re-conocernos” o seguiremos anclados a una realidad que olvida la muerte o se postra ante ella sin preguntas de ninguna clase? ¿Somos una masa amorfa moviéndose por mero efecto físico o existe una causa siempre anterior y apremiante, intensa y tortuosa que nos predetermina?
La única certeza posible es la certeza de la muerte, pero mientras ello ocurre y se transita el mundo como un borreguito desprovisto de conciencia, no podremos acceder a una literatura de verdad como la de Jamaica Kincaid, erigida sobre carencias y deserciones familiares, sobre signos raciales dominantes -tan actuales hoy como ayer- que nos interpelan a sumergirnos en las profundidades de una feminidad ancestral absorbente.
Ni siquiera es necesario entrar a detallar Autobiografía de mi madre: desde ese mismo título, fuerte y vibrante, ya se enuncia la historia humana: nuestro nacimiento y desarrollo, nuestros descubrimientos y conquistas, nuestros sufrimientos e ineludibles mortandades, más aún, si Jamaica Kincaid nos enseña que… “Lo inevitable no supone una conmoción menor sólo por el hecho de ser inevitable.”
Un libro necesario y conmovedor, que sacude sin piedad nuestra modorra interior en tiempos de urgentes incertidumbres e imperiosos renacimientos.