Nuestro trilema energético
Sobre los atributos de una bicicleta de montaña, el trilema es: “si la quieres ligera, resistente y barata, elige dos”. Es imposible conseguir todo lo que se deseas, sin hacer concesiones al menos en un área. Los principiantes suelen salir del local con una bicicleta pesada, y los expertos con una billetera liviana.
Durante años, muchos en la industria energética han visto su trilema energético en un escenario similar, con necesidad de priorizar entre “segura, limpia y asequible”. La diferencia, como demostraron los acontecimientos recientes (clima y guerras), es que no se puede, durante un período prolongado, tener una estrategia que comprometa algún aspecto del trilema energético. Ese trípode, ahora, se nos cae.
Sí, las perspectivas cambian: las energías renovables se han vuelto más seguras y asequibles que en el pasado. Pero, la invasión rusa de Ucrania, y la pandemia que la precedió, evidenciaron la fragilidad de la seguridad energética, y cómo puede afectar su asequibilidad y limpieza: los consumidores europeos vieron sus facturas de energía dispararse, se reactivaron las plantas de carbón, y hubo amenaza real de escasez de gas (aliviada sólo por las importaciones de GNL y un invierno inusualmente suave). ¡Ups!
Debemos, entonces, promover políticas, comportamientos sociales y preferencias que ayuden a reducir la demanda de combustibles intensivos en carbono, para no desequilibrar la oferta y la demanda. Eso no es fácil. Todos queremos en el futuro un sistema energético basado en energías renovables (que suministre electrones y moléculas verdes) con potencial de abordar todos los aspectos de la transición. Por ejemplo, a través de una mayor electrificación, almacenamiento de energía y capacidad de la red, o mediante sistemas a gran escala en base a hidrógeno limpio, ambos combinados con generación renovable de bajo costo. Pero nadie reemplaza el Suv por un scooter eléctrico. Adiós a mi trípode.
Por otra parte, muchos creen que las preocupaciones sobre la seguridad energética conducirán a una mayor inversión en energías renovables a corto plazo. Pero, ¿las preocupaciones por la seguridad energética no conducirán también a mayor producción de gas natural? Porque también se debe garantizar la seguridad energética. El gas es esencial en todo el mundo, y está en la mira, porque si falta estamos en problemas. No todo el gas y sus redes pueden sustituirse por hidrógeno. Seguro jugará un papel importante, y los gases verdes desempeñarán un rol y la electricidad también, pero también es necesario generar soluciones locales. Quizás las casas cercanas a un polo industrial de hidrógeno puedan utilizar hidrógeno, otros lugares serán más eléctricos, y otros seguirán funcionando con gas natural. Corresponderá analizar caso a caso, porque no hay soluciones generales. Se requiere sentido común.
Mientras, corresponde tratar de ser lo más eficientes posible con el gas, reduciendo su demanda como sea. El gas verde, como el metano sintético en desarrollo, sí que desempeñará un papel cada vez más importante como puente hacia una combinación de energías limpias, y un puente realmente más corto.
Por ahora, si el objetivo final es resolver nuestro trilema energético para tener energía limpia, segura y asequible, lo más firme sería insistir en reducir “primero- nuestro despilfarro energético. En ese sentido, la toma de conciencia y la autoevaluación de nuestra huella de carbono, es el primer y más seguro paso en la dirección correcta. Lo demás (mercados, tecnologías y costos) sigue en una gestación, al parecer, cada vez más acelerada. No por nada se ha dicho que “nos hallamos ante la mayor reconversión de la inversión en bienes de capital productivo de la historia reciente”. Y, que como dice la canción “la tierra es nuestra, y una sola no más”. Lindo canto.