Mujer busca con ansias a su madre biológica tras enterarse 67 años después que fue adoptada
Toda su vida Ana María Vera Mancilla veneró, amó y respetó a sus padres Víctor Raúl Vera Vera y Ana Celia Mancilla Muena, hoy fallecidos.
Como hija única fue bendecida y prodigada de un amor especial. Nunca le faltó algo. Lo tenía todo. Desde niña, que fue matriculada en el Colegio María Auxiliadora donde cursó la enseñanza básica. De ahí continuó en el Liceo Sara Braun y de enfermera se tituló en la entonces Ute (Universidad Técnica del Estado) hoy Universidad de Magallanes.
Un vuelco en su vida
Actualmente Ana María reside en Ovalle, capital de la provincia de Limarí. Y ayer, cuando nos juntamos a conversar de por qué estaba de vuelta en Punta Arenas, coincidió con que estaba cumpliendo 68 años de vida (5 de agosto de 1956). Y justamente lo que busca es saber quién es la mujer que ese día la vio nacer.
Porque recién el año pasado vino a enterarse de que no es hija biológica del matrimonio que la vio crecer, y acogió en el seno de su hogar por siempre, cobijándola con muchísimo amor y cariño.
“Cómo lo tomaste cuando te enteraste de que ellos no eran tus padres”, le comentó un día una de sus mejores amigas al sentarse a conversar. Porque justamente estaban hablando sobre el tema de las adopciones.
“Fue de pura casualidad que lo vine a saber. A partir de ahí empecé a reunir antecedentes”, señala Ana María.
Por eso volvió a su ciudad natal, para tratar de encontrar alguna pista sobre su madre biológica. Si estuviera viva le encantaría conocerla. De ser así hoy tendría 83 años de vida. Tal vez no esté ella, pero sí una hermana o un hermano.
Nacimiento
De los pocos antecedentes que ha logrado reunir, le contaron que su madre biológica la tuvo a los 15 años de edad. Era hija de una familia “pudiente” de Magallanes. Corría el año 1956, una época en que el embarazo de una hija adolescente no era muy bien visto.
Entonces, lo que habría sucedido es que los padres de aquella estudiante embarazada tomaron contacto con un médico ginecólogo de la época (que atendía en una clínica privada, ubicada en Avenida España Nº971, donde hoy funcionan las oficinas de Bienes Nacionales) y le pidieron atender el parto. Pero la guagua sería entregada de inmediato a otra mujer, que esperaba en una sala contigua. Ella es Ana Mancilla, quien tomó a la bebé y junto a su marido la inscribieron como hija, bajo el nombre de Ana María Vera.
La misma que por estos días se encuentra de paso en Punta Arenas. Con el único afán de llegar a saber quién es su madre biológica.
“Ambas mujeres se internaron en esa clínica, de donde mi mamá salió conmigo y la otra chica, mi madre biológica, tal vez qué le habrán dicho ese 5 de agosto de 1956”.
Esto se habló previamente, entre el médico, los padres de la estudiante y el matrimonio que asumiría la adopción. Presumiblemente a un costo económico no menor, porque era una clínica privada.
En un aviso económico del diario, de esa época, se lee: “Dr Merino Reyes. Cirugía general. Ginecología. Partos y venéreas. Consultas: de 15 a 17 horas. Avenida España 971. Teléfono 655”.
Cualquier antecedente
Por eso para ella es tan importante conseguir datos fidedignos, que le permitan cerrar un ciclo, antes de regresar a Ovalle la próxima semana y volver a abrazar a sus hijos de 29, 35 y 42 años de edad. Dos hombres y una mujer.
“Hasta el 15 de agosto voy a estar en Punta Arenas”, nos dice y comparte el número de celular por si alguien tiene alguna información importante que compartir 9-91899959.
“Toda la vida creí que era mi mamá (Ana Mancilla). Nunca, tampoco mi padre, me dijeron alguna vez lo contrario. Y el motivo que habrían tenido para adoptarme es porque ellos tuvieron un bebé y a los seis meses murió. Mi papá quedó con una depresión muy grande. Entonces ahí habrían decidido buscar una guagua en adopción”.
Los padres, si hoy estuvieran vivos tendrían entre 80 y 90 años de edad, se fueron con el secreto a la tumba.
Por eso la protagonista de esta historia abriga la esperanza, aunque sea leve, de poder encontrar la pieza que le falta para completar el puzzle de su vida.