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  • José Albino Ruiz Ruiz

La niña del napalm

Por Marcos Buvinic Domingo 7 de Abril del 2024

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Hace unos meses, en un reportaje con ocasión de los 50 años del fin de la guerra de Vietnam, me topé con una entrevista a la “niña del napalm”; ahora he vuelto a recordarla con ocasión de la nueva vida que trae el encuentro con el Señor Jesús, que acabamos de celebrar en Pascua.

Probablemente algunos lectores recordarán la fotografía de una niña de nueve años, con el rostro desencajado por el dolor y el llanto, el cuerpo desnudo y quemado por el napalm, que huye con otros niños de su aldea que acababa de sufrir un bombardeo aéreo. Poniendo en el buscador de internet “la niña del napalm”, usted tendrá la foto a la vista.

Era el 8 de junio de 1972 cuando el reportero Nick Ut tomó esa foto, que ese mismo año recibió el premio Pulitzer, siendo una de las imágenes más conocidas del horror de la guerra de Vietnam. Una guerra cuyas víctimas se calculan entre tres y cuatro millones de muertos, civiles y soldados, vietnamitas y norteamericanos, a los que se suman unos siete millones de heridos, mutilados y desaparecidos. 

La niña Phan Thi Kim Phúc salvó con vida gracias a que el mismo fotógrafo la llevó al hospital con el 65% del cuerpo quemado, pero los médicos no le dieron ninguna esperanza de vida y la dejaron en la morgue, allí estuvo tres días hasta que su familia la encontró y comenzaron largos años de operaciones, injertos de piel y terapias. La “niña del napalm”, que hoy tiene 61 años, está casada y tiene dos hijos, ha descrito así el dolor de ese momento: “el napalm es el dolor más terrible que te puedas imaginar: el agua hierve a 100 grados, el napalm genera temperaturas de 800 a 1.200 grados”.

Kim Phúc cuenta que “odiaba esa foto, estaba desnuda y me daba vergüenza; me odiaba a mí misma; tan sólo quería escapar de esa foto”. Pero eso no era posible, pues el gobierno de su país la usaba como símbolo propagandístico: “yo quería olvidar todo lo que había pasado, pero ellos querían que todos lo recordaran”.

En su familia, Kim Phúc había sido criada en una religión tradicional vietnamita, el Cao Dai, pero a los 19 años encontró una Biblia y dice: “no podía dejar de leerla”. Allí se inició un proceso de conocimiento del Señor Jesús y de adhesión a la fe cristiana: “a los 19 años me convertí al cristianismo y mi fe me ayudó a abrazar la vida de nuevo”. Dice: “estaba llena de odio, amargura e ira, hasta que en 1982 llegué a ser cristiana y comencé a encontrar paz en mi corazón. La imagen del Señor Jesús en la cruz, cuando lo van a matar, rogando: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’ me ayuda a ir haciendo lo mismo”.

En 1986 fue enviada por el gobierno de su país a Cuba para estudiar medicina. Allí, en la universidad conoció a un joven vietnamita, en 1992 se casaron y viajaron de luna de miel a Moscú; en el viaje de regreso, en una escala del avión en Canadá, pidieron asilo en ese país, donde residen desde entonces.

En 1996, Kim Phúc salió a la luz pública, cuando le pidieron hablar en el Día de los Veteranos, en Washington. Habló a los antiguos soldados que habían participado en la guerra en su país, les contó su historia y les expresó su perdón. Sucedió que entre los presentes estaba uno de los involucrados en el bombardeo de su pueblo, quien le pidió perdón a Kim Phúc y lloraron unidos en un abrazo.

En 1997, Kim Phúc fue nombrada por la Unesco como Embajadora de Buena Voluntad por la Paz, y se dedica a recorrer el mundo dando su testimonio de conversión y sanación, y ayudando a las víctimas de las guerras: “Durante varias décadas yo fui tan solo una víctima de la guerra, pero 50 años después también soy una madre, una abuela y una sobreviviente pidiendo por la paz. A pesar de que me tocó vivir una atrocidad, estoy agradecida de que haya sido así: si no hubiera sido por el dolor, no conocería el poder curativo del amor; si no hubiera sido por el odio, nunca habría aprendido a perdonar; si no hubiera sido por vivir en la miseria, no valoraría lo que tengo; si no hubiera sido por el miedo, no valoraría la paz”.

Lo que narra Kim Phúc es lo que los cristianos acabamos de celebrar en Pascua: es el Señor Jesús que sigue ofreciendo vida nueva, perdón y sanación, allí donde la maldad de la que somos capaces los seres humanos ha puesto destrucción y muerte.

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