En la vejez no me abandones
El texto bíblico recoge en el Salmo 71 la súplica de un anciano: “en la vejez no me abandones”. La experiencia de la fe manifiesta que el amor de Dios es siempre fiel y no abandona nunca a sus hijos, tampoco cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando la valoración social decae y la vida se vuelve menos productiva, al punto que puede parecer inútil. Dios no se fija en las apariencias y toda la Biblia narra su fidelidad en cada etapa de la vida humana y en cualquier situación que nos encontremos, también cuando nos hemos alejado de Él.
Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, y el Papa Francisco ha propuesta una certera y hermosa reflexión titulada “En la vejez no me abandones”, y que pueden encontrar con el buscador de la página www.vatican.va.
La súplica del anciano orante es un expresión fuerte y cruda, que manifiesta -por un lado- la confianza de la cercanía de Dios, a quien se dirige la oración, pero, también manifiesta el miedo al abandono, particularmente en la vejez y los momentos de dolor. Como dice el Papa Francisco en su mensaje, no hay contradicción, pues mirando a nuestro alrededor esa súplica manifiesta con fuerza la realidad que viven muchos adultos mayores: por un lado, la confianza en el amor siempre fiel del Señor y, por otro lado, el hecho de que con mucha frecuencia la soledad es la amarga compañera de la vida de muchos adultos mayores, abuelos y abuelas.
Acá, en nuestra Región de Magallanes, según las cifras oficiales, hay 13.622 hogares unipersonales de adultos mayores, es decir, que viven solos: en Punta Arenas hay 10.442 adultos mayores en esta condición, mientras que en Natales y en Porvenir hay 2.243 y 645 respectivamente. La experiencia de soledad y, en muchos casos, de abandono, es la triste compañera en esos hogares tan bien contados y en muchos de los cuales sus únicos habitantes deben sobrevivir con pensiones que siguen siendo miserables. Por eso, la súplica del salmista -“en la vejez no me abandones”- es, también, el clamor que silenciosamente tantos adultos mayores dirigen a sus familias y la sociedad.
Lamentablemente, en nuestra sociedad, los adultos mayores son muchas veces percibidos como una carga o, simplemente, como enfermos que hay que cuidar y, por eso, son considerados como una molestia, pues representan un peso emotivo y económico para la familia y la sociedad. Es como si para beneficiar a los más jóvenes fuera necesario descuidar o abandonar a los mayores. Al respecto, dice Francisco, “la contraposición entre las generaciones es un engaño y un fruto envenenado de la cultura de la confrontación”. Es algo totalmente opuesto a las culturas de otros pueblos o de nuestros pueblos originarios, donde los abuelos y ancianos son valorados en el entorno familiar, son respetados por la sociedad y protegidos por el estado.
El Papa Francisco señala: “hoy son muchas las mujeres y los hombres que buscan la propia realización personal llevando una existencia lo más autónoma y desligada de los demás que sea posible. Las pertenencias comunes están en crisis y se afirman las individualidades; el pasaje del ‘nosotros al ‘yo’ se muestra como uno de los signos más evidentes de nuestro tiempo. La familia, que es la primera y la más radical oposición a la idea de que podemos salvarnos solos, es una de las víctimas de esta cultura individualista. Pero cuando se envejece, a medida que las fuerzas disminuyen, el espejismo del individualismo, la ilusión de no necesitar a nadie y de poder vivir sin vínculos se revela tal cual es: uno se encuentra teniendo necesidad de todo, pero solo, sin ninguna ayuda, sin tener a alguien con quien poder contar. Es un triste descubrimiento que muchos hacen cuando ya es demasiado tarde”.
El mensaje del Papa Francisco continúa proponiendo, con la historia bíblica del libro de Rut, la contrapartida al descarte y al abandono: la historia de Rut nos enseña que a la súplica “¡no me abandones!” es posible responder “¡no te abandonaré!”, como dijo e hizo Rut con su suegra Noemí.
Al final de su mensaje, Francisco invita a que “no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir ‘¡no te abandonaré!’ y de emprender un camino diferente”.




