¿Por qué morir, Blanche?
En la ópera, “Diálogo de Carmelitas”, François Poulenc nos presenta una Francia en medio del régimen del terror de 1793-1794, y en ella a una familia aristócrata que teme por su vida. El padre y el hermano quieren proteger a Blanche, la hija menor, pero ésta dice que su vocación es religiosa y que lo que quiere es unirse al Convento de las Carmelitas. Ser religiosa en esa época, recuérdese, era tanto o más peligroso que ser aristócrata: los jacobinos quemaban biblias como algunos hoy queman Coranes. No se podía ser simultáneamente ciudadana o ciudadano francés y creyente de la denominación que fuera. Estos últimos se veían como traidores a la causa, predicando ideales anti-revolucionarios y saboteando los principios de igualdad, libertad y fraternidad.
En ese mundo decide Blanche, contra su familia, hacerse Carmelita. La decisión es valiente, si se toman en cuenta las circunstancias políticas, pero lo interesante en su caso es que la valentía no es lo que la define, sino más bien el miedo. En resumen (y advierto que les arruinaré el final a los que quieran mantener el suspenso), los revolucionarios llegan al convento y les advierten a las monjas que si no abjuran de su creencia, sufrirán las consecuencias. Las Carmelitas optan por Dios y las cabezas vuelan. Blanche, quien al final había logrado escapar del asedio revolucionario, vuelve a su casa saqueada y destruida, y se entera de que a su padre lo guillotinaron. Uniéndose de vuelta a las Carmelitas, a último minuto, corre la misma suerte que las demás. A los pocos días el Terror termina, pero ya es demasiado tarde.
En los análisis en torno a “Diálogo de Carmelitas”, se enfatiza el miedo como el motor principal, pero no me parece que sea el miedo lo que explica las decisiones de la protagonista. Más bien, creo que lo que hay es fanatismo por una causa que no logra entenderse del todo. A la hermana Constance, mucho más alegre y bien dispuesta que ella, Blanche le recrimina su manera de acercarse a Dios. Para Blanche, la religión es un asunto serio, tan serio como la Revolución para los jacobinos. No hay lugar para el humor ni la duda. Es por eso, creo, que vuelve corriendo al cadalso habiendo podido escapar. La creencia debe seguirse hasta el final, aunque cueste la vida y aunque ya las hermanas ni puedan enterarse de su sacrificio, porque ya están—excepto Constance—todas muertas.
La ópera, que se basa en hechos reales, no es famosa por sus arias pegajosas, pero debiera serlo por la cantidad de preguntas que deja abiertas al espectador. ¿Cuál es el punto de morir por una causa que no se podrá seguir defendiendo desde la tumba? ¿Cuánto hay de honor ciego y cuánto de religiosidad genuina en la decisión final de Blanche? Al mismo tiempo, ¿cuál es el punto de vivir si se ha abjurado de lo que se cree? “Diálogo de Carmelitas” es una meditación sobre la fe, el miedo, la lealtad y la tolerancia, un recordatorio de cuánto se parecen los fanatismos seculares a los religiosos, y una provocación a preguntarnos hasta qué punto vale la pena defender una idea.