Julio Barrenechea (1910-1979)
LA BIOGRAFIA OFICIAL –esa solemne y aterciopelada que llega a aburrir a quienes la leen- dice que este notable escritor, diputado y embajador chileno tiene nombre grande y sonoro en la historia de Chile. Abominó siempre de los boceras del Parnaso nacional, aquellos que se convierten en los mejores propagandistas de sí mismos para ganar fama, plata y gloria, no importando el orden de los factores.
Poeta de “vocación congénita”, como él mismo lo reconocía, su poesía fue un camino dulce para preparar la muerte. Creció en un ambiente envidiablemente literario, pues su casa era frecuentada por hombres como Víctor Domingo Silva, Samuel Lillo y Federico Gana, entre otros.
Viajero impenitente, estando en París se enteró de que había ganado el Premio Nacional de Literatura.
Su incursión en la política fue tan meteórica como exitosa. Brillante orador en la Cámara de Diputados, era de los que blandía magistralmente una fina ironía, cosa difícil y casi imposible en la Cámara de aquellos años, donde la sutileza retórica se percibía como cactus en la Antártica.
Como diputado socialista jamás apeló a la fraseología barata, colmada de lugares comunes y de ese escarceo retórico destinado a recoger aplausos. Jamás se le escuchó terminar un discurso que terminara con “los colores de mi bandera”, “el país puede estar tranquilo”, “este es un acuerdo histórico” o “lo pide el honor de la Patria”.
Al cabo de unos pocos años se desilusionó de la política y al preguntársele acerca de su experiencia como parlamentario, no trepidó en señalar que se aburrió como caballo de feria.
-He llegado a la conclusión de que el parlamento es inadecuado para una época que requería de soluciones prontas y ejecutivas. Las sesiones eran tediosas, y los acuerdos que se podían tomar en 30 minutos demoraban días y hasta semanas.
¡Cuanta vigencia hay en sus palabras!
El caso es que este notable tribuno fue amigo de mi padre y sus libros –con hermosas dedicatorias- ocupan un lugar preferencial de mi biblioteca.
Fue a fines de la década del 50 don Julio Barrenechea visitó la ciudad de Angol en calidad ya de consumado escritor, para brindar un par de charlas.
Una vez terminada su exposición literaria, se fue a comer a casa de mi padre, en una época en que yo era guagua…de modo que lo que les cuento a continuación lo sé por boca de mi padre, mi madre y hermana mayor.
El caso es que don Julio Barrenechea quiso conocer al “Benjamín” de la familia e insistió en tomarme en brazos. Mi madre le pasó “el bultito” (o sea, a mí) y al momento en que don Julio me empieza a mecer en sus brazos, yo despido un líquido elemento de color amarillo, algo fétido y que no es colonia precisamente.
En mi familia dicen que ese fue mi debut literario.
Asumo mi vergüenza a posteriori
Pero no cabe duda que fue una meada histórica.
¡No cualquiera le hacía eso a don Julio Barrenechea!




