La mesa familiar y las otras mesas
Mientras escribo, en casi todos los hogares de Chile y del mundo que goza de paz, se celebra el Día de la Madre. Convención o no, este domingo (mientras usted lee ya será lunes) en casi todos los hogares se reunirá la familia para, en torno a la mesa, compartir con la madre y todos los familiares posibles de reunir, para estar con ella, o recordarla como nos ocurrirá a nosotros como familia. Ya no estará ELLA, pero habrá otras madres en la mesa, como mi hermana y sobrina. La mesa familiar es sin dobleces, genuina, sencilla y donde más que el alimento y la bebida, predomina el amor y la seguridad. Eso por unos minutos, en cada hogar, será una anestesia a tanta violencia, perversión y maldad.
Primera sensación de la gran mayoría de los seres humanos privilegiados es tener como primera conciencia humana, como primera vivencia de estar vivo, de existir, a la madre, a la mano suave y cálida de la mamá.
La mamá, la familia y la mesa. Lugar de compartir y de aprender. No se comía mientras no todos estuvieran sentados. No se hablaba con la boca llena, sin ruido, con los codos fuera de la mesa, etc, etc. Los hábitos y el alimento elaborado con esmero y cariño. El lugar de respeto y fraternidad. Nadie se levantaba de la mesa, hasta que todos terminaran de comer. No había celulares, pero no tengo dudas, que si hubiesen existido antes, no se hubiesen permitido mientras se almorzaba o cenaba familiarmente.
Gran parte de la vida familiar, transcurrió como hecho gregario y formativo en ese espacio, llamado mesa familiar. Es más, en el antiguo Punta Arenas, el espacio mayor que comprendía entre otros a esa mesa, era la gran cocina magallánica, que era un espacio mayor, quizás el más importante en las antiguas casas, que era el lugar de mayor vida y permanencia dentro de la vivienda. Allí las grandes mamás, que fueron nuestras abuelas, nos educaron con cariño y firmeza. Pequeños “regaloneos”, “aggiornados” con las primeras reglas, de la educación y los modales. Las abuelas, también hoy día son recordadas con cariño y emoción y ellas lograban aglutinar a la familia grande, que incluía a nuestras tías y tíos, primos y primas. Esa sí que era una gran mesa, donde existía la mesa de grandes y chicos, pues no había suficiente espacio para tanta gente simultánea y para que los grandes pudiesen comer tranquilos y los niños nos pudiésemos ir a jugar con los primos y hermanos.
Esa mesa y ese compartir, la sabrosa cazuela de gallina de la abuela, iba complementada generalmente cuando el clima lo permitía y sino “igual no más”, con el asado o la parrillada hecha por los papás y tíos en el patio. Ese compartir en familia, con la figura de madre o abuela presidiendo o liderando la familia, es parte del acervo de la vida plena de la provincia y del Chile pretérito.
Cuanto aprendizaje y enseñanza alrededor de la mesa familiar. Cuanto aprendizaje debiera extrapolarse al país y al mundo que cruje en crisis, por no saber relacionarse, y no saber efectuar comunicación profunda y empatía para crecer en conjunto.
Se me viene a la mente, la primera vez que escuché mesa, después de la mesa familiar o la mesa de pool con los amigos y compinches en la adolescencia, con la “Mesa de Diálogo” convocada por allá por el año 1999 por el Presidente Frei, luego de la detención en Londres el año 1998 de Augusto Pinochet. Dicha “Mesa”, recogió y reconoció a la fuerza, lo que había señalado el Informe Rettig, que más de 1.100 personas habían sido secuestradas y desaparecidas por agentes del Estado. 25 años después muy pocos casos han sido al menos clarificados, predominando el mutismo y el sufrimiento de décadas de familias que nunca pudieron saber el destino de estos cientos de chilenos. Menos aún justicia. Hubo madres que murieron sin saber de sus hijos.
Se me vienen a la mente la famosa frase chilena, a estas alturas “dicho popular”, más arreglado que mesa de cumpleaños, para recordar el tongo de los equipos de fútbol paraguayos Olimpia y Sol de América (5-4) en la Libertadores del año 1989. Los equipos chilenos, Colo-Colo y Cobreloa jugaron dignamente y a muerte en Calama, mientras que los paraguayos se “pegaron medio “arreglín” con corte de luz en el Estadio, para diferir el encuentro y saber del resultado de los equipos chilenos. Este refrán de la mesa de cumpleaños, símil de más arreglado que “cabeza de chancho” se me viene con algunas elecciones políticas primarias, donde la mesa parece estar puesta para algunos o algunas.
Mucho que aprender de la buena mesa, que es otra cosa, y también de las cocinas, donde “se puede cocinar cualquier cosa”. Se me vienen a la mente tantas cocinerías, pero prefiero recordar a las viejas cocinerías del Mercado Municipal de Concepción, donde el mariscal con ulte o la cazuela de vacuno, era un manjar una vez al mes, cuando íbamos por la “mesada” de estudiantes ochenteros.